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domingo,
26 de
noviembre de
2006 |
Opinión
Barrabravas y carmelitas descalzas
Luis Alberto Yorlano
La violencia y el pago con jugadores fue lo que convirtió al fútbol en un mercado persa, estos, otrora sumamente importantes y prestigiosos, hoy estos, como las divisiones inferiores, son identificados por la complejidad en los negocios astutos y mañosos y además vinculados, no por casualidad, a la trampa. Cuando escucho o leo el tema de violencia en el fútbol, sospecho quieren tomar de tonta a la gente. Ya no queda nada sin saber. Desde los dirigentes, pasando por jugadores, técnicos, hinchas, policías, jueces, intermediarios, representantes, políticos y empresarios han tenido una activa participación en el desorden y el origen de este hoy, mal llamado flagelo, que sacude las crónicas deportivas.
Todos se esmeran en despegarse y poner cara de "yo no tengo nada que ver". Todo se sabe y nadie hace nada. Por intereses o por temor, todos tienen algo que ver. Ahora los jugadores dicen que tienen miedo, cuando cada vez que salen a una cancha miman a los barras mas que a sus seres queridos. Permitan una vez más este remanido concepto: hay que terminar con la hipocresía.
Con las inferiores pasó lo mismo. Cuando los juveniles aparecieron como mercancías, ahí se pudrió todo. Mientras los dirigentes hacían y deshacían las transferencias, con intermediarios, y en los cuales muchas veces les quedaba algo en el bolsillo, los hinchas que merodeaban por las sedes fueron aprendiendo que detrás de los estatutos existía camuflada una segunda intención en estas negociaciones. Así fueron apareciendo las nuevas actividades dentro del fútbol y con él, un negocio tan redituable que nadie quería dejar de participar. Prestar plata a los dirigentes a cambio de juveniles.
A partir de ese momento los empresarios del fútbol y representantes contrataron a ex jugadores para que los ayudaran a elegir los jóvenes que les daban los clubes a cambio del préstamo o directamente, por la necesidad de estos, les compraban porcentajes. Comienza la relación representantes y dueños de porcentajes de juveniles con los cuerpos técnicos de las divisiones inferiores y se abre otro negocio.
El hincha o barrabrava, que es utilizado como elemento de choque para defender la permanencia de los dirigentes en el poder, descubren que el negocio estaba en los chicos y que lo del cuerpo sano y mente sana era un verso. Se abren pensiones para que los padres de los que venían del interior pagaran sus enseñanzas futbolísticas y la de los técnicos que no cobraban en sus clubes. Los representantes, dueños de muchos chicos, se muestran muy generosos con los técnicos a cambio de la titularidad y la promoción a la primera.
Las inferiores son la salvación de los desórdenes institucionales. Se pagan deudas con los jóvenes, lo que compraron a 20 se venden a 2000. Los hinchas caracterizados los ven llegar con suntuosos autos importados. Y concluyen que su tarea da para muchos más que entradas, viajes y algunos pesos. Y quieren entrar en el negocio. Y lo hacen de la única manera que conocen, por la fuerza. Mientras que los otros lo hacen con dinero. Dinero, proveniente de arreglos sospechados de legitimidad. Y ellos quieren aparecer como carmelitas descalzas.
¿Están equivocados los barras, tan útiles a los dirigentes, a pedir su retribución con jugadores de las inferiores? Ni lo uno ni lo otro. Ni los guantes blancos ni las apretadas. Sinceramiento. En esto hay una sola solución. Ordenar el club. Blanqueo total. Sería importante, también, saber si es cierto que el director de fútbol y el coordinador de sus inferiores cobran en negro sueldos de 14 mil y 6 mil dólares. Es decir, jugar limpio y así debe ocurrir en todos los órdenes y seguramente se conseguirá con esto que los hinchas "caracterizados", vuelvan a ser el protagonista del aliento desde la tribuna.
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