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 sábado, 04 de agosto de 2007  
Análisis. De domingo a domingo
En campaña, Kirchner desvía problemas hacia el 2008

Hugo Grimaldi

Buenos Aires.- Sin preocuparse demasiado por la inflación, las magras inversiones y la falta de financiamiento y en paralelo con el “operativo Cristina”, el Gobierno volvió por unos días al lugar donde más le gusta estar y desde ese privilegiado centro de la escena marcó el compás en varias situaciones que pusieron en guardia a los opositores, a los empresarios y a los mercados. Como en otros tiempos no muy lejanos, antes de que el caso Skanska saltara a la tapa de los diarios y se vinieran en tropel los problemas, crisis energética, “bañogate” y manipulación del Indec incluidos, Néstor Kirchner fue protagonista excluyente de las controversias, aunque en estos días con menos agresividad, midiéndose y mostrándose funcional a las necesidades de campaña. Esta vez, los oscuros vericuetos del traspaso de la Policía a la Capital Federal, la explicación que dio en México sobre que ya terminó la etapa del plus indemnizatorio y la necesidad de acudir al bombero Hugo Chávez para tapar un bache financiero que ya se sabía que se iba a producir porque el exceso de gasto se comió los ahorros, lo mostraron, como casi siempre, fino de reflejos en lo instrumental, aunque con baches, pese al esfuerzo, en lo estructural. Es sabido que el Presidente se siente muy cómodo en el día a día, distribuyendo el juego y zamarreando a todos, aunque algunos cuestionamientos que se le hicieron hayan sido realmente duros. En la semana, los opositores le dijeron varias veces mentiroso o lo han acusado de acrecentar la inseguridad jurídica; los empresarios, dubitativos sobre los alcances del tema laboral, criticaron en voz baja, pero apenas salieron del cascarón, mientras que los mercados siguieron vendiendo bonos y llevándose los dólares. Kirchner suele agrandarse para desviar este tipo de misiles de corto alcance y en todo caso, si se los sacó de encima, acaba de sumarlos a los que ya tienen en la mira un 2008 cargado de explosiones. Puntualmente en los tres episodios, el Presidente procedió igual, ya que dejó vociferar y mandó a decir por los Fernández cómo quería que fueran las cosas, en un papel que después de diciembre su naturaleza habrá de extrañar. Igualmente, todos saben que él ha sido el ideólogo de cada movida. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la clave estuvo en desarmar a Mauricio Macri antes de su asunción, o bien para mostrarle las armas de disciplina con que cuenta la Administración Central o quizás para que se tiente a una jugada que lo podría llevar al abismo: las presidenciales de octubre. Cuando el Presidente se reunió con él, se habló sólo de la derogación de la Ley Cafiero (la que impide que la ciudad tenga su propia policía) y no abiertamente del traspaso de los fondos que se necesitan para mantener en funcionamiento la División de Seguridad Metropolitana de la Policía Federal, que engloba las 53 comisarías porteñas, la pretensión de Macri. Con cara de “yo no fui”, Aníbal Fernández acaba de decir que “en todo caso habrá que aumentar los impuestos” y pícaramente tiró al ruedo comunicacional la dicotomía entre provincianos y porteños: “a ver qué opinan las provincias, ya que a ninguna se le paga la Policía”, chicaneó. Así, el ministro del Interior cambió los términos de la discusión, sabedor de que el Congreso, con mayoría del interior, deberá decir lo suyo. Desde el macrismo aseguran que el traspaso de los recursos es constitucional y que los 900 millones de pesos que hoy se gastan en la Policía para cuidar la ciudad no implican ninguna dádiva, porque ya están presupuestados. Y que si no se los quiere transferir es por la deficiente situación fiscal de la Nación, que busca echar mano a esos recursos para alimentar el superávit, bastante cascoteado por estos días. En medio del minué que bailan alrededor de Macri algunos candidatos, ya sea para embarcarlo en la elección de octubre o bien para requerirle su apoyo y ante la necesidad perentoria de definir las listas de diputados nacionales y del senador por el distrito, el macrismo siente que ha comenzado a perder la batalla argumentativa no sólo hacia el resto del país, sino también dentro de la ciudad de Buenos Aires. De allí, que se piense en una serie de acciones de difusión y esclarecimiento, que no excluyen nada, ni el llamado a una consulta popular, ni una marcha, ni tampoco un mensaje público del propio Jefe de Gobierno electo, contando su verdad. En cuanto a las declaraciones que hizo el Presidente en México sobre el fin de la llamada “doble indemnización” (1,5 veces), todo indica que fue un riesgoso gesto para agradar a los inversores, ya que sólo se verificará su caída de modo