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 domingo, 12 de agosto de 2007  
El peor momento de Kirchner

A menos de dos meses de las presidenciales, el gobierno nacional atraviesa su peor momento.

   Una bolsa repleta de dinero supuestamente espurio encontrada en el baño de la entonces ministra de Economía Felisa Miceli, la escandalosa aparición de parientes y fundaciones vinculadas a Romina Picolotti en Medio Ambiente y la adulteración de índices a la hora de dar a conocer las mediciones del Indec componen un cóctel explosivo al que solamente le faltaba una mecha: una valija henchida con dólares de difuso origen y destino, ingresada entre gallos y medianoche en un avión rentado por el Ejecutivo argentino.

   El escándalo del avión barrió de escena las poco atractivas secuencias de la campaña santafesina, casi siempre una reyerta entre oficialistas y opositores que ya han dicho casi todo.

   Todas las estrategias de marketing que el kirchnerismo había comprado para tomar rápida distancia de los demonizados 90 han quedado sepultados bajo el peso de la realidad. La Aduana de Ricardo Delconte, la servilleta de Carlos Corach, los guardapolvos de Eduardo Bauzá, las valijas de Amira Yoma (vaya pasión por la marroquinería de los gobiernos que hemos sabido conseguir) y la Banelco de la Alianza tienen ya su patético correlato en clave seudoprogre.

Las palabras y las cosas.
En cualquier país normal la sucesión de escándalos hubiera mellado al oficialismo hasta hacer peligrar la sucesión presidencial, pero aquí el desmembramiento de los partidos políticos y la escasa capacidad de trabajo de los candidatos presidenciales opositores para “instalar” el tema como eje de campaña (y lograr evitar el todavía evidente temor de la Justicia para avanzar sobre las causas) ofrecen siempre una vía de escape a la Casa Rosada que, insólitamente, presentó el descubrimiento de los 800 mil dólares como “un ejemplo más de la lucha contra la corrupción”.

   Elisa Carrió es la única que podría decir que cuando anuncia lluvia todos deberían ir abriendo sus paraguas. Como Casandra (personaje de la mitología griega cuyas justas predicciones no encuentran sino incrédulos), Lilita advirtió hace años lo que hoy está en todos los análisis políticos (la existencia de cajeros y la creación de una matriz corrupta, siempre con el agregado de nombres propios que hoy aparecen como responsables de la saga de episodios que repiquetean en los medios del exterior a la velocidad de la luz). Pero la chaqueña luce en soledad a la hora de capitalizar lo que “profetizó”.

   Patético es el razonamiento de Ricardo López Murphy, quien siente “náuseas” por la falta de repudio popular ante los hechos de corrupción, mostrándose azorado de que, aun con este cuadro de situación, el oficialismo goce de amplios índices de aprobación positiva.

   El razonamiento del titular de Recrear debería ser a la inversa: la náusea tendría que venir después de una profunda autocrítica de los opositores, dispersos, con nula vocación de poder y más predispuestos a enrostrarse debilidades que a unirse, al menos para juntar masa crítica frente a los escándalos del kirchnerismo. ¿O acaso se observa un repudio generalizado de la oposición contra los miembros del Consejo de la Magistratura que, en cuestión de horas, decidieron sacar de la escena al juez Guillermo Tiscornia tras la citación a indagatoria de la frepasista reciclada Nilda Garré?

   Ese fragoroso colectivo oficialista que no habla con los periodistas, no concede entrevistas ni llama a conferencia de prensa está siendo presa de la angurria visceral por el poder. Se tropieza con su propio zapato y no con las zancadillas de los opositores, queda al descubierto por su propia mudez pero nunca por excesos a la hora de las declaraciones. La estrategia diseñada para evitar las repreguntas ha hecho mella en los voceros habituales. Los Fernández (Alberto y Aníbal) despiertan hoy nulas credibilidades, Julio De Vido será visto de ahora en más como el cajero de la administración y la renuencia de Néstor Kirchner para ir en busca de su reelección aparecerá como una toma de distancia respecto de los asuntos pendientes.

