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domingo,
10 de
diciembre de
2006 |
Tema de la semana
De réprobos y elegidos
Julio Villalonga
Con la candidatura de Daniel Scioli a la gobernación bonaerense, Mauricio Macri tiene que ver que la jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires “está al alcance de la mano”, se esperanzan algunos en su círculo íntimo. Sin embargo, el presidente de Boca en estos días sólo tiene su corazón dispuesto para esperar que se cumpla el rito de la vuelta olímpica, un placer que por repetido no deja de embriagarlo cada vez como si fuera la primera.
Ese aval político, el de ser el dirigente que más campeonatos festejó en la cúpula boquense, le suma en su relación con el pueblo lo que él, por cierto, no aporta en carisma. Pero como la Argentina no es Suiza —casi ni falta hace que lo aclaremos—, este impulso tranquiliza tanto a Macri que lo hace imaginar un futuro promisorio en cualquiera de las alternativas que le pueden tocar en suerte en el terreno de la política.
El ex gobernador misionero y fugaz presidente Ramón Puerta es uno de los cercanos que ha hecho bastante para que Mauricio —como lo llaman los íntimos pero también muchos cholulos— se convenza de que no tiene que hacer mucho y que está para más. Puerta se sintió “ninguneado” por Roberto Lavagna en los últimos tiempos, y con el aire que le da a Macri busca un fin bien determinado: pretende terciar en una disputa entre éste y el ex ministro de Economía de modo de convertirse en árbitro. Este es el escenario en el que, imagina, podría llegar a sacar mejor rédito en una futura negociación por la estructura de poder del polo opositor. Sin este distanciamiento real entre los dos popes no habría espacio para maniobras como la de Puerta.
Alguien que sí parece llamado a ocupar un lugar clave en esta disputa es Francisco de Narváez, que mantiene su diálogo intacto con los dos dirigentes opositores. Y que a pesar de que ve tormentas en el futuro de la posible coalición, coincide en que divididos no hay ninguna posibilidad de enfrentar al kirchnerismo.
Mientras tanto, el diálogo entre Macri y Lavagna es sólo a través de los medios. Pero aunque pasan por el peor momento de su relación, admiten que sus primeras espadas parlamentarias negocien, como lo están haciendo por estas horas, los acuerdos necesarios para votar juntos una serie de proyectos de ley cuya discusión se avecina.
En las oficinas de Lavagna, entretanto, consideran que la solicitada que publicó con su programa político debería ser suficiente para bajar la ansiedad de quienes reclamaban un lanzamiento en regla. El ex embajador ante la Unión Europea (UE) caminó en estos días la provincia de Buenos Aires, estuvo en Santa Cruz, también en San Juan —dos bastiones kirchneristas— y piensa pasar el verano entre Cariló y varios viajes a distritos donde el armado político precisa retoques y contención.
La reciente caída de las internas abiertas alargó 90 días la decisión futura de anunciar candidaturas. Y otro tanto haría un desdoblamiento de las internas en la provincia de Buenos Aires. De modo que oficialismo y oposición pueden aplazar hasta bien entrado el próximo año una definición.
En el caso del PJ bonaerense, hay que subrayar la rapidez con que José María Díaz Bancalari salió a “bancar” al candidato Scioli. En el principal distrito del país todos saben que el “Mono” Díaz Bancalari apostaba mucho a la candidatura de Aníbal Fernández. Y que se lamentó en privado de que nadie lo hubiera llamado para avisarle del lanzamiento de Scioli.
Aquella decisión tomada en la Rosada amenaza con traer cola. Se trata de un antecedente complicado para muchos que esperan para saber si son elegidos o no como candidatos K. La próxima temporada de caza se abrirá en abril o mayo de 2007 pero está claro que, aunque Kirchner aplace lo más que pueda sus meditaciones, en algún momento deberá definir quiénes integrarán sus boletas. Por citar sólo algunos ejemplos, sin orden ni intención, ¿qué pasará con Hugo Curto si el presidente no se inclina por él? ¿O con Luis Barrionuevo? ¿O con Hermes Binner? ¿O con Angel Picheto? Y así podríamos seguir con decenas de dirigentes que están expectantes para, ellos mismos, tomar a su vez un camino. Para el presidente el problema no es sólo a quiénes va a elegir sino qué sucederá con los que no elija. Un espacio opositor bien ordenado sería un oasis para aquellos que el kirchnerismo haya decidido dejar plantados.
En los restos del PJ no cayó nada bien la metodología K. “En cada distrito va con quien más le conviene”, se enojan. En rigor, Kirchner no hace más que lo que cualquiera de ellos haría en su lugar, sólo que no confía en las estructuras oficiales del justicialismo. Pero el despecho se entiende. “Acumula poder como un peronista tradicional, pero no lo usa como un peronista, que para armar siempre va a buscar a otros peronistas”. En la vereda de los réprobos dirán, en el futuro, que no los llevan de candidatos “y encima lo eligen a Scioli”. Parece mucho como para que, a último momento, no terminen saltando el redil K.
Sucede que hace mucho que Néstor Kirchner busca trascender al peronismo, que aspira a armar una alternativa. Y como sucede con las transiciones, y con las crisis, la actualidad tiene mucho de lo pasado y mucho de lo porvenir. Mientras tanto, el presidente seguirá derivando entre golpes de efecto como el de Scioli, o entre pequeños giros a la izquierda y a la derecha. Entre los últimos se destacan su impensado ataque al “garantismo” y su apoyo sin matices al pedido de detención de funcionarios iraníes en la causa Amia, una posición pública a pedido de Washington que terminó, por carambola, con la salida de Luis D’Elía del gobierno y del embajador de Venezuela de la Argentina.
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