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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
Reflexiones
Comunicación y política

Carlos Duclós / La Capital

Montaigne, como tantos pensadores, le daba, desde luego, una particular importancia a la palabra, pero ponía énfasis en la pertenencia y el propósito de la misma. Uno de sus célebres pensamientos en ese aspecto es aquel con el que comenzó una charla ante un grupo de líderes: “La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”. Sin embargo, cuando hubo de terminar la corta disertación completó la idea: “Me he quedado sin palabras, pues ahora ellas ya no son mías, sino absolutamente vuestras”. Este pensamiento del francés, que por supuesto comparten diversas escuelas filosóficas, psicológicas, sociológicas y todos los publicistas modernos, contienen una verdad que no puede ser alterada de ninguna forma: Una palabra adecuada, ante una necesidad justa, llena un vacío, cumple un rol, serena o persuade.

  Lapalabra, considerada ésta como el conjunto de signos lingüísticos que transmiten un pensamiento, es de un poder tal que casi siempre deja de ser palabra para transformarse, por sí misma, en pura acción. Muchos teólogos, muchos religiosos, por ejemplo, han comprendido esto desde la antigüedad y por eso dieron y siguen dando tanta importancia a “la palabra”. Quien habla o escribe, sin contar otros medios de transmisión, y logra mediante esta comunicación que otro se conmueva, evolucione, se eleve o abandone un estado de agitación, acciona, hace obra, co-crea junto con Dios.

  En el mundo político, y particularmente en el caso del mundo político argentino, la palabra tuvo y tiene también un valor, pero poco ponderable a veces. También en este nivel la misma ha dejado de ser una mera expresión, un mero signo enviado, para transformarse en una acción. Claro que no siempre en una acción que pueda encasillarse en la co-creación (alianza del líder con Dios o con las reglas morales básicas para el bien del ciudadano) sino más bien puede ser considerada esta palabra política (por lo general aunque no siempre, para ser justos) como una mera persuasión, sin propósito trascendente y por lo tanto una acción co-destructora (alianza del líder con lo malo o dañino para el ciudadano). De no haber sido así, de no haberse agotado la palabra en el mero propósito persuasivo y por lo tanto destructivo, no habría hoy tantos descreídos de los políticos. Precisamente, una de las cosas que destruyó esta palabra sin contenido, este signo hueco, esta caja finamente adornada, pero vacía, fue la esperanza, la confianza en el sistema y sobre todo en sus operadores.

  Pero para abundar un poco más sobre la palabra y su importancia, debe decirse que el tiempo y el espacio en el que se manifiesta son igualmente decisivos para sus resultados. Una bellísima, profunda y certera expresión, gesto o acción fuera de tiempo, en el lugar equivocado, pueden resultar tan útil como una margarita al chancho.

  Por otra parte, y en apariencia paradójicamente, el silencio también en ocasiones puede convertirse en una acción. Porque el silencio, adoptado en tiempo y forma, es un medio de comunicación y aún más: puede ser poderosa acción constructiva o destructiva. De hecho, no puede haber una sublime sinfonía sin silencios. Dos silencios, uno de ellos de larga data, se caracterizan hoy en el escenario santafesino: El de Carlos Alberto Reutemann, a quien hace mucho no se lo ve ni se lo escucha en los medios, y el de Hermes Binner, quien en los últimos tiempos sólo esporádicamente formula alguna declaración y que, según parece, prefiere mantenerse por el momento lejos de la vidriera comunicacional.

  Sin embargo, si el lector advierte bien, muy lejos están Reutemann y Binner de tal vidriera o, por lo menos, de los resultados que pudiera darle esa vidriera bien utilizada. En efecto, cuanto menos hablan, más adhesiones tienen y más hablan los demás de ellos. No es del caso tratar en esta oportunidad esta estrategia del uso del silencio, pero sí debe decirse que Reutemann en mayor medida y Binner, quien sabiamente ha dejado de lado un mensaje a veces un tanto combativo para reemplazarlo por un discurso conciliador, hablan y hacen mucho, pero a través de sus silencios o de la renuncia a la confrontación. Son silencios o pocas palabras que aportan a cada uno lo suyo. Binner, en una de sus recientes declaraciones, sostuvo que la coalición “no está planteada como un frente opositor, porque los términos de oficialismo u oposición pertenecen a una vieja política que hay que superar con propuestas”. Estas expresiones, de una importancia indubitable, marcan un camino que hay que tener en cuenta.

  Rafael Bielsa, un erudito, un hombre culto, un escritor, y también político, sabe que las pocas palabras de Binner son edificantes para el Frente Progresista y por eso insiste y ha puesto énfasis en un debate mano a mano con el ex intendente. Un debate al que Binner se niega ¿Y por qué no habría de negarse si lo que debía comunicar, en función de su imagen y de su campaña, ya lo comunicó en tiempo y forma? Es cierto que podrá fundamentarse en que es necesario manifestar cuáles serán los planes para el futuro, pero seguramente Binner sabe que para eso hay modos, espacios y épocas.

  El peronismo santafesino tiene, hoy, dos campañas que se distinguen claramente por sus resultados: Una la que aporta el gobernador Jorge Obeid con su buena acción de gobierno, la que no puede negarse sin caer en una opinión parcial o injusta. Pero a este viaje a toda vela de la nave de Obeid, le corresponden algunos lastres que se observan en la campaña de los candidatos y no sólo en los candidatos, sino en la estructura del justicialismo. En primer lugar esta campaña (entendida como medidas adoptadas para insertar figuras y proyectos en la comunidad con miras al 2007) arrancó tarde y en algunos casos sigue sin arrancar. