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viernes,
02 de
marzo de
2007 |
Reflexiones
Un siglo de La Salle en Rosario
Por Raúl Pedemonte
La educación es transmisora de un patrimonio cultural que da cohesión y crea vínculos de pertenencia y solidaridad. Más allá de la formación académica y la contención social, la escuela es el lugar donde se abre el sentido de la vida y acompaña el crecimiento y el descubrimiento del amor, la verdad, la justicia, la belleza y la participación. Apostar por la educación y crear el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Reims, Francia, 1780) fue el gran desafío de Juan Bautista de la Salle en un medio de graves desigualdades sociales. La Salle planificó la escuela como función educativa-social, de espacio público, de encuentro fecundo y creativo en torno a los saberes: saber conocer, saber hacer, saber ser y saber compartir un horizonte en el que se reconoce y valora, defiende y respeta la dignidad de la persona humana.
Fieles a ese carisma llegaron a Rosario en 1907 los tres primeros hermanos lasallanos, iniciando la tarea educativa y pastoral en la escuela parroquial de la Inmaculada Concepción y en la escuela San José del entonces populoso barrio obrero de Refinería hasta la actualidad en el tradicional colegio La Salle de Mendoza y Alem. Desde aquel humilde comienzo a la pujante realidad de hoy han sido años de esfuerzo y trabajo compartido de hermanos y seglares en la preocupación de conocer y atender las necesidades de tantos niños, adolescentes y jóvenes confiados a los educadores lasallanos que siempre buscaron las formas y los métodos pedagógicos, dinámicos y creativos más afines a la realidad existente.
La pedagogía lasallana constituyó en cada momento un desafío de servicio y de vanguardia, convirtiéndose en una fuerte y permanente influencia en el ámbito de la educación popular, centrando su amor en el alumno y la formación profesional de los maestros que dan sentido a la acción escolar. La obra educativa lasallana en el espacio de estos cien años, con modalidades y estilos diversos (de hermanos de sotana y cuello blanco o de traje posconciliar y de seglares en misión compartida y por asociación) ha mantenido siempre su ideario fundacional, brindar a los alumnos una educación integral que trate de desarrollar todas sus facultades: físicas, intelectuales, sociales, morales y religiosas para que cada niño, adolescente y joven pueda llegar a ser una persona libre, con juicio crítico, capaz de realizar lo mejor que Dios le pide en la vida y siendo útil a la sociedad que le toca vivir.
Cuando una institución como La Salle cumple 100 años es que tiene detrás un proyecto sólido. Este centenario significa celebrar el éxito de una misión educativa y de los valores humanos que comporta. La Salle ha desarrollado una metodología activa, acorde con los tiempos, cercana a los alumnos y a las familias y comprometida con el desarrollo cultural de la ciudad. Miles de rosarinos han recibido de los hermanos y seglares un estilo de persona, y valores para la vida. La Salle es un colegio de puertas abiertas, pleno de actividades de las más diversas características socioculturales, artísticas, deportivas, pastorales y de recreación porque la convivencia y la participación son el significado de su razón de ser. Pero La Salle en Rosario no sólo es un legajo de historia, es promesa de futuro que intenta estar siempre a la altura de los tiempos, adelantándose en la implementación de innovaciones educativas, tecnológicas y de infraestructura edilicia. Tiene claro que el objetivo final de su acción es la formación integral de la persona, desde la libertad, la creatividad y la aceptación de cada uno. Cien años en la vida de una escuela constituyen una meta largamente acariciada, un sueño casi inalcanzable. Pero al mismo tiempo significan también una inflexión, un relanzamiento hacia el futuro, un nuevo punto de partida con renovado empuje. No hace falta que comentemos cómo han cambiado en estos cien años los niños, los jóvenes, los docentes, la pedagogía, los planes de estudio, los libros... toda la sociedad en su conjunto ha sufrido una radical transformación.
En todo este tiempo La Salle ha ido acomodándose y a veces anticipándose a estos cambios. Pero en algo ha permanecido inamovible, y es en su deciviva vocación de servicio a la educación, así como en la fidelidad a sus principios básicos de educación de calidad, de trabajo responsable, de desarrollo y defensa de los valores humanos y cristianos, del reconocimiento de la importancia de cada persona, de la fraternidad, la no discriminación, la promoción de la justicia, la honestidad personal, la atención a los más necesitados, la solidaridad y el espíritu democrático respaldados por una herencia espiritual y pedagógica de más de tres siglos. La conmemoración del centernario de la obra educativa de los hermanos de La Salle traerá a muchos rosarinos nostalgia y emoción de los años vividos en el colegio pero también esperanza. Al La Salle, como se lo suele nombrar, le queda mucho futuro, le queda mucha vida por delante. Seguirá cambiando la ciudad, seguirá creciendo Rosario, seguirán cambiando los niños, adolescentes y jóvenes, pero tras las diversas realidades variables permanecerá inalterable el proyecto pedagógico lasallano que nos es para una época u otra sino para todos los tiempos, para los jóvenes, hombres y mujeres tan necesitados siempre de horizontes de trascendencia y solidaridad.
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