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miércoles,
22 de
noviembre de
2006 |
Editorial
Lo que dejó expuesto el granizo
La devastadora tormenta que se precipitó la semana pasada sobre la ciudad causó daños severos, pero la excepcionalidad del desastre no fue combatida con recursos similarmente excepcionales. Hubiera hecho falta una mayor dosis de liderazgo por parte de los gobernantes, que se reflejara en una masiva convocatoria ciudadana en pos de la solidaridad con los más afectados.
La brutal tempestad de hielo que azotó a Rosario el pasado miércoles por la tarde fue un fenómeno que, por lo inusual y dramático, colocó a la ciudad en estado de emergencia y reveló cuántas cosas dependen del factor meteorológico. Es que la furia de la naturaleza dejó claramente expuesto que, pese a la reactivación económica en curso, la pobreza continúa siendo un problema flagrante para los rosarinos.
La destrucción provocada por la devastadora pedrea fue notoria e inesperada: de pronto, el paisaje urbano asomó como si hubiera sido golpeado por un bombardeo. Y las heridas más crueles las sufrieron, nada casualmente, los barrios más humildes: en los bordes de la urbe, muchas precarias viviendas con techos de chapa aparecieron desventradas por un meteoro que para muchos semejó un cataclismo.
El estupor inicial dio paso a la reacción estatal destinada a brindar ayuda con urgencia: la grave situación que se vivía había despertado fundamentados temores de una reacción destemplada por parte de mucha gente. Ya habían surgido airados reclamos colectivos y los piquetes obstaculizaban el tránsito vehicular en puntos neurálgicos de la urbe. Y si bien el operativo fue, desde el plano material, satisfactorio, lo que se extrañó fue una mayor dosis de protagonismo por parte de las dirigencias políticas.
Y es que en medio de la angustia generalizada hubiera resultado valioso que aquellos que tienen la responsabilidad de gobernar aparecieran en público para ejercer su liderazgo en pos de la solidaridad social. En otros países, donde los factores naturales se encarnizan con periodicidad sobre los seres humanos, la respuesta colectiva se caracteriza por su masividad, celeridad y organización.
En este caso, sin embargo, lo excepcional de la situación no fue enfrentado por intermedio de recursos paralelamente excepcionales: tal vez hubiera resultado necesaria una gran convocatoria ciudadana para comenzar a resolver de manera mancomunada el desastre.
Ya es tarde, pero las enseñanzas que dejó la insospechada impiedad del cielo merecen ser registradas, sobre todo porque los meteorólogos no dudan de que se repetirá.
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