El adiós a Fernando Chao

La nota de La Capital con motivo de la muerte de su antiguo y prestigioso crítico cinematográfico Fernando Chao es muy certera y justa. Desearía agregar algunos elementos, como amigo cercano durante más de veinte años. Lo más sobresaliente de Fernando fueron sus virtudes personales. Fue uno de los hombres más nobles que he tenido la suerte de conocer. Sólo parecían animarlo sentimientos positivos. En efecto, republicano, como señala la nota mencionada, que luchó en la Guerra Civil Española, nunca le oí exabrupto alguno dirigido a los que fueron sus enemigos o al responsable último de su exilio, Franco, cuya vida siguió muy de cerca, como todo lo concerniente a España. Nunca abandonó del todo su patria, espiritualmente hablando. Hombre pudoroso, debieron pasar años hasta que, por breves iluminaciones, narrara algunas de sus experiencias en aquel terrible enfrentamiento. El cruce de los Pirineos en pleno febrero, el campo de concentración posterior, o meramente la certificación espantosa de que los heridos gritan, surgieron lentamente, sin dramatismos. Amaba su vasta biblioteca y era cómicamente remiso en prestar sus libros, a los que adoraba. Sus verdaderos amores eran la historia y la literatura. Y España. Era dueño de una memoria impar, que gustaba mostrar con increíble justeza. Era educado a la antigua, un verdadero caballero español, que sentía a fondo nuestras desgracias. En sus últimas días rechazó con mucha gracia internarse porque el domingo lo esperaban unas perdices escabechadas que no estaba dispuesto a perderse.

Héctor Alonso, LE 6.009.944

N. de la R.: Fernando Chao falleció el sábado pasado a los 94 años. Fue el crítico de cine más destacado que haya dado Rosario. Su pluma acompañó durante largo tiempo a los lectores de La Capital, donde sus comentarios de películas se habían convertido en una tradición entrañable. Era español, pero rosarino por adopción. En 1945 obtuvo el Premio Municipal Musto por su libro “La luz en el agua”. Y dejó inédita una obra de teatro.