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 domingo, 09 de septiembre de 2007  
[Nota de tapa] - de gringos y criollos
Historia de una revuelta en la campaña santafesina
La revolución gestada en distintos puntos de la provincia en 1893 es el tema de "Colonos en armas", un libro del historiador Ezequiel Gallo. Aquí, un anticipo

Ezequiel Gallo

A comienzos de marzo de 1893 miles de habitantes de la región agrícola elevaron una nota a la Legislatura provincial solicitando la devolución del voto a los extranjeros en las elecciones municipales y la derogación del impuesto a los cereales. A este documento nos hemos referido con anterioridad; baste recordar aquí que en el mismo se sostenía que el sistema impositivo de la provincia discriminaba a favor de los grandes hacendados y de los cultivadores nativos y en contra de los agricultores extranjeros. Esta solicitud fue, desde luego, denegada por la Cámara de Diputados.

La resistencia al pago del impuesto y las protestas contra las autoridades locales, continuaron durante los meses siguientes. En las colonias políticamente más activas como Esperanza, Humboldt, San Agustín, San Jerónimo, San Carlos, etc., los colonos siguieron negándose a pagar el impuesto. Pero fue a partir de julio que la protesta agrícola volvió a desbordarse completamente y a tomar la forma de lucha armada.

El 15 de julio los habitantes de las colonias María Juana y Amelia iniciaron una serie de actos de oposición a las autoridades locales. El 16 fue clausurado por el Gobierno provincial el diario La Unión de Esperanza, lo cual creó un clima de suma tensión en dicha colonia. El 20 se registraron manifestaciones contra las autoridades locales en la colonia San Jorge y el 22 La Capital señalaba la preparación en diversas colonias de nuevos mítines de protesta contra el impuesto. El 25 de julio los colonos de San Agustín, muy activos en este período, volvieron a negarse a pagar el impuesto, mientras que el 29 los colonos de Cañada de Gómez comenzaron a inquietarse ante la propagación de un rumor referido a la posibilidad de incrementar el impuesto a la contribución directa. En general, las protestas contra las autoridades se sucedían casi diariamente; frente a este cuadro resultaban inusitados los elogios que recibían las comisiones de fomento de las colonias Carcarañá y Rafaela. Al hacer el elogio de la comisión de esta última el diario La Capital señalaba que era “una feliz casualidad porque en la mayoría de las colonias estas corporaciones son un dechado de iniquidad e indolencia”.

Los acontecimientos más importantes tenían como escenario, sin embargo, a la ciudad de Buenos Aires, capital de la república. El carácter inestable de su gabinete forzó al Presidente a invitar para dirigirlo a uno de los más conocidos políticos de la oposición, el Dr. Aristóbulo del Valle. Del Valle tenía claras simpatías por los miembros de la Unión Cívica Radical e invitó a sus más caracterizados dirigentes a integrar el gabinete. La propuesta no fue aceptada, lo que no obstó para que el ministro hiciera claras sus intenciones de convocar a comicios libres y procediera a expulsar de la administración pública a conocidos miembros del partido autonomista.

Apoyándose en las abiertas simpatías del nuevo gabinete, los radicales comenzaron a organizar movimientos revolucionarios en algunas provincias. El 29 de julio estallaron movimientos armados en las provincias de Buenos Aires y San Luis. Al día siguiente la revolución radical comenzaba en la provincia de Santa Fe, donde encontraría campo propicio en la creciente oposición al régimen vigente en la región cerealera y en la ciudad de Rosario.

La revolución comenzó en la ciudad de Rosario, donde luego de una serie de violentos combates las tropas revolucionarias derrotaron completamente a las fuerzas adictas al Gobierno provincial.

A partir de allí, la revuelta se extendió rápidamente al resto de la provincia y el 3 de agosto los revolucionarios tendieron un cerco a la ciudad de Santa Fe y obligaron al gobernador Cafferata a presentar la renuncia a su cargo. Ese mismo día una Junta Revolucionaria, encabezada por el dirigente radical Mariano Candioti, se hizo cargo del Gobierno de la provincia.

