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domingo,
24 de
junio de
2007 |
Un cura sanador y sus fieles coparon Newell’s
Cientos de personas potenciaron su fe en el encuentro que ayer presidió el conocido sacerdote carismático colombiano Darío Betancourt en el estadio cubierto de Newell”s, y que se extenderá hoy durante todo el día. Abrigados, mate en mano y atentos, los fieles siguieron desde las gradas las lecciones del cura sanador. Además, participaron de la misa y del esperado momento de las bendiciones.
Gente de todas las edades, de Rosario y localidades vecinas, llegaron a la reunión para pedir o agradecer, por primera vez o no, pero todos aferrados a la fe y convencidos de que la oración puede mover montañas, más allá de la referencia bíblica. Desde el escenario, Betancourt captó desde el primer momento la atención con la destreza de un pedagogo, yendo y viniendo por los caminos de la inducción hasta lograr plasmar los conceptos entre los participantes.
“¿Qué diferencia hay entre un discípulo y un alumno?” arrancó el sacerdote que milita dentro de la llamada Renovación Carismática, corriente interna de la iglesia católica que exterioriza el gozo, la fuerza y el poder del Espíritu Santo, tal como lo vivenciaban las primeras comunidades cristianas. Y no se detuvo hasta cristalizar la idea que todos celebraron con aplausos: “Discípulo es el que cree y vive lo que cree”
Betancourt, que hizo la apertura del encuentro con un poncho que ayer le trajeron de regalo desde Entre Ríos, tiene en la voz un recurso que no desecha y que en los momentos de síntesis de su prédica logra arrancar aplausos. “No se puede decir que uno es cristiano a su manera”, tronó desde el escenario para marcar el terreno de la conducta de un católico, y logró encender una vez más el entusiasmo de sus seguidores.
El sacerdote fue categórico al hablar con La Capital del poder de la oración. “Es usar el poder de la fe en favor de los hermanos que necesitan algo”, aseguró. Y dijo que la plegaria de intercesión es la herramienta más poderosa, “es el canal por el cual Dios se derrama y derrama la gracia que se pide”, ilustró.
A Dios rogando
Marta logró colarse hasta el paso del sacerdote, extendió la mano con un rosario y le pidió la bendición. “Le pedí porque tengo que operarme, estoy enferma y por eso perdí mi trabajo en una escuela”, relató la mujer y dijo que también acudió porque su hijo es alcohólico. Perla llegó ayer al encuentro porque la invitó una amiga y también hizo cola para acercarse a Betancourt, ya que estaba alejada de Dios desde hacía mucho tiempo.
Julieta es adolescente y aguardó su turno junto a su tía, que tiene mucha fe y le presentó a Betancourt a su hijo de 14 años que desde hace un mes y medio sufre un dolor muy fuerte de estómago. Con una bolsa de estampas en la mano, Ana María Frigerio logró casi una exclusiva con el cura, de quien es fiel seguidora desde hace años. La mujer integra desde hace 25 años la Pastoral Penitenciaria de la Unidad 3 de Rosario.
“Muy pocos conocen que existe la Pastoral entre los hermanos encarcelados, a pesar de que Jesús estuvo preso”, dijo Ana María y agregó que con sus propios ojos vio “sanaciones extraordinarias” en las reuniones de la Renovación Carismática. “Si no las hubiera visto, como Santo Tomás, no hubiera creído, así que para mi fue un golpe muy fuerte”, explicó.
Francisco Capel pertenece a la comunidad de la parroquia que organizó el encuentro, Nuestra Señora de las Nieves, de Buenos Aires al 4800. El hombre no puede ocultar su entusiasmo cuando relata una experiencia que le tocó de cerca en la anterior visita del sacerdote a Rosario, en 1994. “Pude comprobar que no hay nada arreglado entre las sanaciones, porque para sorpresa nuestra, se curó una persona que yo mismo había invitado”, relató.
La emoción se adueño del estadio y el sacerdote volvió a sorprender a sus fieles, como seguirá haciéndolo hoy.
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