automático cuando efectivamente el Indice de Desempleo, sin considerar como ocupados a los beneficiarios de planes sociales, caiga por debajo de 10 por ciento. En este caso, fue Alberto Fernández quien salió a precisar el anticipo presidencial que le generó cierta esperanza a los empresarios, cuando dijo creer que recién “en la próxima medición (de la desocupación) ya debemos estar en un dígito y por eso el Presidente debe haber dicho eso”, aclaró sin referirse a si se necesita o no se necesita una Resolución que desactive el sobrecosto. Según un empresario que estuvo cerca de la delegación, lo más llamativo del viaje de Kirchner a México fue el grado de melosidad que tuvo la delegación argentina, tras más de cuatro años de congelamiento de relaciones, frente a los más importantes empresarios de ese país, en un grado diferente al que en otras ocasiones se utilizó en otros lugares. Quizás tanta enjundia presidencial fue para darle lugar a la estrategia de su esposa, la artífice del viaje, ya presentada como su segura sucesora, o probablemente porque el matrimonio ha comprendido que la falta de inversiones que expandan mucho más la oferta es una de las debilidades más ostensibles del futuro gobierno. La visita tuvo también sus condimentos políticos, ya que hubo una crítica muy fuerte de la Argentina al muro que los Estados Unidos extendieron en su frontera por cuestiones de seguridad, a la usanza de la que todos los jefes de Estado hacen en México y una invitación a este país para que se acerque al Mercosur, con lo cual Kirchner puso en primer plano la cuestión de los liderazgos, con las sombras de Brasil y Venezuela por detrás. En este sentido, el presidente Lula, condecoración mediante, intentará retomar esa “pole position” en tierras aztecas con su visita del lunes y el martes al presidente Felipe Calderón con quien hablará de un tema del que la Argentina está ausente, como es la producción de biocombustibles. El aspecto energético fue lo que le dio pie a Kirchner para mediar en una suerte de acercamiento diplomático entre Venezuela y México, cosa que Hugo Chávez acató casi de inmediato, como si hubiera estado conversado de antemano. La sucesión de apoyos explícitos al presidente venezolano había tenido inicio en España la semana pasada, cuando la Primera Dama pidió comprensión a los empresarios de ese país, en plena etapa del operativo seducción al prestamista de última instancia que ahora tiene la Argentina. Chávez llegará casi de incógnito el lunes por la noche a Buenos Aires sólo para cenar en Olivos e irse al rato para Bolivia. Usinas del Gobierno sostienen que el perfil de Cristina es más proclive al ABC peronista de otros tiempos (Argentina, Brasil y sobre todo Chile) y que le dejará a Néstor (y a Julio De Vido) el trato con la vecindad energética. El fin último, justifican, y así lo deslizó Alberto Fernández cuando dijo que “Chávez merece un reconocimiento, ya que siempre ha colaborado”, es recibir el cheque por la compra de bonos que hizo Venezuela. Esta “colaboración” del venezolano a tasas no de beneficencia, está ligada a la ausencia forzada de la Argentina en los mercados internacionales, otra debilidad derivada de la mala relación argentina con el mundo que ha potenciado la crisis de las hipotecas en los Estados Unidos, junto a los problemas locales del INDEC. Los títulos argentinos hoy están en una caída imparable, los dólares salen todavía a un precio viable y el riesgo-país, que otrora era similar al brasileño, ya más que lo ha duplicado, mientras que el año próximo hay vencimientos por 15 mil millones de dólares. En este punto, los especialistas recomiendan que prioritariamente la Argentina busque convencer con acciones de lobby cuerpo a cuerpo a algunos miembros del Club de París, hoy muy cerrado ya que se le deben unos 3.000 millones de dólares, para que operen desde adentro a su favor y para que ayuden a destrabar la situación que tiene maniatado parte del financiamiento. Una segunda opción, especulan, sería hacerle una oferta “ridícula” a los tenedores de bonos en default, 10 por ciento por ejemplo, para que aquellos que han comprado títulos por debajo de ese valor, que son muchos, dejen de presionar. Así, se calcula, que se podría achicar a la mitad la presión de los “holdouts”. Pero si la falta de inversión y de financiamiento son dos problemas graves a resolver con vistas a 2008, el más inmediato está a la vuelta de la esquina y es el que podría hacer retroceder nuevamente al Gobierno del centro del ring: el próximo lunes se dará a conocer la inflación de julio, su mayor talón de Aquiles de corto plazo, sobre todo si persiste en la tozudez de mantener incólume un índice de precios que va a contramano del sentir y del bolsillo de la gente. (DyN)
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