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domingo,
24 de
junio de
2007 |
Hacen falta más indultos
Por Carlos Duclos ¿Pero es que acaso importa ciertamente el destino del hombre común para el dirigente argentino, sea éste del orden público o privado? Si la respuesta a semejante interrogante fuese positiva, sería menester formular una segunda: ¿por qué importa y en razón de qué adquiere relevancia este sujeto que, como aquel hombre de Scalabrini Ortiz, muchas veces está solo y espera? Si hemos de considerar las actitudes de los líderes del orden privado se advertirá que en general la empresa no es sino, para tal líder, no una estructura económica financiera al servicio de la economía o del bien común, sino una mera herramienta útil a los fines del poseedor del capital. Basta echar una mirada no sólo a la mano de obra, sino a los usuarios y consumidores argentinos, para advertir que, excepto escasas instituciones privadas y personas que las dirigen, la ocupación y preocupación del capital y el capitalista argentino es el rédito y el axioma floreciente es: el fin justifica los medios.
Lo trágico históricamente para la sociedad argentina, y seguramente para otras sociedades subdesarrolladas como ésta, es que los representantes estatales han renunciado a la tutela que les corresponde, es decir a ejercer obligatoriamente el amparo al ciudadano sometido a actitudes vejatorias de su dignidad como ser humano por parte de los sectores privados. Este prólogo sirve entre otras cosas para considerar, brevemente, la permanente costumbre de la diatriba, el insulto, la agresión política entre los diferentes sectores políticos del país que han sido y siguen siendo más notorios en víspera de elecciones. Ahora bien, si en realidad importara a algunos políticos argentinos el favorable destino social, es indudable que tales agresiones no existirían y en su lugar se daría paso a entendimientos y encuentros tendientes a elaborar propuestas conjuntas a favor de las personas.
Investigación de títulos. La clase política argentina muy pocas veces ha tenido en cuenta lo que sostenía como necesidad un observador de la realidad hace pocas horas: “En política es necesario realizar al menos un indulto semanal”. Pero contrariamente a esto, sucede que en el país se persiste en la suicida y disparatada idea de tomar venganza hasta por las figuritas robadas al funcionario de turno en la escuela primaria por el adversario. Claro que esta cultura del desencuentro y la agresión se morigera, hasta trocarse en alianza asombrosa, cuando los intereses son comunes. Desde luego que muy pocas veces, o mejor dicho nunca, estos intereses son los del pueblo.
En la desesperada búsqueda de flancos débiles para el escrache del adversario político, la sociedad argentina ha sido testigo hasta de la investigación sobre si las personas en realidad poseen títulos universitarios. Así, Telerman y Blumberg fueron pescados en la falta de usurpación de títulos. Claro que es muy común decirle doctor a un abogado, aunque en realidad sean muy pocos los abogados que ostentan tal título, pero esto poco importa mientras el “doctor” no meta las narices donde no le conviene a la corporación. Y es más, si se investigara en muchos estratos gubernamentales de todos los tiempos se advertiría que muchos aceptaron ser llamados doctores sin serlo. ¿Cuántos sellos en el foro santafesino incluyen el título de “doctor” cuando sólo correspondería el mero “abogado”? Si los funcionarios se dedicaran a investigar los delitos con el mismo empeño y la misma sagacidad y olfato que usan para investigar al adversario, cuántas tragedias se evitarían, ¿verdad?
La campaña. Salvo algunas argucias y agachaditas que nunca faltan, no puede decirse que la provincia de Santa Fe sea escenario, hasta el momento, de discursos agresivos. No obstante, cabe señalar que en los últimos días parece que algunos dirigentes de la provincia de Santa Fe han abonado el rumor de que Hermes Binner arremetería contra la burocracia santafesina, esto es, que haría peligrar la estabilidad y el recurso de vida de miles de capitalinos. La noticia publicada por este diario el viernes sobre la inquietud de los santafesinos señala: “Esa preocupación Ωhábilmente abonada por una serie de rumoresΩ tenía un común denominador: que el socialista le recortaría privilegios a la capital, que gobernaría desde Rosario o directamente que mudaría la administración de la provincia a la ciudad del Monumento a la Bandera”. Esto obligó a Binner a anunciar la compra de una casa en Santa Fe para su establecimiento en esa ciudad, e impulsó a algunos socialistas a varias aclaraciones. La verdad sea dicha, nadie creerá que porque Binner sea de Rosario (por adopción, porque es rafaelino de nacimiento) la emprenderá contra los habitantes de Santa Fe desmantelando toda una estructura y dejando en el desamparo a miles de personas. Menos creíble aún es el traspaso de la capital a Rosario. De manera que el rumor es una pobre maniobra para impedir el avance electoral del socialista. Hubiera dado más frutos a quienes hicieron rodar la versión, sin necesidad de penumbrosos trascendidos, cómo harán para bajar el índice delictivo que ya es muy preocupante en la ciudad de Santa Fe, cómo harán para fomentar las fuentes de trabajo sin que aumente la industria de la burocracia a veces inútil y perjudicial y cómo harán para modificar una realidad socio-cultural inquietante. Es necesario sacar de la ciudad de Santa Fe el asiento de organismos y empresas estatales y ello no supone dejar sin trabajo a nadie; por el contrario, si el proyecto es planificado adecuadamente, importa mejorar las condiciones laborales de muchos agentes y mejorar muchos servicios, con lo cual se beneficiará la comunidad toda de la provincia.
Pero pese a estos enfrentamientos verbales de los que son testigos los argentinos, la sociedad le va dando la espalda a estos métodos y modas. Hoy en Capital Federal ganará Macri y en Tierra del Fuego una rosarina y del Ari, Fabiana Ríos, demostrará con el caudal de votos que seguramente obtendrá, que para nada sirvieron las chicanas del oficialismo. La excelente elección de Ríos (que podría hasta ser triunfo) pondrá de manifiesto, también, que la coalición de Lilita Carrió es un fracaso, que el Ari puro sigue teniendo su fuerza y que los coalicionistas no tendrán más remedio que volver a las fuentes.
Ciertamente, y como dijo un dirigente rosarino del Ari: “Salir en los medios para denostar al adversario no construye nada y la gente eso lo advierte y lo rechaza. Nosotros hemos elegido el camino del acercamiento, en este caso con Binner y Lifschitz, para participar de una acción que ayude a mejorar la situación social y sin agredir a nadie”. Muchos políticos deberían poner en acción lo del observador al que se aludió en el inicio del comentario: Un indulto todas las semanas por el bien social. Para eso, claro, hay que tener grandeza.
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