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 sábado, 10 de marzo de 2007  
Opinión. El deterioro escolar en el discurso de la institución inclusiva
El fracaso de un modelo educativo
Hay mucho por hacer en las aulas, pero aún falta abandonar el sistema impuesto por la ley federal

Fernando Pisani (*)

Si últimamente en los primeros meses de cada año la escuela secundaria es puesta en el banquillo de los acusados debido a los bochazos masivos en los exámenes en el ingreso a la universidad, en este año el propio Ministerio de Educación de Santa Fe intentó ponerla en la picota, con una circular enviada a las escuelas donde exponía estadísticas que “muestran altos porcentajes de fracaso escolar”, y reclamando a docentes y directivos “una escuela más inclusiva”.

Nadie duda que hay mucho que hacer desde nuestras aulas para mejorar los aprendizajes. Pero las cifras evidencian el fracaso del modelo de escuela y de sistema educativo propuesto por la ley federal, del cual la actual gestión ministerial fue parte y sigue siendo defensora.

No por casualidad se niegan a realizar los cambios promovidos desde la Nación y que hace años reclaman las escuelas. Ni su “olvido” de que inclusión sin calidad, o peor aún, inclusión a costa de la calidad, es una estafa a los alumnos, a los padres y a la sociedad, aunque den números bonitos, que ni aún así, alcanzan.

Es que, por citar una de estas estadísticas, la repitencia alcanza al 13 por ciento de los alumnos en el 8º de la EGB, un dato que lejos de mejorar crece año a año. La cifra se repite luego en el polimodal.

Buena parte de este fracaso se debe a la pobre preparación promovida por el modelo que primarizó los primeros años de la vieja secundaria, bajó su nivel de exigencia eliminando los exámenes y las disciplinas, como historia, geografía, química, física, biología; intentando con ello facilitar la retención y la promoción, obligando a los docentes a utilizar parte del año a dar contenidos que deberían darse en años anteriores (con lo que se baja aún más el nivel educativo) y luego entramparlos en una disyuntiva grave: hacer pasar los alumnos sin que sepan lo que deben, o desaprobarlos y con ello causar los riesgos, en este contexto de displicencia ministerial y ley de la selva social, de incrementar la sobreedad, la repitencia y el abandono.

Pero es más grave. Esta política noventista que destruyó la identidad de las escuelas primarias y secundarias y desarticuló el sistema educativo, promovió mayor exclusión social a la hora de la titulación. Porque tener un título de primaria aprobada, si bien no era lo mismo que en épocas de nuestros padres y abuelos, al menos era algo.

Pues bien, ninguno de los alumnos que terminó el séptimo año pudo obtener el certificado de primaria aprobado, pues la escuela primaria tuvo prohibido darlo: esos alumnos sólo podían recibir el certificado si terminaban la EGB, el 9º año. La verdad es que una buena parte de ellos no terminó, se quedó en la nada, sin el certificado de la EGB y sin el de la primaria.


Recetas trágicas
Todo esto con el drama que significa en una sociedad que ya reclama el título de la secundaria para conseguir trabajo: multiplíquese esa cifra por los años que hace que está ese modelo y tendremos sólo una pálida idea de la tragedia que provocan estas recetas. Pero lo que vivió, vive y vivirá cada alumno “que fracasa” y sus familias, no es cuantificable.

Esto lo sabíamos desde 1993. No había que ser un experto para ver a dónde conducía la ley federal que destruyó las escuelas técnicas e hizo desaparecer los títulos técnicos de nivel medio, fiel a un modelo de país que casi todos queremos olvidar.

A partir del 2003 hubo nuevos aires, incluso por un efímero período en Santa Fe (2004 y parte del 2005), sin embargo la actual gestión paró todos los cambios que se empezaban y terminó dando la espalda a lo votado por la propia provincia y las demás jurisdicciones, como la ley de educación técnico profesional, que a casi dos años se niega a adherir y a aplicar, así como se han negado a realizar cambios para poner a Santa Fe en consonancia con la nueva ley de educación.

Las palabras del ministro Filmus: “La educación es un eje central y si queremos un mañana mejor hay que destinar los recursos a la enseñanza", parecen de otra galaxia, o el ministerio santafesino de otro país, con su política de no cubrir las horas y cargos que se necesitan, incluso para su modelo de ley federal, con docentes reubicados en cualquier lado para no perder el trabajo, pagando las consecuencias los alumnos y sus aprendizajes.

También se niega a recuperar las eliminadas tecnicaturas de las escuelas técnicas, tan necesarias hoy, como técnico mecánico, electricista, químico, electromecánico, en aire acondicionado y refrigeración, entre otros. El impacto de esto en el proceso de reactivación económico y de reconstitución del tejido social es grande, aunque no se vea en lo inmediato.

Además a las escuelas medias les negaron la vuelta a planes de estudios integrales y coherentes de cinco años como mínimo, basados en las disciplinas, que preparen bien para los estudios superiores y para la inserción en el mundo del trabajo. La actual gestión sigue manteniendo la escuela polimodal, que reduce el período de formación de los alumnos en la secundaria a sólo tres años, pues los otros dos se primarizaron, aún cuando estén en una escuela secundaria.

Es difícil lograr una escuela que incluya con calidad. Pero imposible con el actual modelo. A diferencia de otras provincias que comenzaron con los cambios, aquí se sigue profundizando el modelo (esto es comprobable con sólo mirar la división orgánica ministerial que aprobó esta gestión ni bien asumió, haciendo depender los primeros años de la secundaria de la EGB).


La transición
Es cierto que más de una vez han dicho que este año será de transición. Pero la palabra transición oculta que no se hace ni hará nada, se deja todo por hacer al gobierno que viene. Aunque en realidad algo sí se hace: defender el modelo de escuela guardería, como se vio con la determinación intempestiva de promover automáticamente de los alumnos de primer año de la EGB. Esta decisión, en otro contexto, en base a otro modelo de escuela y normado antes de empezar el año tiene otra mirada, muy diferente a lo que se hizo: tapar su fracaso y ocultar que las cifras de repetidores, del primer año de la EGB eran mayores que las de la secundaria.

Por estos días, en las paredes del Normal 1 (Corrientes y Mendoza) apareció una consigna, sin firma, pintada con grandes letras: “Educación: otro año perdido”.

Ya sería aleccionadora si se refiriera al 2006, que lamentablemente se perdió para perjuicio de nuestros alumnos y escuelas. Pero esto es peor. Hoy, en los inicios del 2007, el sentimiento generalizado, y más que sentimiento, certidumbre, es que deberemos soportar otro año viendo cómo se hunden nuestros alumnos víctimas de un modelo de sistema educativo al que ya la Legislatura y el Gobierno Nacional escribieron su certificado de defunción.

Es desesperanzador que la única consigna que podamos tener sea aguardar hasta que termine la actual gestión —con la esperanza e incertidumbre que la que venga sea distinta— y dedicarnos a resistir mientras tanto para que el daño que siguen produciendo sea menor.



Docente del Instituto Politécnico (UNR) y de escuelas técnicas de Rosario. Ex director Provincial de Educación Media y Técnica.

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El 13 % de los chicos que cursan el 8º de la EGB repite el año. Un dato que confirma los malogrados cambios de los 90.

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