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jueves,
30 de
noviembre de
2006 |
Un clima de intolerancia
Soy un ciudadano como tantos otros que trabaja para sustentar su vida, que paga impuestos para que los gobiernos de turno realicen obras, que se apena con los sinsabores que de repente depara la vida, como fue la tormenta que azotó a la ciudad días pasados, pero que ante tantas situaciones comprometedoras que hay que enfrentar en este bendito país, trata de ser justo, con uno mismo y con los demás. Vi con asombro cómo la ciudad permaneció sitiada durante más de una semana, y a nadie le importó nada. Cierto sector de la población tomó como propias las calles, sin el más mínimo respeto por los demás. Esperé con nostalgia que alguna autoridad de la ciudad, la provincia o la Nación tomara cartas en el asunto, pero parece que aún no se enteraron que la ilegalidad tomó por asalto nuestras vidas y nos está llevando a un clima de intolerancia que en cualquier momento nos va a volver a dividir. Deseo con fervor que esto no suceda, que no se llegue al límite que algunos están buscando, que prime la cordura y se termine esta barbarie. No es posible que se tome como habitual el cortar las calles por los problemas que se nos presentan día a día, sin que ninguna autoridad competente reaccione a tamaña falta de respeto. Sé que somos muchos los que estamos hartos de la intolerancia social y queremos vivir en un país mejor, donde la base sea el trabajo, el progreso, la dignidad y el respeto, cuatro palabras que se ve que algunos todavía no comprenden.
Marcelo Salas, DNI 18.113.413
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