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domingo,
09 de
septiembre de
2007 |
El silencio de los inocentes
Lamento profundamente, como docente de la Escuela Nº 133 de Nuevo Alberdi, que no se haya cumplido con la promesa (añeja) de darles a los alumnos la posibilidad de gozar en la hora de la merienda y del almuerzo con las comodidades que se merecen. Ellos, los sin voz, que aceptan sin protesta alguna las condiciones con las que reciben ese servicio, han visto pasar espacios intemporales sin que se atiendan sus necesidades, porque son justamente los sin voz los que no tienen prensa, porque no son representativos de sectores partidarios, porque en el sitio en el que habitamos raya con la periferia de la ciudad, porque cualquier logro que se haya obtenido fue con el esfuerzo de la comunidad educativa, porque la institución siguió correctamente el camino jerárquico y no fue suficiente, porque a pesar de contar con el espacio físico nuevo no se ha podido ocupar por falta de mobiliario. ¿Por qué es tan difícil contemplar con rasgo solidario y humanista a este grupo de futuros ciudadanos, a los que la adversidad les ha negado mucho, a pesar de la preocupación de la escuela por atenuar esas carencias? El momento de la merienda y el almuerzo es tan importante como los espacios curriculares. Quienes habitan y transitan escuelas como las nuestras, merecen contar con las comodidades que contribuyan a la dignidad de los aprendizajes. Sin sentir la pertenencia, no hay avance en los conocimientos y ello se logra en ámbitos adecuados.
Silvia L. Mazzolini, DNI 5.346.234
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