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domingo,
26 de
noviembre de
2006 |
Interiores: nostalgias
Jorge Besso
La nostalgia en muchas ocasiones es en plural, en tanto se nostalgian lugares, almas, cuerpos, olores, sabores, ciertos sucesos, determinadas voces y canciones que fueron de hoy pero que, inexorablemente, pasaron a ser de ayer. La nostalgia canta en su letanía favorita que todo tiempo pasado fue mejor, lo cual no necesariamente es verdad ni transforma a la sentencia en una mentira. Es que nada como la nostalgia para mostrar las contradicciones humanas, un ser básicamente contradictorio, que da muestras constantes de vivir bastante mal con la naturaleza, pero a la vez nunca demasiado bien con la sociedad.
La mezcla de climas en una jornada, o de un día para el otro lo hace exclamar sin ningún pudor: "¡Qué tiempo loco!" Porque cómo puede ser que se alternen sin demasiados avisos el frío o el calor, el sol o la lluvia. Pero hay algo que todavía es peor: que el domingo llueva todo el día, y en cambio el maldito lunes muestre un sol más bien sádico, sobre todo en aquellos lunes con un sol estupendo en los que sin embargo hay que trabajar. Es decir, los que tienen la suerte de tener trabajo, más aún si se trata de un trabajo en blanco con el que atraviesan el lunes negro nostalgiando el fin de semana, aun si fue más o menos malo.
La nostalgia está en la esencia del humano dado que todos comenzamos nuestro paso por el planeta, sociedades y culturas por un deseo que nos es notablemente ajeno, y que sin embargo de alguna forma debemos hacer propio. Esto no es un galimatías, es algo mas bien de todos los días en los que dos deciden, o bien improvisan que alguien aterrice en la Tierra y en el mundo que primorosamente, o de un modo hostil, nos preparan para nuestro nacimiento. Es decir que las ilusiones de dos que necesariamente nos anteceden traen como consecuencia bien visible que lleguemos a este mundo con una auténtica celebración, o una tenue bienvenida, o acaso sin demasiadas recepciones, muy especialmente en los millones de casos de todos aquellos que aterrizan en los innumerables mundos de la miseria en el que experimentarán la más extraña de todas las nostalgias: la nostalgia de lo que nunca han tenido. De no ser así, ese alguien, además de ir creciendo, tendrá la inmensa tarea de llegar a ser alguien. Es decir, poder saltar del peligro de quedar atrapado en la nostalgia de los padres.
En suma, los humanos son arrojados en algunos de los mundos posibles con el enorme trabajo de afincarse en él, arraigarse en las múltiples vicisitudes de la existencia para lo cual será más que imprescindible configurar un mundo propio. Una de las cuestiones fundamentales en la conformación del mundo de cada cual es que dicha configuración no se hace de una vez y para siempre. Requiere de algo decisivo que son las actualizaciones. El mundo actual, que desde hace décadas se rige en buena medida por la religión del consumo, actualiza y por lo tanto obsoleta con mucha rapidez objetos que en un tiempo anterior eran de larga duración.
Por citar sólo un caso, se puede pensar en la radio, en aquel viejo receptor de las estaciones o emisoras. A la sazón un objeto de buen tamaño en un principio de madera, luego sustituida por alguna clase de plástico que en casi todos los hogares ocupaba un lugar central al punto de convocar a su alrededor a la familia. Hoy por hoy, en muchas casas a las radios se le suman televisores, DVD, receptores y grabadores de uso individual, equipos de música, MP3 y MP4 más los múltiples artilugios como la gran variedad de celulares capaces no sólo de emitir y recibir, sino también de fotografiar, escuchar radio, conectarse a Internet y a la computadora y demás proezas tecno.
Todo se va sumando en las progresivas actualizaciones de los objetos de forma tal que tal vez no esté tan lejano el día en que cualquiera de estos objetos inteligentes nos puedan reemplazar en alguna de las tantas reuniones de trabajo que suelen resultar más que tediosas. O caso paliar o renovar la relación de pareja que transita o atraviesa por un amor languidecente donde un sujeto pueda ser reemplazado por un objeto inteligente a su medida. Como es el caso de los robots que reemplazan a los humanos en muchas tareas con ventajas evidentes, en tanto y en cuanto son obedientes no se quejan ni hacen huelga. El aumento de la inteligencia en los objetos no siempre se acompaña del aumento concomitante de la inteligencia en los sujetos a pesar de que en términos generales los objetos inteligentes son diseñados y creados por sujetos necesariamente inteligentes. Con lo que el mundo, en sus diversos mundos, se divide y organiza en dos grandes polos:
u Los que al mismo tiempo que van sumando años acumulan nostalgias.
u Los más jóvenes, o todos aquellos que no se arraigan a la nostalgia.
El problema es que el humano no tiene un dispositivo automático que lo vaya actualizando, ni tampoco algo como el bendito mouse que pulsándolo con el dedo en el monitor de la vida instantáneamente lo actualice, de forma tal que pueda seguir reconociendo su mundo, aun con nuevas voces y nuevos sonidos, sabores, olores, colores y todas las novedades más o menos constantes que en muchas ocasiones hasta parecieran tapar las viejas injusticias.
¿Cómo pueden los humanos alcanzar la velocidad con que crece la inteligencia de los objetos y el número de objetos inteligentes? En definitiva cada cual se actualiza como puede para poder disfrutar de lo nuevo y lo de siempre, sin olvidar que en principio los objetos tendrán cierta inteligencia, pero de lo que nunca dispondrán es de imaginación, imprescindible para la vida y para cambiar un mundo que avanza en la libertad de los objetos y en la opresión de los sujetos.
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