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domingo,
10 de
diciembre de
2006 |
[perspectivas]
Un oráculo argentino
En "La rosa del tango", Juan Ignacio Prola imagina un mundo en que los argentinos son perseguidos y preservan su identidad en un libro
Sergio Arboleya
La desaparición territorial de la Argentina y el sostenimiento de rituales capaces de preservar la idiosincrasia de sus habitantes son los disparadores de la novela "La Rosa del Tango", del escritor de Venado Tuerto Juan Ignacio Prola, que acaba de publicar Ediciones Corregidor.
Enajenados del territorio nacional que fue rematado para pagar deudas internacionales producto de crisis y endeudamientos, los argentinos viven recluidos en guetos en Madrid y Miami, entre otras ciudades, donde procuran conservar sus rasgos distintivos a partir de elementos tan arbitrarios como la amistad, el dulce de leche, el mate y las películas de la dupla Olmedo-Porcel.
Prola dice que ese muestrario de objetos y rituales no alcanzan la estatura de valores. "La idea de valores me parece demasiada abstracta y yo siento que los argentinos no somos abstractos. Nuestras tradiciones y nuestras costumbres son bien concretas", advierte.
El elemento común que congrega a los argentinos es un libro oracular, "La Rosa del Tango", que apuntala una particular religión y que a partir de 36 himnos de la música ciudadana ("Naranjo en flor", "La última curda", "Sur", "Malena", "Afiches", "Cuesta abajo" y "Volver", por citar sólo algunos) rige el destino de un pueblo errante que busca su lugar en el mundo.
Prola (46 años), autor también de "Galería de destinos increíbles", "El lugar donde se detienen los relojes" y "El sagrado orden de las apariencias", presentó su libro el martes pasado en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia.
-¿Cómo nace la idea de la historia?
-El argumento se me ocurrió durante los últimos tiempos del gobierno de (Raúl) Alfonsín. La partida a raudales de argentinos hacia el exterior, la sensación de dispersión, impotencia y frustración de quienes habían creído en la democracia, la falta de sueños y esperanzas de los jóvenes que se iban. Todo eso me sugirió la primera forma del argumento: un mundo en el que los argentinos somos perseguidos.
-¿De qué modo retomó esa idea para hacer el libro?
-Empezó a tomar forma definitiva con los acontecimientos del 2001 y 2002, pero con un elemento nuevo que, me parece, no estaba en el 89 y que era la sensación de que todo se terminaba, de que no había futuro posible, de que la Argentina no podía sobrevivir como país, de que nada era peor que ser argentino.
-¿Qué elementos imaginó que podían sobrevolar a esa diáspora?
-Conservar la argentinidad requería mantener rasgos de nuestra idiosincrasia que no podían fundarse en el Himno Nacional o la Bandera. La respuesta la encontré en la noción de reversibilidad, de Baudrillard, es decir, llevar una idea hasta más allá de su punto culminante hasta volverla sobre sí misma. Así, en cuanto al argumento de la novela, la idea fue exacerbar lo argentino hasta la redención.
-¿Cómo explicaría la función de "La Rosa del Tango" y del Broli del Tango en el argumento de la narración?
-Pensé que, como los judíos con la Torá, si los argentinos queríamos sobrevivir a la desaparición territorial de la Argentina, teníamos que conseguirnos una patria portátil, algo cuyo valor simbólico y mítico pudiera acompañarnos en cualquier lugar del mundo y lo más universal que hemos inventado los argentinos es, sin dudas, el tango. "La Rosa del Tango" y el Broli del Tango vienen a ser eso, la posibilidad de portar con nosotros todo lo que somos, todo lo que necesitamos.
-¿Cuál es su relación con el tango?
-Mi relación con el tango fue de menor a mayor. A los 25 años descubrí que había una música maravillosa y una poesía genial. Con mi hermano Alejandro, que es músico, nos extasiábamos con Goyeneche y con la fuerza de Gardel.Más tarde me di cuenta de la inmensa sabiduría que hay contenida en las letras del tango, en la enorme capacidad de síntesis que hay en sus poetas. "Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamientos", para decir esto un filósofo alemán o francés hubiera escrito diez tomos de 300 páginas cada uno. Homero Expósito, en cambio, utiliza quince palabras.Es decir que mi relación con el tango es de constante asombro, perplejidad y fascinación. Creo que el tango es un fenómeno cultural, que excede lo artístico o, al menos, que no se agota en su expresión musical, poética o de danza. El oráculo argentino, es decir, el que se obtiene a través de "La Rosa del Tango", es justamente eso: darle al tango rango metafísico.
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El autor. "Dar al tango rango metafísico".
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