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 domingo, 12 de agosto de 2007  
El cazador oculto: “En busca del paraíso perdido”

Ricardo Luque / Escenario

“Tenemos que volver...”. El ruego de Jack, ahogado por el bramido de las turbinas del boeing que pesadamente levanta vuelo sobre su cabeza, es un gesto desesperado. Ante sus ojos húmedos ve como Kate, la mujer que aprendió a amar después del naufragio, lo abandona sin dignarse siquiera a darle una respuesta. “¡Tenemos que volver...!”. Ahora su voz, entrecortada por el llanto, es un grito que retumba en la oscuridad de la noche. “Lost”, la ficción que atrapó a millones de televidentes alrededor del mundo, se travistió en romance. Y lo hizo para el final de su tercera temporada, como un guiño cómplice para los fanáticos que siguen sus misterios con devoción de fieles. Jack es el médico sobreviviente de la tragedia del vuelo 815 de Oceanic que cayó en una isla perdida en el Pacífico durante un viaje de Sidney a Los Angeles. Kate es “Pecas”, la joven valiente y seductora que iba a bordo del mismo avión pero con un destino distinto: la cárcel. Entre ellos hay otro hombre, Sawyer, un estafador sin escrúpulos y mirada tierna. Sus historias, cruzadas con las de los pasajeros que lograron salir vivos de la tragedia, son la esencia de la serie. Sus historias y las de los otros, esa comunidad que, sin que se sepa bien por qué, protege a sangre y fuego ese paraíso perdido. Que, como al bueno de John Milton le gustaba pensar, no es más que el pasado, sí, ese mundo idílico que los insondables mecanismos de la memoria revelan en forma de flashbacks. A veces esclarecedores, a veces insoportablemente tormentosos. Un pasado que en “Lost” se oculta en lo profundo de la espesura: la Iniciativa Dharma, ese proyecto científico que alguna vez iluminó el futuro y hoy no es más que el vago recuerdo de un sueño de progreso que nunca se hizo realidad. Dharma, como es bien sabido, significa “protección”. Es la protección que promete el budismo del sufrimiento, de esa insoportable náusea que causa la ignorancia en la vida cotidiana. Por eso Jack, ya de regreso en el mundo real, quiere volver. Tiene que volver. Para no tener que sufrir más. Para que “Lost” pueda continuar.


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