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miércoles,
22 de
noviembre de
2006 |
Reflexiones
La situación institucional de la UNR
Aldo Gimbatti (*)
Como es de público conocimiento, en julio debí asumir el Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) por el inesperado y lamentable fallecimiento de Ricardo Suárez. Su deceso ocurrió en una época tan plena de acciones y proyectos para la universidad, como de dificultades para llevarlos adelante. Nadie ignora el importante déficit presupuestario que afronta la UNR por una distribución de fondos en el sistema universitario, que no hace justicia ni a las actividades que desarrollamos ni a la importancia de la universidad en una región como la nuestra.
En ese marco, y en cumplimiento de lo que taxativamente establece el artículo 17 del estatuto de la universidad, me hice cargo de esta enorme responsabilidad. De inmediato, procedí a realizar una amplia consulta a los representantes de la comunidad universitaria respecto de las diferentes alternativas a seguir para sostener el normal funcionamiento de la institución. Así fue que, de acuerdo al consenso mayoritario, anuncié que la Asamblea Universitaria para elegir el próximo rector se realizará en mayo de 2007. La mitad de los miembros de la Asamblea Universitaria me solicitaron por escrito que proceda de este modo para articular simultáneamente lo establecido en dos normativas: el estatuto que indica cómo llamar a la Asamblea y la ordenanza electoral de la UNR, que fija las fechas de elección y asunción de autoridades.
La cercanía de tiempos electorales es lo que agrega connotaciones políticas a la decisión que hemos tomado. En la comunidad universitaria hay diferentes corrientes de opinión, y si bien el consenso que sostiene la medida es muy grande, como era previsible también recibe críticas. Es bueno que se expresen y que sean recibidas con respeto y actitud reflexiva. El pluralismo y la democracia son esenciales al gobierno universitario, y por eso merecen el mismo respeto las posiciones de las minorías. El mismo respeto que merecen las que ya probaron ser mayoritarias. De uno y otro lado, sólo los autoritarios pretenden coincidencias absolutas y permanentes con el criterio propio. Considero oportuno entonces, informar sobre aspectos de la situación que se dejan de lado en las declaraciones.
En primer lugar, la letra escrita del estatuto de la UNR no impone una fecha para la Asamblea que elija al sucesor del rector Suárez. Esto no es una interpretación. Nada en su articulado impide seguir el criterio que además de sentido común ha demostrado mayor consenso. Por una solución diferente -hacer una Asamblea antes de mayo- se manifiesta un sector de la comunidad universitaria que obtuvo un ajustado apoyo en dos de los doce Consejos Directivos y que en el Consejo Superior perdió por 16 a 8. En la misma sesión, otras dos mociones, referidas a reformas al estatuto y a otros temas tuvieron menos apoyo aún.
Son 131 las firmas de miembros de la Asamblea Universitaria que obran en el expediente Nº 70.762/6C, donde solicitan que el próximo rector sea designado en mayo por asambleístas que surgirán de un nuevo proceso electoral. Mi decisión coincide con esa posición. Pero no es una decisión inconsulta, porque la asesoría jurídica de la UNR avala la factibilidad legal de esta solución en su dictamen N 10.486.
El llamado a la Asamblea para mayo de 2007 no prorroga mi mandato, ya que fui designado -como Suárez- hasta junio. Tampoco es una arbitrariedad, dado que la fecha elegida coincide con el cronograma previsto para la periódica sucesión rectoral.
No obstante ello, se dijo que no hay posibilidades de acordar nada con esta gestión y que no es abierta y participativa como la del rector Suárez. Sin ánimo de polemizar, les recuerdo que yo soy parte de esa gestión desde 1998. No la vi desde una facultad. Es más: todos los programas y proyectos elaborados por el Consejo Superior y por el rector Suárez siguen desarrollándose sin ninguna modificación. Siguen acreditándose carreras, dictado de clases y actividades de extensión; los cargos docentes se concursan y los proyectos de investigación científica conservan su continuidad. Todo el gabinete de colaboradores designado por Suárez sigue siendo exactamente el mismo y nadie manifestó su voluntad de renunciar o su oposición a seguir en el Rectorado.
Respecto al Consejo Superior, sesionó pese a la reiterada presencia de un grupo que intenta impedir el debate y la argumentación. Esto ya había ocurrido otras veces en los últimos años. Sostener el funcionamiento de los órganos de gobierno es necesario porque la universidad se gobierna de manera representativa: las decisiones las toman representantes de la comunidad universitaria -docentes, estudiantes, graduados y no docentes- que son elegidos mediante votaciones con altísimos niveles de participación. Y todos deben tener la posibilidad de proponer y votar sin la presión de actos intimidatorios.
Precisamente para eso debimos impedir el acceso de una veintena de exaltados
-que no eran consejeros- en la última sesión. Nadie habilitado por el estatuto para opinar y mocionar en el Consejo Superior estuvo impedido de hacerlo. Se garantizó la posibilidad de proponer y votar tanto a quienes recibían apoyo de la barra violenta, como a los que ésta quería silenciar con actitudes agresivas. Todos pudieron ser oídos sin importar a qué corriente opinión pertenecieran.
A propósito, y respecto de las corrientes de opinión debo puntualizar algo. Existen en la universidad como en toda comunidad de hombres libres y pensantes. Son necesarias, nos fortalecen y nos nutren. Seguramente todos coincidimos más con alguna que con otra, pero el rector Suárez fue electo en dos oportunidades por un amplio conjunto de universitarios que evaluó su trayectoria académica y no su militancia partidaria o su organicidad con el Decanato de una facultad. En el mismo sentido, creo que nadie puede suponer seriamente que al proponerme y designarme para dos períodos institucionales, los representantes de la comunidad universitaria tuvieron más en cuenta mis afinidades políticas extra universitarias que mis años -muchos años- de actividad docente y de gestión. Desde esa larga experiencia, confío en que la pequeña confusión que procuran provocar algunas afirmaciones no impedirán llevar a buen término los casi ocho años de gestión que compartí con Ricardo Suárez.
(*) Rector de la Universidad Nacional
de Rosario (UNR).
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