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 sábado, 08 de septiembre de 2007  
Cuadernos de clase que hablan de una pedagogía de la belleza
Tres investigadores de la UNR trabajan en la experiencia de las Cossettini

El espacio y el lugar que ocupa la imagen es lo primero que gana la mirada. No es casualidad, se trata de los cuadernos de clase de los alumnos de la Escuela Serena, la experiencia pedagógica emprendida por las hermanas Olga y Leticia Cossettini entre 1935 y 1950 en Rosario.

Y si un sello tuvo el trabajo de las Cossettini fue saber enlazar los aprendizajes a un profundo valor por la belleza, a la realidad y a la vida.

Tres educadores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), María del Carmen Fernández, Rubén Biselli y Elisa Welti, investigan desde hace un buen tiempo la articulación entre imagen y enseñanza en la Escuela Serena, a partir de la documentación que guarda el archivo Cossettini en el Instituto Rosarino de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice).

“Llama poderosamente la atención el registro visual de la experiencia, por lo que muestran los cuadernos, las láminas, las fotos y las filmaciones”, resaltan los docentes de la UNR. Y enseguida añaden que “hay una fuerte voluntad de las maestras por registrar su trabajo, dar cuenta del momento y la historia de lo hecho, de transmitirlo, de hacer memoria”.

Las historias que guardan los cuadernos de clase, lo que pueden contar de cómo era enseñar y aprender en una escuela que es modelo para muchas generaciones de maestros, será el tema que lleven al simposio internacional de “Estudios de los cuadernos de clase del siglo XIX y XX”, organizado por la Universidad de Macerata (Italia), para fines de septiembre.

Biselli y Fernández viajan invitados por esta universidad italiana para compartir sus investigaciones, junto a otros especialistas que relatarán qué dejan leer los cuadernos del franquismo o de la época de La República, por citar algunos ejemplos.



El lugar de la palabra

La simple observación de los cuadernos de quienes fueron alumnos de la escuela de barrio Alberdi (entre 1935-1950) admite que la imagen precede a la palabra, y cuando no es así, una y otra tienen el mismo peso.

Rubén Biselli, profesor en letras y docente de la cátedra de lenguaje en la carrera de comunicación social, encuentra mucha similitud entre estos registros escolares con lo que hoy es el diseño gráfico. “Que la imagen anteceda a la palabra es muy original para la época”, resalta.

Para Biselli es singular como práctica escolar, porque “la idea no era crear talentos pictóricos, sino ir logrando a través de la misma una simbolización subjetiva del chico, para que encuentre su voz”. Advierte además sobre la influencia de las vanguardias artísticas del siglo XX en literatura, música y pintura, en el trabajo de las Cossettini.

Un concepto que buscaba borrar las fronteras de las disciplinas e integrarlas en un mismo tema. “Aquí la imagen aparece como un operador central. Se dibuja lo que se ve en el barrio, las acuarelas son utilizadas en clase de ciencias naturales, se observan los matices del río y se los pintan luego”, cita entre otros ejemplos para referir que este concepto de trabajo buscaba borrar las fronteras de las disciplinas e integrarlas en mismo tema.

El comienzo de cada jornada no era marcada con el clásico “Hoy es día de sol”. Los chicos llevaban “calendarios de las nubes, de la luna y del viento”, pintados día a día y que eran en definitiva “toda una invitación a empezar una práctica científica de la observación”.



Seminario permanente

En el 2002, se organizó un seminario permanente sobre la experiencia Cossettini, entre la Escuela Carrasco, la de Ciencias de la Educación (UNR) y el Instituto Superior Olga Cossettini de Rosario. María del Carmen Fernández, directora de Ciencias de la Educación, comenta que este proyecto de investigación de imagen y pedagogía se inscribe en la continuidad de este seminario.

“La singularidad que tiene esta experiencia es la importancia estética, dada al arte, a pensar que muchos chicos pueden pensar cosas diferentes y no estandarizadas”, dice Fernández. Enseguida cita cientos de ejemplos cotidianos de las clases de Leticia y Olga: el uso de los mapas, las ilustraciones de los relatos, de las visitas y recorridos. “Por ejemplo, las observaciones que hacían en el microscopio quedaban registradas en el cuaderno. A su vez los registros de las intervenciones de Leticia donde invitaba a sus alumnos a encontrar similitudes entre esas imágenes y la de mosaicos bizantinos”, recuerda Fernández para ratificar cómo la ilustración cumplía un papel disparador y de articulación al mismo tiempo.

—Está claro que en este trabajo de las Cossettini subyace una formación integral y no común del maestro...

—Las dos (Olga y Leticia) eran intelectuales de su época, podían reconocer otras vanguardias de la literatura, de la plástica, del teatro. Y ese contacto con lo nuevo es lo que luego registran los cuadernos, las láminas, las fotos y filmaciones. La propuesta institucional es la que organiza los cuadernos de clase.


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Las observaciones en el microscopio registradas por los chicos.

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