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domingo,
12 de
agosto de
2007 |
La memoria de un tiempo mejor
José Luis Cavazza / La Capital
En su anterior libro sobre música, “Jazz al sur (historia de la música negra en la Argentina)”, el periodista platense Sergio Pujol tuvo que desandar un camino poco transitado por sus colegas: la revisión de un género musical rastreando nombres, situaciones y otros datos desde los años veinte hasta la actualidad a fin de redondear una mirada inédita: una historia de los músicos argentinos de jazz.
Ahora, con su nuevo libro “Las ideas del rock. Genealogía de la música rebelde”, publicado por Homo Sapiens, Pujol transitó una autopista atascada por todo tipo de vehículos. La historia del rock fue revisitada desde todos los ángulos posibles y con resultados muy diferentes, aunque la mayoría de sus historiadores a la hora de escribir terminaron volcando sus preferencias, convirtiendo a algunos en hijos y a otros en entenados. Están los que le bajan el pulgar al rock progresivo o sinfónico, los que le quitan valor al aporte de la movida hippie, los que hablan pestes de Pink Floyd, los que, por el contrario, sobrevaloran el aporte de algunos grupos no tan populares desde la Velvet Underground hasta los Pixies pasando por Frank Zappa. O viceversa.
Pujol intenta no dejar llevarse por las pasiones, aunque es evidente que nunca le gustó U2 ni creyó el “mensaje” de Bono. Su amplio conocimiento sobre la historia del jazz le agrega un plus al libro, porque, se sabe, el rock nació en tiempos del jazz. También Pujol está familiarizado con la tradición hip, la generación beat y la literatura beatnik, universos ligados al jazz y al nacimiento del rock. Hay toda una introducción sobre el espíritu contestatario reinante a mediados de los 50 que vuelve natural la actitud primigenia del rock and roll.
En este sentido, Pujol le da igual importancia al hecho de narrar la historia del rock como la de sus legados. Pero adentro ya de la historia, su mirada se detiene en algunos músicos y subgéneros que merecen un capítulo o, al menos, un subtítulo: Elvis (“el rock es un cuerpo en escena”), los Beatles (“la reinvención del pop”), los Stones, Bob Dylan (encabeza el capítulo de la contracultura), Jimi Hendrix (la magnitud de Woodstock), el rock progresivo, Frank Zappa (el rock como estrategia), Pink Floyd (“la entidad perfecta, la quintaesencia de un grupo: la lógica evolución de los Beatles”), Led Zeppelin (padres putativos de la subcultura metalera y también el grupo que frenó un poco el progreso iniciado por los Beatles con su lúdico Sargento Peppers), el abrupto corte punk (los enemigos de los hippies y también de Pink Floyd), un movimiento que, como Elvis, pone el cuerpo; la nueva ola (desde los Clash hasta The Police), David Byrne y Bjork y ¿el rock posmoderno?
El libro se diluye a partir de finales de los 80. Ya no cuenta con la minuciosa mirada de los 50, 60, los 70 y parte de los 80. Quizá porque ya no hay mucho que decir del rock de los últimos veinte años. O tal vez porque, como dice el propio Pujol al finalizar su texto (antes del bonus track dedicado al rock argentino): “es posible que esa voz de la discrepancia profunda nos esté diciendo algo en otros géneros, en otros cuerpos, en otros lenguajes, corrida de lugar sin que nos hayamos dado cuenta todavía (...) ¿Tan terrible es aceptar que el rock, esa palabra que ascendió a principios de los 50 y ha marcado a fuego nuestras vidas, quizás ya no sea la voz del porvenir sino la memoria de un tiempo en el que todo parecía girar al compás del reloj?”.
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Fotos
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Parte del mito. Jimi Hendrix, un capítulo central en la historia del rock.
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