El bolsillo y la corrupción.
La sociedad argentina está aún lacerada por el recuerdo del 2001, que talló huellas profundas en su dermis. Es probable que, ante la falta de opciones opositoras, otra vez pida permiso una frase peligrosa y desdichada: “Roban pero hacen”. Fundamentalmente cuando el bolsillo está un poco más henchido que en años anteriores.

   Pero, dicho está, toda situación no resuelta prepara su propia venganza. Si Cristina es la próxima presidenta caerán sobre ella todas las cuestiones que hoy están cocinándose al vapor de una olla cuya tapa en algún momento saltará por los aires. La inflación reprimida, las tarifas que auguran un brinco, las marcas de la corruptela que se estampan en despachos oficiales y la terquedad oficial a la hora de reconocer errores son lastres que la primera dama deberá arrojar para el momento en que la gente se haya hartado de una forma de hacer política.

   Tal vez ahí Mauricio Macri deje de dormir la siesta, Roberto Lavagna entienda que no hay demasiadas diferencias entre su plan económico y el que hoy está vigente y Lilita Carrió se dedique a construir una opción que vaya más allá de sus características de Pasionaria. “Siga de cerca a (Eduardo) Duhalde. El es un tiburón que aparece cuando las aguas están revueltas. Y ya está preparando su regreso a la política”, dijo el viernes a La Capital un dirigente del PJ santafesino de trato periódico con el único presidente que se fue del poder con mayor índice de popularidad que con el que había ingresado.

   En Santa Fe, fue la candidata a vicegobernadora del Frente Progresista, Griselda Tessio, quien dio la definición más importante de toda la campaña: “Si ganamos vamos a ir en busca de un acuerdo de gobernabilidad con el peronismo”.

   La coalición opositora ha entendido (como se viene razonando aquí desde hace semanas) que un primer borrador de la historia ya está escrito. Más allá de cuál sea el resultado a gobernador, el justicialismo quedará con una amplia mayoría en Senadores. En Diputados, el socialismo (si es que gana) tendrá diez legisladores propios. El resto será ocupado por aliados radicales y el PJ.

   Rafael Bielsa cosechó una vez más el apoyo explícito de Carlos Reutemann, durante un encuentro en el que se presentó el plan agropecuario del Frente para la Victoria, confirmando la estrategia de construir un puente con el dos veces gobernador, dueño de un altísimo apoyo en el interior de la provincia.

   Fuera de estos dos tópicos, Santa Fe soporta los mismos temas, ya clásicos en las vísperas electorales. Una marea de encuestas que pronostica la derrota del peronismo (lo mismo sucedió en el 95 y en el 2003), las denuncias opositoras sobre la transparencia de las elecciones, otra vez focalizada en el reclamo por la llegada de veedores internacionales y un exceso de gacetillería vacua.

   El final de la historia está cerrado en sobre lacrado que se abrirá pasadas las 18 del 2 de septiembre. En Rosario y en la ciudad de Santa Fe se definirá quién será el nuevo gobernador de la provincia. Lo demás, es ruido de campaña.

   En Rosario, Héctor Cavallero deberá trabajar con mucho énfasis para disipar lo que ya es tomado como un hecho consumado: la reelección de Miguel Lifschitz, quien fue plebiscitado en las primarias con un porcentaje que ni los más enfervorizados socialistas tenían en mente.

   ¿Buscará el peronismo en estos últimos días de campaña que una masa de independientes cruce el voto a gobernador e intendente? ¿Cómo se resolverá el intríngulis que baja desde la capital de la provincia, enclave en el que el Frente para la Victoria tiene una estentórea fuga de votos hacia Oscar Cachi Martínez, el peronista cristinista que recibió más votos el 1º de julio? Interrogantes que, de acuerdo a su resolución, también delinearán el nombre y el rostro del futuro gobernador.

   No es tiempo de pronósticos aventureros. La campaña ingresa en su último tramo, un trampolín que hará historia cuando llegue la hora de contar los votos, lejos de las suspicacias, los prejuicios y los fragorosos intentos de direccionar a la opinión pública.
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Presidente Kirchner y ministro De Vido


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