Grupos armados de colonos agrícolas tuvieron una muy activa participación en los hechos revolucionarios. Nuevamente el centro más activo de la revuelta estuvo localizado en la región de colonias que circundaban a Esperanza. Grupos de colonos armados tomaron sin mayor resistencia la jefatura política, el juzgado de paz, la comisaría, y nombraron autoridades que respondían al partido revolucionario. Las crónicas de la época mencionan la presencia de más de 2.000 colonos armados en la región, de los cuales más de 500 participaron en la toma de la ciudad de Santa Fe.

Uno de los batallones que participaron en esta empresa se denominó “Las Colonias” y los apellidos de sus oficiales volverán a denotar la presencia de colonos de ascendencia suizo-alemana (Yost, Spies, Schneider, Schachner y Nussbaum).

La participación armada de grupos de colonos no se limitó esta vez a la región esperancina. Aunque en menor grado, grupos de colonos participaron en la toma de Villa Casilda, Rafaela y San Lorenzo. Otros grupos integraron las fuerzas revolucionarias que participaron en las tomas de otras localidades rurales como Helvecia, Gálvez, Irigoyen y, quizás en menor medida, Santa Teresa.

Uno de los primeros actos de las autoridades revolucionarias fue el de proceder a reemplazar a los jueces de paz en la región cerealera. Esta decisión fue recibida con júbilo en la región, y existen evidencias que señalan que en muchos casos los reemplazos se producían como consecuencia de petitorios presentados por los pobladores de la localidad. Tal parece haber sido el caso en las colonias Gálvez, Lehmann y San Genaro.

La evidencia disponible permite afirmar que la participación armada de los colonos fue mucho más extensa, desde el punto de vista regional, que la observada durante los sucesos de Humboldt. La región noreste, que no se había hecho presente durante febrero, tuvo activa participación en julio, y su localidad principal, la colonia Helvecia, se convirtió en uno de los más importantes centros revolucionarios.

Pero las colonias del extremo sur de la provincia volvieron a mantenerse al margen de los acontecimientos. No fueron los colonos agrícolas los que se hicieron presentes en el sur; por el contrario, fueron los peones de los establecimientos ganaderos los que tomaron las armas. Pero no lo hicieron para apoyar la revolución; en estos pobladores rurales, muy por el contrario, el partido autonomista encontró entusiastas partidarios.

En efecto, en los días siguientes al triunfo de la revolución, los jueces de paz de Melincué, Venado Tuerto, Elortondo, Carmen del Sauce y La Picaza comenzaron a reclutar gente en las estancias para iniciar un movimiento contrarrevolucionario. En esta intentona, los jueces lograron reunir alrededor de 1.000 hombres que no llegaron a combatir, dada la abrumadora superioridad numérica de las fuerzas revolucionarias. Juan M. Vigo anota movimientos similares en San José del Rincón (200 hombres), Coronda (150), San Javier (400), San Justo (300), San Cristóbal (150) y San Agustín (80). Estas intentonas sirvieron para demostrar, sin embargo, que el partido autonomista seguía contando con importantes apoyos en las zonas ganaderas de la provincia.

Con posterioridad a los sucesos revolucionarios volvió a ponerse en duda la participación de los extranjeros en los mismos. Durante la jornada revolucionaria, sin embargo, nadie la puso en duda. Las autoridades depuestas señalaron desde el primer momento que los extranjeros habían participado masivamente en la revuelta. El gobernador Cafferata, por ejemplo, señalaba que “extranjeros y criminales son el elemento de que se ha valido esta gente”.

