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domingo,
10 de
diciembre de
2006 |
El centro comercial más elegante de Kabul, sólo para algunos pocos ricos
Afganistán: la ostentación en un país pobre
La venta de costosos artículos contrasta con la marginalidad en la que vive un 70% de su población
Paul Holmes
Kabul. - Si está buscando un traje Hugo Boss y resulta que está en Kabul, las tiendas Hamed pueden ser el lugar para usted. A 200 dólares cada uno, los trajes que prolijamente cuelgan de los percheros en la tienda son mucho más baratos que en Occidente. El propietario Mohammad Rafi insiste en que son auténticos, importados de Turquía y Dubai.
Los trajes, las camisas de 14 dólares y las corbatas de ocho dólares también simbolizan la creciente brecha social en Afganistán, donde el 70% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza con menos de 2 dólares al día. "Es como sucede en todas partes", dijo Rafi de 32 años encogiéndose de hombros de manera fatalista. "Tienes a los ricos y a los pobres pero debes seguir haciendo negocios".
Rafi paga 5.050 dólares al mes de alquiler por su tienda en el Kabul City Centre, el centro comercial más elegante de la capital y hogar de negocios que venden carísimas prendas, joyerías, artículos electrónicos y zapatos de marca.
El centro comercial abrió hace 18 meses, en mejores tiempo para Afganistán, y está a un mundo de distancia de las polvorientas calles del exterior.
Los guardias registran a los visitantes que pasan por un detector de metales, pero ellos también impiden que todos los afganos, excepto los mejores vestidos, ingresen al interior de mármol y vidrio. "Aquí es demasiado caro para el 90% de los afganos que viene", dice Mohammad Yahya, un empleado de una tienda que vende zapatos Ecco a 60 y 200 dólares el par.
Hasta hace un año, Yahya estaba vendiendo ropa para afganos comunes en uno de los bulliciosos bazares de Kabul. Pero lo de ahora es mejor.
"Sangre de la nación"
Muchos de los pocos ricos de Afganistán son ciudadanos que regresaron del exterior después de que la invasión encabezada por EEUU derrocó a los talibanes en 2001, ansiosos por invertir en reconstruir su nación. Otros son altos funcionarios del gobierno y caudillos. Algunos se han enriquecido a base de la corrupción o del comercio ilegal del opio, que muchos estiman representa el 60% del Producto Interno Bruto (PIB) afgano.
La disparidad frustra a muchos afganos, quienes perciben la ostentación y se preguntan qué ocurrió con la promesa de una mejor vida después de la invasión de 2001 y con los miles de millones de dólares en ayuda extranjera destinados a la reconstrucción.
Cinco años más tarde, los servicios básicos como el agua potable, la salud y la electricidad son dolorosamente deficientes. La mayoría de las casas de Kabul recibe electricidad por sólo cuatro horas noche por medio. Los mendigos siguen siendo algo común.
La brecha en la riqueza consterna incluso a algunos de la clase comercial que brindan servicios para los prósperos afganos. Mohammad Reza Faiz regresó hace tres años a Kabul después de 13 años en Irán con esperanzas de que podría darle uso a su capacitación como agrónomo en un empleo en el gobierno. "Yo me alimenté con la sangre de la nación", dijo Faiz, de 39 años, refiriéndose a la educación que recibió de los fondos públicos de Afganistán. "Quería hacer algo a cambio".
No obtuvo ningún trabajo, por lo que abrió una tienda en el centro comercial Roshan Plaza con su hermano menor Samayullah, vendiendo conjuntos para mujeres importados de India y China a precios que iban de 14 a 110 dólares. "Me arrepiento de haber vuelto", dijo Faiz. "Toda la situación en Afganistán me parece falsa y estoy buscando algo mejor. Si tuviera la posibilidad, me iría".
Mercado para compradores
El comercio tampoco está ya en auge. Este año, Afganistán ha sido testigo de la peor violencia desde 2001, con los talibanes resurgiendo y midiéndose contra las fuerzas afganas y de la Otán. De las 3.700 personas muertas, algunas estimaciones dicen que un cuarto son civiles.
Una serie de ataques suicidas y otros en Kabul han disminuido en las últimas semanas. Pero quienes gastan mucho dinero no han regresado. "Está terminado", dice Abdullah, el copropietario de 42 años de la concesionaria de autos Omer Farooq, quien al igual que muchos afganos usa sólo un nombre. "La situación ha empeorado con los bombardeos y los secuestros y la gente que ha regresado del extranjero se ha vuelto a ir. Han dejado de invertir", agregó.
Hace cinco días, Abdullah recibió de Dubai un nuevo todo terreno Lexus LX470 que ahora espera en su estacionamiento. Quiere 90.000 dólares por él, aproximadamente 22.000 dólares más que su precio de lista en EEUU. "Antes, podíamos venderlo en una semana", dijo. "Ahora podría tomar un mes, o dos, o tres. Simplemente no sabemos". (Reuters)
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Una niña indigente afgana.
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