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domingo,
26 de
noviembre de
2006 |
El cazador oculto: "Las cábalas
para aventar
la tormenta"
Ricardo Luque / Escenario
La espera fue tensa. Una semana larga, agitada, cargada de nerviosismo y temores. Y todo por una tormenta, intempestiva y feroz, que se abatió sobre los rosarinos como una maldición. Vidrios rotos, chapas retorcidas, chichones, resbalones y caídas. Un combo maldito que dejó heridas abiertas, olor a gomas quemadas y una sensación de desasosiego que se acrecienta cada vez que entre las nubes asoma la amenaza de tormenta. Y así y todo Sergio González y Pedro Ratiaglatti, los dos tipos audaces que comandan con mano firme Puerto España, siguieron adelante y, contra viento y marea, hicieron su fiestita. Tomaron sus recaudos. Como buenos futboleros, cumplieron las cábalas y, según cuentan en voz baja sus allegados, enterraron en puntos estratégicos unas plantitas de ruda macho. No sea cosa que el cielo se les vuelva a caer encima. Y allí fueron, desfilando como soldados al campo de batalla, los invitados que querían compartir la celebración del primer año del complejo gastronómico. A la cabeza, como siempre, llegó Salvador Distéfano, que lució una estridente camisa rosa Ralph Lauren, un legado de los viejos buenos tiempos del uno a uno. Se acodó en la baranda, de cara al río, a la espera que se abrieran las barras de bebida. El resto es fácil de imaginar. Colas para conseguir un trago de Baccardi, empujones para llegar hasta una bandeja de empanadas, gráciles fintas para alcanzar una jarra de cerveza. Entre tanto ajetreo, moviéndose como pez en el agua, iba de un lado a otro Pipo Gorosito. Melena ensortijada, guayabera colorida, zapatos de charol. Un clon perfecto de la estrella bailantera Alcides. Su alegría desbordante, contrastaba con la expresión reconcentrada de Charlie Kauffman. Sí, aunque usted no lo crea, el playboy rosarino que supo ganarse la confianza de las señoritas y la envidia de los señores estaba serio. Muy serio.¿Qué pasó? ¿Problemas financieros en Hardfield, su casa de indumentaria para rugbiers? No. Para nada. ¿Descubrió que habían empezado a aparecerle unos rebeldes canas que tiznaban sus sienes? Nada que ver. Su rictus severo no obedecía a un problema sino a una ¡alegría! Es que el hombre, uno de los
solteros más codiciados de Rosario, va a ser papá y la buena nueva lo dejó sin habla. Y no es para menos. Ahora sí tendrá que sentar cabeza...
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