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 domingo, 24 de junio de 2007  
El actor cuenta cómo es su personaje de villano en “El capo”, de Telefé
Hugo Arana: “Tenemos una zona oscura y no la mostramos por miedo y cobardía”
El profesional, que se luce en el rol de Don Chicho en TV, elogió la búsqueda actoral

Pedro Squillaci / Escenario

De un gay estereotipado a un capo de la mafia. Hugo Arana no tiene límites a la hora de la actuación. Fue el divertidísimo Hugo Araña y El Groncho en “Matrimonios y algo más” y ahora es Don Chicho Mastrogiuseppe, el hombre al que no le tiembla el pulso para mandar matar en “El capo”, la tira de Telefé, que va diariamente en horario central. Pero aunque los personajes sean distintos siempre hay una veta que este experimentado actor transita por la misma sintonía: la calidad.

“Mi tarea es este oficio y cuanto más conductas construya mejor. Es como un cocinero, busco el goce del paladar, y no quiero comer hamburguesas todos los días”, dijo Arana con su habitual toque campechano en diálogo con La Capital.

—¿Qué registro tuvo que abordar para hacer a este Don Chicho tan inescrupuloso?

—Y, en general, nada en especial, no estuve observando a nadie ni nada. En general no hay un solo camino para construir un carácter y una psicología, hay infinitos caminos y un mismo actor aborda diferentes maneras para crear una conducta. Yo me metí en algunos mundos del pensamiento que tiene que ver con lo negro, lo trágico, el dolor, la violencia, con las malas artes. Y me metí en recuerdos, en esa búsqueda que tiene que ver con esa zona oscura que todos tenemos y que generalmente uno no la ejerce por un hecho moral, por un hecho ético, por cobardía. Hay muchísimas razones por las que uno no saca el Hitler, el verdugo que tenemos. Uno no es violento por infinitas cosas, a veces por miedo. Más de una vez mataríamos, pero no lo hacemos por las consecuencias, es decir no somos limpitos de moral, el pensamiento está ahí.

—La tira aborda un cruce entre judíos, italianos y árabes, como un fresco de época...

—El personaje mío contó en un capítulo cómo nació la relación con Mustafá, su socio y padre de Omar Yariff, y habla de su infancia, de cómo eran tratados de chicos: como el judío miserable, el tano bruto y el turco ladrón. El dice que todos vimos a nuestras madres llorar por eso. Ahí uno puede, no justificar, pero comprender que un chico que se cría hostigado de esa manera puede empezar a generar un resentimiento de “ojo por ojo”. Es decir: “Ah, me engañaste, me la vas a pagar hasta el infinito”.

-Estos personajes tienen muchos grises, hasta este villano de Don Chicho aparece con un perfil muy humanizado....

 —Yo siempre estoy en conflicto con la frase “esa persona es muy humana”. Y con “los animales no hacen esas cosas”. Yo diría que el ser más vil y asesino es más humano que nadie, o sea es menos animal que los demás, porque el animal no hace esas cosas.

—Me refiero a que la gente que lo ve en la tele también distingue un costado menos negro y hasta se identifica con algunas actitudes.

—El costado negro lo tenemos todos, insisto, pero identificarse no significa seguir al pie de la letra lo que hace el otro sino reflexionar sobre qué pasa con los lados oscuros de uno, con el villano que uno contiene. Y es maravilloso poder encontrarse con uno. La vida debería ser un camino hacia uno mismo, aunque sean partes que te avergüencen y no quieras ver.

—¿No hay desde el vamos miles de prejuicios con la figura del villano?

—Por supuesto, generalmente los tenemos. Creemos que los malos van a andar por la calle demostrando que son malos. Hitler quería mejorar la raza, él no pensaba en hacer daño. Ningún malo piensa en hacer daño, entiende, a lo sumo, que tiene una misión algo mesiánica, que Dios lo ha elegido para eso. Y bueno, entonces, un loco enfermo hace lo que hizo Hitler.

—¿Se sacó la etiqueta de actor cómico que lució en tiempos de “Matrimonios y algo más”?

—Mirá, yo actué en 37 o 39 películas de las cuales 3 fueron comedias, y después, en la televisión, claro, un éxito masivo queda firme. Además el humor es sanador, mejora la circulación y la gente lo ve con cariño. Pero mi tarea es este oficio y cuanto más conductas construya mejor. Es como un cocinero, busco el goce del paladar, y no quiero comer hamburguesas todos los días, quiero mezclar especias. Yo no estoy fijado al humor ni al drama. El teatro es un espejo de la vida, podemos hacer un chiste en un velorio, pero hay un dolor, y eso está ahí, todo junto.

—¿Pero la gente no lo encasilla más con el humor?

—En teatro hice de todo, drama y humor, y no seré yo quien diga que lo hago muy bien, yo sé que lo transito. Ahora lo que le pase a la gente, y no lo digo por toda la gente porque no me gusta generalizar, pero lo que le pase a alguna gente es una necesidad de ellos. Hay algo antropofágico en muchos, se lo quieren devorar a uno, quieren que seas como ya te han creado en su ilusión. Y si uno es distinto se sienten traicionados. Pero es una cuestión de alguna gente y a mí no me preocupa para nada.


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Hugo Arana es un actor todoterreno que apuesta a la versatilidad en sus interpretaciones.

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