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domingo,
12 de
agosto de
2007 |
El centón: las elecciones afectivas
Gary Vila Ortiz y Fernando Quaglia recorren la cultura de Rosario en una nueva publicación
Según la inapelable definición de la Real Academia Española, centón designa la manta hecha con muchas piezas pequeñas. Pero en un sentido derivado también refiere a la “obra literaria, en verso o prosa, compuesta enteramente, o en la mayor parte, de sentencias y expresiones ajenas”. Esa acepción es la que tomaron Gary Vila Ortiz y Fernando Quaglia para bautizar una nueva revista literaria que circula con distribución gratuita en Rosario.
Con dos números en la calle, diagramación atractiva y formato original, El Centón tiene el sello de Vila Ortiz. La poesía, el jazz, la ciudad y sus personajes son los temas principales. Y la memoria.
“Memorias personales” se llama precisamente una de las secciones más atractivas. “Estos fragmentos de lo que hemos vivido tendrán, inevitablemente, un sabor a la tristeza o a la nostalgia —dicen los editores—. Son cosas perdidas, que acaso solamente tengan valor para quienes las vivimos (...) Escribimos, pues, sobre recuerdos que nos han dejado huellas profundas. Soñamos, quizás inútilmente, mantener con vida la memoria de ciertas personas que alguna vez conocimos”. Y luego: “Memorias personales: hojeamos desordenadamente las páginas de nuestros recuerdos y allí las encontramos”.
El Centón descubre a un personaje de Rosario: “el habitante de La Bola de Nieve”, “el hombre que encontró la nieve en Rosario”. Es Otto, un fotógrafo suizo “de apellido impronunciable”, a quien “le apasionaba tomar fotografías de esos lugares que nadie parece tener en cuenta en la ciudad”.
Entre otros artículos, el primer número ofreció “La visión de la ciudad a través de cuarenta años de periodismo”, de Raúl Gardelli, texto publicado originalmente en 1982, y una selección de un Diario de Poesía que apareció en Rosario en 1983, editado por la entonces Dirección Municipal de Cultura.
Vila Ortiz abre su archivo en las páginas de El Centón. Están las fotos de su padre, Juan Manuel (Pucho) Vila Ortiz, fichas de libros inhallables (“Seis cantos a Rosario”, publicado en 1949 por la Biblioteca Argentina), ilustraciones de Fontanarrosa aparecidas en este diario en 1988, imágenes sorprendentes (una foto de Borges interpelado por Hugo Diz) y cartas de escritores.
El segundo número se abre con imágenes de la nevada de 1973. “Instantáneas tomadas mientras caía la nieve en Rosario. Ignoramos con exactitud qué lugares son”, dice el pie. A propósito de una carta de Santiago Kovadloff que se reproduce más adelante, agregan los editores: “Tenemos también las cartas de Horacio Armani, de David Martínez, de Raúl Gustavo Aguirre. ¿En qué caja las hemos guardado esperando que se encuentren?”. Y a propósito de una foto de Serrat en el estudio de Canal 3, tampoco pueden precisar el año de la entrevista. Es que la memoria no sería nada sin el olvido. Lo importante parece ser lo que se recorta en medio del olvido: la conversación misma con Serrat, la carta que trae “el sentido de un tiempo irrecuperable”. O lo que emerge transformado en misterio: “¿De qué año es esta foto tomada en una esquina céntrica de la ciudad? —se preguntan los editores — ¿Cuántos reconocerán de qué esquina se trata?” Y ante una imagen de calle Sarmiento, “cuando corría de manera contraria a como lo hace hoy”, afirman: “Los autos dan una idea de la fecha en que fue tomada la fotografía”
Vila Ortiz se define como “el guardapapeles de memoria confundida”. Explica: “Desde muy joven he tenido la mala o buena costumbre de guardar papeles (...) Me gustaría encontrar lo perdido. Todavía busco, pero aún no encuentro”. Y mientras tanto, descubre aspectos poco conocidos de la ciudad y su cultura.
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Vila Ortiz abre su archivo y recorre páginas olvidadas de la historia local.
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