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 sábado, 02 de diciembre de 2006  
Editorial
La importancia de los árboles

Muchas veces criticados con excesiva severidad por los vecinos debido a las inevitables molestias que provocan, los ejemplares arbóreos que embellecen a Rosario y la convierten en una ciudad vivible también cumplieron una crucial función protectora durante la violenta tempestad de granizo.

La devastadora tempestad de granizo que se precipitó poco tiempo atrás sobre Rosario generó enormes daños materiales y permitió, después de un período inicial signado por el estupor, valorar la ayuda prestada una vez más al hombre por esos amigos silenciosos que son los árboles. En efecto, tantas veces cuestionados como consecuencia de las molestias que provocan la acción de las raíces sobre las aceras, la caída de las hojas o el polen de ciertas especies sobre quienes padecen distintas formas de alergia, en este caso su valiosa presencia contribuyó de manera notable a amortiguar los efectos del meteoro sobre la ciudad.

Y es que de no ser por su acción protectora, que impidió en numerosos casos que las enormes piedras de hielo impactaran de modo directo sobre inmuebles, vehículos y hasta personas, la destrucción hubiera sido mucho mayor. Claro que como lamentable contrapartida el estado en que quedó el arbolado rosarino tras la tormenta es ciertamente penoso. Así lo confirmó el director de Parques y Paseos, Miguel Fornarini, quien en diálogo con este diario lanzó una gráfica imagen de lo acontecido aquel fatídico 15 de noviembre: "La tormenta en Rosario hizo caer un otoño en quince minutos". La auténtica malla de contención en que se convirtió la vegetación aquella terrible jornada evitó sin dudas males mayores, pero dejó a muchas calles tapizadas por una profusa alfombra verde que recién poco tiempo atrás terminó de ser limpiada por las cuadrillas.

Aun así, continúan siendo demasiados aquellos rosarinos que sólo parecen ver los inconvenientes provocados por los árboles y no los grandes beneficios cuya presencia trae aparejados, y que los hace imprescindibles en cualquier ciudad que se precie de conservar características humanas. De allí la importancia de la inversión realizada por el municipio, evaluada en diez millones de pesos, para mantener en condiciones e incrementar en calidad y cantidad el arbolado público.

En tal sentido, los conflictivos plátanos -motivo de justificadas quejas- merecen ser puestos bajo la lupa porque en muchos casos crean mayores perjuicios que ventajas. A tal efecto debería estudiarse la implementación de especies de menor porte y, por ende, más amigables dentro del entorno urbano.

Pero los números del Plan Forestal producen satisfacción, dado que reflejan el cuidado que se brinda a faceta tan crucial del entorno físico de los rosarinos: treinta mil árboles podados y dos mil extraídos, y medio millar de plátanos intervenidos con el correspondiente trabajo sobre raíces y copas. También se implantaron cinco mil árboles y se entregó similar cantidad a los vecinos para que los planten ante sus casas. El tratamiento del clavel del aire, plaga de expansión preocupante, ha sido otro de los objetivos.

Sin árboles, la ciudad sería un erial invivible. Cuidarlos es cuidarnos a nosotros mismos.
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