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 domingo, 24 de junio de 2007  
Estancias: confort sin fronteras

Romina Pieroni

La variedad de atractivos de la geografía argentina funciona como un imán para inversores de todo el mundo que apuestan al turismo. “Encandilados por paisajes conservados en estado puro, el turismo rural pasó a ser uno de los productos turísticos no convencionales que más los atrae. Apuestan a brindar un servicio personalizado, con los más altos estándares internacionales”, aseguró Lisandro de la Colina, director de la Guía Tierra Buena, la más completa fuente de consulta de alojamientos boutique en todo el país.

Atrapados por un abrazo de la noche estrellada de los Valles Calchaquíes, por una embarcación flotando a la deriva en los esteros litoraleños, por el derroche de sabores de la Patagonia o el abrazo desconocido de la Pampa entibiada al sol, muchos extranjeros eligieron quedarse en algún rincón de la Argentina. Además, no quisieron guardar el secreto del tesoro descubierto sino que apostaron a la actividad turística, que para ellos no sólo es un negocio sino una pasión por el servicio de excelencia.

“No son inmigrantes porque se identificaron con muchos aspectos de la cultura y las costumbres de la región en la que decidieron echar raíces. A la sencillez y calidez de la población local le sumaron su experiencia en el turismo internacional, su saber gastronómico y la calidad de los servicios que se aprenden en las escuelas internacionales. En todo encuentro un amor especial por el país y sus atractivos”, sintetizó De la Colina.



Terruño mendocino

Un traslado marcado por los imprevistos trajo a un viajero holandés a tierras argentinas. Encandilado por los paisajes, la variedad de recursos naturales y la benevolencia del clima, Mijndert Pon decidió que la actividad vitvinícola al pie de la cordillera de los Andes podía convertirse en una posibilidad que le daría numerosos frutos. Así nació la Bodega Salentein y con ella, la restauración de una gran casa centenaria para uso de los enólogos y agrónomos.

Poco tiempo fue necesario para descubrir que muchos visitantes encontraban un placer especial en recorrer los caminos infinitos de vides, descansando en la silenciosa noche mendocina, y así nació la posada Salentein, integrada a la finca La Pampa. La apuesta turística fue semilla que también creció como sus vides: se reciclaron a nuevo otras dependencias y se construyó un amplio y cálido comedor que invita a detenerse frente a sus ventanales para ver cómo se tiñe el cielo con el paso de las horas.

Las ocho habitaciones están ubicadas en dos casas de campo llamadas Los Sarmientos y Los Zarcillos, con una capacidad máxima de 20 personas. Lorena Cepparo y su esposo, Fernando González Villanueva, son los encargados de que los visitantes experimenten emociones nuevas en las variadas degustaciones de la bodega, en las amplias caminatas por los viñedos y las cabalgatas por la añosa arbolada de la finca San Pablo, a 1.700 metros de altura.

Además, ningún turista puede dejar de visitar la Capilla de la Gratitud, construida como gesto de agradecimiento a los pobladores locales, siempre listos para extender la mano en un saludo cordial y sumarse a una conversación. Dos galerías de arte componen el espacio cultural Killka, un fenómeno artístico en medio del valle, donde conviven una muestra permanente de arte argentino contemporáneo y muestras itinerantes, con un fin de mecenazgo que ayude a crecer a artistas jóvenes de la región.

“El espíritu de la posada Salentein apunta a que los huéspedes se olviden del mundo exterior y se dediquen a disfrutar de un paisaje magnífico, con servicios a la altura de las expectativas más exigentes”, sintetizó Lorena Cepparo. “Esto se logra a partir del servicio personalilizado ya que organizamos las actividades según las preferencias de las personas que nos visitan. Nosotros nos sentimos en nuestra casa, y queremos que ellos perciban que son nuestros invitados preferidos”, agregó.



Paisaje extendido

En Salta el destino se vuelve montañoso, se hace canción de viento permanente, melodía que no tiene nada de fugaz y que siembra pasiones por los frutos de la tierra. Sus extensas tierras vírgenes enamoraron al empresario vitivinícola Donald Hess, quien supo descubrir el potencial de las montañas que lo rodeaban, como un colonizador, y apostó a producir vinos de excelencia en las coloridas extensiones vírgenes, las más altas del mundo. “Toda mi experiencia en la actividad vitivinícola en Estados Unidos, Australia y Sudáfrica me ayudó a confirmar que la Argentina tiene muchísimo potencial, no sólo por las condiciones del viento, la tierra y el agua, el color y el aroma de las uvas, sino por la dulzura de su gente. ¿En qué otro lugar las personas se saludan diariamente con un beso?”, se preguntó.

Su ambicioso plan incluyó a la estancia Colomé, hotel rural de lujo en medio de 39 mil hectáreas intactas de viñedos biodinámicos y sembradíos de alimentos naturales. El casco fue encomendado en 1830 por orden del último gobernador español de Salta, Nicolás Isasmendi de Echalar, y dos décadas después ya se cosechaban vides de malbec y cabernet sauvignon que hoy siguen dando frutos.

“El paisaje es impactante. En medio del imponente entorno de los Valles Calchaquíes aparece la estancia, casi como un espejismo. Pese a estar en un terreno que puede considerarse inhóspito, el confort, la calidad de la atención y la hotelería excede ampliamente el canon de un servicio estándar”, aseguró De la Colina, impulsor del turismo de estancias, posadas y hoteles boutique, con diez años de trayectoria en la difusión de los distintos destinos a través de la Guía Tierra Buena, aliada estratégica de la revista Lugares y la Secretaría de Turismo de la Nación.

Para De la Colina, además de la obligada visita a la bodega, vale la pena disfrutar de una cabalgata en un caballo criollo, practicar trekking por los circuitos autoguiados en los cerros y viñedos, conocer la cancha de tenis, el putting green, el microcine y el museo de vides. La capital salteña tiene brillo propio que hay que conocer integrado con el ritmo de sus habitantes, que saben respetar la naturaleza y convivir con ella. Papyrus es un hotel boutique con diseño aterrazado, construido al pie del cerro San Bernardo. Sus once habitaciones presentan vistas privilegiadas y cada una fue bautizada con el nombre de una especie vegetal. En el marco del crecimiento del turismo internacional y el valor agregado que para éste significa la atención personalizada, decidieron ir por más. Tuvimos la suerte de poder comprar los terrenos que estaban alrededor de la casa, hasta alcanzar nuestro sueño, el hotel Papyrus”, agregó.
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Las estancias permiten al turista estar en contacto con la naturaleza.

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