El ministro Del Valle, de claras simpatías revolucionarias, no negaba esta participación; por el contrario, la justificaba sosteniendo que “cuando las armas están en manos de los extranjeros tenemos que decir que hay más que un derecho político, hay un derecho civil lastimado”. El diario La Capital, por su parte, describía de esta manera a las fuerzas revolucionarias: “revolución ordenada (sic) por el ministro nacional y ejecutada por una fracción de los cívicos, por soldados del ejército y por los extranjeros que habitan en las colonias”. La misma opinión expresaba el representante británico en Buenos Aires cuando afirmaba que había participado en la revolución “un gran número de colonos suizos y alemanes, que le hubieran hecho pasar un mal rato al gobernador por sus crueles exacciones fiscales, si éste hubiera caído en sus manos”. Pero aun el vocero de los colonos, La Unión, no dejaba duda alguna al respecto, como surge de esta nota firmada por más de 600 colonos:

Es un hecho cierto que el elemento extranjero de las colonias ha apoyado vivamente la revolución del 30 de julio, quien yendo personalmente a las órdenes de los jefes revolucionarios, quien trabajando con éxito en su círculo a fin de reforzar la revolución y darle cuerpo. Si la revolución del 30 de julio hubiera sido tan sólo un movimiento político en que las banderías se hubieran disputado el dominio, de seguro que en las colonias ni una mosca se hubiera movido, a no ser en defensa legítima. Pero la revolución ha sido más que eso. Ha sido una cruzada libertadora que ha dado por tierra, no con una situación o un sistema político, sino con un sistema de inicua explotación cuyas principales víctimas han sido precisamente los extranjeros.

El panorama que surge de estos datos no es, en consecuencia, disímil al descrito en referencia a los sucesos de Humboldt. La diferencia estriba en la mucho mayor amplitud de los acontecimientos de julio. Pero, en ambos casos, Esperanza y su zona de influencia fueron el centro más activo de la protesta agrícola; en ambos casos, también, la participación de los extranjeros fue muy significativa y, entre ellos, el papel jugado por los suizos y, en menor grado, los alemanes, fue de singular importancia. Ambos episodios, en mayor medida los de julio, tuvieron asimismo un claro sentido político. Habría que aceptar una definición ciertamente muy restrictiva de la actividad política para estar de acuerdo con la distinción contenida en el párrafo del periódico La Unión citado anteriormente.(...)

El Gobierno radical no duró mucho tiempo. Como consecuencia de un “golpe de palacio”, el ministro Del Valle renunció el día 13 de agosto y el Gobierno nacional cayó nuevamente en manos de grupos hostiles a los revolucionarios de Santa Fe. Al día siguiente se decretó la intervención a Santa Fe, y el 27 de agosto se hacía cargo provisoriamente del Gobierno provincial el interventor federal Baldomero Llerena. Los revolucionarios santafesinos no se opusieron al cambio, seguramente por considerar inútil ofrecer resistencia al ejército nacional. También, posiblemente, porque el interventor prometió llevar a cabo una política de conciliación con los revolucionarios.

Poco es, en consecuencia, lo que pudo hacer el Gobierno de los radicales. Su principal línea de acción estuvo dirigida a cambiar las autoridades elegidas por el régimen anterior en las zonas rurales, y en ordenar una investigación de la política bancaria y de enajenación de la tierra pública llevada a cabo por el Gobierno derrocado en julio. Los radicales se hicieron eco, además, de otra de las demandas de los colonos. Ya en la proclama revolucionaria se prometía, además del cambio de las autoridades rurales, la supresión del impuesto a los cereales. Esta última promesa fue reiterada por el ministro de Hacienda quien, a su vez, declaró una moratoria general para el pago de todos los impuestos que gravitaban sobre la producción rural.

Diez días después, en un nuevo manifiesto, la Unión Cívica Radical volvía a anunciar la pronta supresión del resistido impuesto. Pero ahora ya era tarde: el Gobierno nacional había designado interventor, y el corto período del Gobierno radical llegaba a su fin.
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Una familia suiza radicada en Carcarañá hacia fines de 1886. Los suizos tuvieron un rol protagónico en las protestas rurales de fines del siglo XIX.

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