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miércoles,
13 de
diciembre de
2006 |
Editorial:
Créditos, herramienta contra la pobreza
La concesión del premio Nobel al indio Muhammed Yunus instaló en el corazón de la información el pensamiento y la obra de este singular economista que, ajeno a la distancia con la gente que caracteriza a muchos científicos, destinó todo su talento a procurar un método eficaz para combatir el principal flagelo que corroe al planeta, la pobreza.
La excepcional idea de Yunus de situar como destinatarios del crédito bancario a los estratos más bajos de la pirámide social obtuvo notable y, para muchos, inesperado éxito. Pero su confianza en los más humildes -y sobre todo en las mujeres, blanco predilecto de sus "microcréditos"- le dio notorios réditos, aunque no económicos: es que la responsabilidad exhibida por quienes asumían el compromiso superó los niveles más optimistas. Y así, muchos que no lograban escapar del pozo simplemente porque nadie les había proporcionado una oportunidad dieron pruebas de que la apuesta de Yunus gozaba de pleno fundamento. La inmediata consecuencia social fue una disminución de las hirientes desigualdades que caracterizan a muchas sociedades en el llamado Tercer Mundo.
Como no podía ser de otra manera dado el suceso obtenido, las ideas de Yunus encontraron eco en la Argentina y también en Rosario. La red Grameen, que asiste a millones de pobres en todo el mundo a través de los "Bancos Solidarios" o "Bancos de los Pobres", está instalada silenciosamente en la ciudad desde hace ya cuatro años, lapso en el que benefició a 530 personas. Los microcréditos llegan hasta 500 pesos y para mucha gente esa suma, que no pocos contemplan como ínfima, ha sido el punto de partida de la salvación personal.
No pocos integrantes de la golpeada clase media, que sufrió enormemente las consecuencias de la crisis de 2001, han accedido a esta posibilidad y hallado por su intermedio una salida. Mucha gente con un oficio, con conocimientos e iniciativa vio, en efecto, que sin el empujoncito que constituye un capital -por chico que sea- no se pueden dar respuestas efectivas a la emergencia. "No me llamen desocupado sino desempleado, porque yo me ocupo", dijo uno de los beneficiados por la iniciativa. Pero muchas veces con la simple voluntad no alcanza y tal es la función de los microcréditos: apelar a la responsabilidad personal y brindar una chance.
Ojalá tan valioso emprendimiento crezca y se consolide. Contribuirá a recrear algo que la Argentina necesita como el agua: la cultura del trabajo, tan deteriorada por la dádiva constante y el clientelismo en boga.
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