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 sábado, 10 de marzo de 2007  
Rosario se está quedando sin playas
Sólo queda una angosta franja de arena en La Florida y el balneario frente a Rosario Central

María Laura Favarel / La Capital

La costa rosarina se ve amenazada por la incesante crecida del Paraná, que ayer superó el pico que se esperaba para mañana, estimado en 4,78 metros, y llegó a los 4,83 metros según la última medición realizada por Prefectura a las cinco de la tarde.

La consecuencia más visible es el avance de las aguas sobre la costa, que está haciendo desaparecer las playas de la ciudad. Sólo quedan dos balnearios que conservan algo de arena. Uno es privado y el otro es La Florida.

Como si esto fuera poco, la numerosa presencia de camalotes y la notable corriente anuncian que el agua seguirá creciendo.

En los paradores de la isla se vive la misma situación. La mayoría está tapado por el agua. Un ejemplo es el popular Vladimir, que ahora es una pequeña isla en el Paraná rodeada de camalotes amenazantes.

La Capital recorrió ayer toda la franja costera y comprobó que en todos los clubes ribereños que antes contaban con zonas de playas, ahora ya no hay más arena. Apenas emergen las sombrillas de paja que antes albergaban a los veraneantes.

En la Rambla Catalunya el agua avanzó sobre las dos escaleras de piedra y los barrenderos recogen los camalotes que se amontonan sobre la orilla, ahora de cemento.

Además de las playas, la zona urbanizada de El Mangrullo, al sur de la ciudad, también se ve amenazada por la crecida. "Queda medio metro para que el agua suba a la superficie y empiece a invadir el barrio", dijo uno de los habitantes de la zona que tiene un puesto de comidas en la orilla del río.


Camalotes preocupantes
Los camalotes que llegan arrastrados por la corriente avizoran que el río seguirá creciendo Aparecen como pequeños grupos de hojas que se asoman sobre el agua y en pocos días forman casi una isla

Actualmente, frente a la ciudad asoman cientos de pequeñas plantas flotantes. Con ellas arrastran deshechos, animales muertos y hasta troncos de árboles que ocasionan peligro a la navegación.

Los camalotes se amontonan junto a los árboles, los amarraderos y hasta recubren las defensas de los muelles. "Nunca se había visto algo así", explica Carlos Degiorgi, director de la guardería náutica ubicada frente al Club Rosario Central, quien opina que el río seguirá creciendo porque "si sigue lloviendo en los campos, el agua continuará drenado hacia el Paraná".


Casas derrumbadas
La situación en las islas no es muy diferente El agua avanza sobre ellas sin piedad destrozando todo lo que encuentra a su paso casas paradores arcos de fútbol árboles y hasta juegos de niños

Lo que antes eran sitios de esparcimiento, amplias zonas para tomar sol o disfrutar de un asado al aire libre, ahora no son más que piletones de agua sobre los que asoman los resquicios de un pasado diferente.

El travesaño de un arco de fútbol, los palos del amarradero, la red de vóley y hasta tejas de algún techo que cubría una casa o un bar, apenas se adivinan sobre el nivel del agua.

Los bares que había cruzando desde La Florida ya no existen. Y si todavía alguno queda en pie, la gente de la zona le da pocos días de vida, ya que el agua "les está tocando la puerta".

Sólo se salva el popular parador Vladimir, que cuenta con apenas un margen de costa y el amarradero para las barcas que allí se detienen.

Mientra tanto, la población de embarcaciones sigue creciendo y cada vez son más los rosarinos que disfrutan del río, pero eso sí, desde una lancha, un barco o un velero. Los demás deberán mirarlo de lejos.
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