Año CXXXVII Nº 49590
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Cartas de lectores
Policiales
Mundo digital



suplementos
Ovación
Señales
Economía
Escenario
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Ovación 02/09
Turismo 02/09
Mujer 02/09
Economía 02/09
Escenario 02/09
Señales 02/09
Educación 01/09
Estilo 01/09

contacto

servicios
Institucional



 domingo, 09 de septiembre de 2007  
El cazador oculto: “El color de la pasión en Hollywood”

Ricardo Luque / Escenario

¿Rubias o morochas? La pregunta, en apariencia inocente, desató una discusión acalorada. Explotó a partir de una seguidilla de noticias llegadas del Primer Mundo. La primera daba cuenta de que Scarlett Johansson fue elegida como “la mujer viva más sexy” por la revista Esquire. La segunda, que Cameron Diaz fue votada como “la soltera más codiciada de Hollywood” por los lectores de Forbes. Y la tercera, que Chasy Davy, la novia del príncipe Harry, fue bendecida con el título de “la mujer más atractiva del verano en el Reino Unido”. Las tres son lindas, famosas y, lo que en definitiva encendió los ánimos, rubias. ¿Por qué rubias? ¿Por qué las mujeres más deseadas son siempre rubias? O Angelina Jolie, que con un mohín de sus labios carnosos es capaz de derretir el Polo Norte, no se merece la gloria tanto o más que sus colegas. O Catherine Zetha-Jones, que tiene una mirada que paraliza corazones, endulza sueños y alimenta esperanzas. O Jennifer Lopez, que con un movimiento de caderas puede provocar un temblor de cinco puntos en la escala Ritcher. Seguro. Pero Hollywood las prefiere rubias. Ya lo confesó el bueno de Hitchcock, que eligió para sus películas heroínas convenientemente platinadas. “Buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformarán en prostitutas en el dormitorio”, le confesó el director inglés a su colega Francois Truffaut. Y disparó: “La pobre Marilyn Monroe tenía el sexo inscripto en todos los rasgos de su persona, como Brigitte Bardot, lo que no resulta muy delicado”. Una declaración de principios. Una estética que revela las obsesiones que dominan a la industria del cine. Las curvas peligrosas de Pamela Anderson, la belleza helada de Nicole Kidman, el estilo inquietante de Uma Thurman. Todas rubias. ¿Y las morochas? Ahí andan, sin tanto cartel, pero en forma. Como Penélope Cruz, que no puede quedarse quieta. ¿A quién le importa? Martín Caparrós tiene razón. Rosario es la capital de la rubia teñida.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados