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sábado,
10 de
marzo de
2007 |
Confianza y seguridad, bases para entender el tiempo del jardín
El proceso de integración, con horarios reducidos, no siempre es comprendido
Marcela ISaías / La Capital
“Mi hijo no llora más, ¿por qué debe seguir viniendo menos tiempo?" Quizás esta sea una de las preguntas más escuchada por parte de los padres, en los primeros días en el jardín de infantes. Y aunque las maestras expliquen una y otra vez en qué consiste el Proceso de Integración Inicial, antes se conocía como adaptación, los adultos insistirán en extender rápidamente estos tiempos.
Que no llore no significa para nada que el nene o la nena esté convencida a pleno de estar en el jardín, que no se angustie”, dice Stella Avila, directora del nivel inicial del Colegio San Patricio de Rosario, docente del profesorado y una especialista en el área. Enseguida explica que hay otras manifestaciones del chico para mostrar que aún no está totalmente convencido de su paso por la salita.
Según explica, en este período donde padres y familiares ven complicados sus horarios de trabajo, se estructuran nociones de tiempo y espacio, “para familiarizarse con la maestra, con otros compañeritos, con el lugar donde aprenderá, y para que su paso por el jardín sea placentero”.
La directora del San Patricio entiende que estos tiempos “deben ser flexibles”, y por tanto cada sala, según las edades, deberá saber cuál es el momento indicado para completar el horario.
Hace años —recuerda Stella Avila— se pensaba que la sala de jardín de infantes “era el lugar para que los chicos pasaran el tiempo y sólo jugaran”. Y, aunque en realidad muchos papás todavía sostienen esta idea, la profesora asegura que en el nivel inicial el juego ocupa un lugar de privilegio como motor para aprender.
A la hora de sugerir cómo pueden ayudar los papás en este tiempo, dice de manera general que es bueno conversar con los chicos, respetar a quienes no siempre cuentan todo lo que hacen, acercarse cuando sea necesario para hablar con la maestra y cumplir con los horarios de entrada y salida, para respetar los tiempos de organización de las clases y la sensación de frustración que sienten los niños cuando quedan esperando.
María Renée Candia es especialista en el nivel inicial, cientista de la educación (UNR) y docente del profesorado que prepara a futuras maestras jardineras. Asegura que este “acomodamiento” inicial corre tanto para los chicos como para los adultos. Unos y otros deben acomodarse “a una situación nueva, a nuevos espacios y materiales, compañeros y a otros adultos del jardín, para de a poco y, en el marco de una relación de confianza y seguridad, construir vínculos para conformar un grupo”.
Sentirse parte del grupo
También coincide con Stella Avila en que la ausencia de llanto no es sinónimo de conformidad: “Un niño que no deja sus pertenencias en el perchero, que no juega con otros, que está aferrado a la pierna de la maestra, es un niño que aún no se ha adaptado”. En cambio, “cuando el niño logra elaborar la separación que implica estar en el jardín sin sus padres, cuando se siente parte de un grupo, cuando lo escuchamos decir ´mi´ jardín, ´mi´ seño, ´mis´ compañeros, es que ya se ha apropiado del espacio, ha construido vínculos con sus pares y maestra”.
Esto explica para Candia la necesidad de pautar tiempos progresivos de ingreso del niño al jardín. “El sentido del horario reducido es que el niño se quede con ganas para volver con entusiasmo al día siguiente”, dice sobre un proceso que asegura se hace en base a “la confianza y seguridad”.
Pero la educadora considera que es importante que se comprenda que en este tiempo “se construye una nueva relación entre los niños y sus padres con la institución, como también del jardín con estas nuevas familias; y esta relación es posible sobre la base de la confianza y seguridad mutua”.
Hoy no hay dudas de que el paso por el jardín (el nivel inicial es obligatorio en la Argentina desde los 5 años) es decisivo en el futuro escolar de los chicos. Estudiosos y organismos expertos lo señalan como la garantía de un buen tránsito por los demás años de la escolaridad y aconsejan a los gobiernos la atención de este nivel desde edades más tempranas, en especial para los sectores menos favorecidos.
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"Que no llore no significa que el chico esté adaptado al jardín", dicen los especialistas.
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