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 viernes, 02 de marzo de 2007  
El futuro de Cuba

Es probable que a un habitante común, no politizado del Viejo Continente, le llame la atención por qué una isla 90 veces más pequeña que los Estados Unidos y 25 que la Argentina, con una economía de monocultivo y sistema sociopolítico diametralmente opuesto al vecino anglosajón y al conjunto de países latinoamericanos, se haya convertido durante casi medio siglo en el enemigo declarado de las llamadas democracias neoliberales. Por supuesto que nada carece de explicación. Mientras existía el bloque socialista resultaba admisible que en el marco del antagonismo con la URSS, la mayor de las Antillas se constituyera dentro de la estrategia de la Guerra Fría en una nación hostil a los intereses de EE.UU. Sin embargo, cuando todos esperaban que junto al derrumbe del campo socialista, Cuba, considerada un satélite más, tuviera el mismo destino que los países europeos ligados al bloque, esto no ocurrió y el pequeño país del Caribe resistió con denuedo el embate que el país más poderoso del mundo y las Naciones Unidas, este último organismo evidentemente influenciado por el primero, ejercían sobre el gobierno cubano. Pasaron 17 años, desde el inicio del período especial iniciado en el 90 del siglo pasado por razones obvias, situación que sujetaba a la isla a una economía de guerra y consecuentemente el deterioro de las condiciones generales de la sociedad. Luego, el compromiso norteamericano con los exiliados de Miami y su importante voto impulsaron la profundización del bloqueo, iniciado por Kennedy durante su mandato, a través de las leyes propuestas por los legisladores ultraconservadores Torricelli y Helm Burton. En el terreno de lo ilícito se acentuaron los atentados, sabotajes y protestas de pequeños grupos disidentes que infiltrados por agentes cubanos se comprobó eran financiados desde el exterior.Hechos resonantes como los causados por los balseros eran más publicitados que los continuos y accidentados intentos de los "espaldas mojadas" mexicanos, que aún persisten y motivan la construcción de un muro, no tan cuestionado por la comunidad internacional e intelectuales como lo fuera el de Berlín. Cuando ya el problema cubano era una rutina frente a otros acontecimientos más graves como los de Afganistán, Irak, Medio Oriente e Irán, aparece un tercero y cuarto en discordia: Chávez y Evo Morales. Veinte años atrás no hubiesen durado 24 horas. En cambio se fortalecen con la aparición de nuevos líderes más independendistas. La ONU ya no condena a Cuba, muy a pesar del voto contrario de Estados Unidos e Israel. Entre tanto Fidel se enferma gravemente. Fluyen otra vez los comentarios, críticas, cuestionamientos a la Revolución Cubana. Gurúes, opinólogos, historiadores, etcétera, se suman a la cruzada democratizadora de la isla. Son miles de Bahía Cochinos verbales que se disputan la invasión liberadora. ¿Está muerto? ¿Volverá Cuba a sus glorias de casinos, prostíbulos, droga, mafia y algún batistiano hollará victorioso las blancas playas, para beneplácito del Gran Hermano vecino a sólo 90 millas? Nada. Silencio. Misterio. Cuba va y América latina está cambiando. Ya no quedan argumentos y como una letanía se repite que el bloqueo económico, y no con barcos de guerra como quiere significar alguno, es un mito que le sirve a Fidel. Entonces surge un interrogante, simple curiosidad, quizá de ese habitante común no politizado de la vieja Europa. Me lo imagino español diciendo: “Pues coño, ¿si el bloqueo beneficia a Fidel por qué no lo levantan?”.

Oscar Mario Ventura,

LE 6.016.559


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