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domingo,
19 de
noviembre de
2006 |
Viajeros del tiempo
La faja eléctrica del doctor Sanden y el centro nervosexual.
Nos han llegado varios folletos con los que el doctor Sanden publicita su famosa Faja Eléctrica como un remedio eficaz y radical contra diversas enfermedades, y en los que describe las virtudes de aplicar la electricidad al organismo humano como un elemento vivificador. Sus ventajas son las siguientes: 1° el volumen de la electricidad ha sido graduado a fin de que no cause ningún choque ni molestia al organismo; 2° la corriente es uniforme y continua, de modo que inunda durante horas a todo el organismo, fortificando y dando nueva vida y energía a los órganos vitales; 3° el aparato se ciñe a la cintura, o sea, sobre el mismo centro nervosexual (sic) y muscular, que constituye, como quien dice, la raíz de la planta; 4° el tratamiento se hace en la propia casa sin necesidad de molestas visitas diarias a un consultorio médico. Las fajas se venden garantidas y en su precio va incluida la asistencia hasta que se efectúe la cura. Recomendamos la lectura de estos folletos a toda persona que sufre debilidad nerviosa, anemia, reumatismo, mal de espinazo, dispepsia, biliosidad, constipación, parálisis, ataxia locomotriz, neuralgia, etcétera.
Nota: “¿Falta de memoria? ¿Su poder varonil está en baja? La solución es la faja eléctrica del doctor Sanden. Llene su cuerpo, especialmente en sus partes más débiles, con electricidad todas las noches”, recomendaban los avisos de principios de siglo del doctor Sanden. Su faja eléctrica prometía la plenitud de la virilidad y no faltaban los “testimonios” de las curas milagrosas, como el de Timoteo Luján, quien estuvo paralizado durante tres años, pero que cuando se puso esta faja quedó como nuevo. La famosa correa iba dirigida principalmente a los hombres que sufrían de la “pérdida de virilidad”, a los que tenían los “órganos debilitados” y a los que se les redujo “la fuerza física y nerviosa” debido a los “errores o las indiscreciones jóvenes” o a la “madurez excesiva”. Sanden presentaba al cuerpo como una batería en necesidad de recarga constante y por eso recomendaba usar la faja durante el sueño. La corriente “agradable”, entregada así a las piezas debilitadas del cuerpo, restauraría la virilidad y la fuerza para el trabajo, desarrollaría la energía vital de los nervios y de los músculos, chispearía valor y confianza en sí mismo, estimularía la memoria y todos los órganos y hasta aclararía la mirada del usuario. Y, para rematarla, también se llegó a sostener que seguía actuando aún apagada, prometiendo así una “curación sin esfuerzo”. Estas ideas se basaban en un concepto mecánico del cuerpo: la electricidad fue presentada como una forma de combustible, mientras que el organismo era similar a una máquina que quemaba energía. La electricidad era como el aceite que calma el “mecanismo cansado” y sin la cual no podía haber ningún progreso; luego, esta correa se presentaba como el método verdadero de trasplantar las chispas de la vitalidad del almacén de la naturaleza al cuerpo humano. El uso de fajas eléctricas como remedio terapéutico se difundió entre 1895 y 1910, y la compañía Sanden, instalada en Estados Unidos y en Canadá, llegó a abastecer al mercado mundial. Hacia fines del siglo XIX esos artículos fueron demandados principalmente por hombres de clase media, a los que se ofrecía, además, accesorios “suspendidos” para revitalizar sus “piezas” debilitadas.
Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Fuente: La Capital
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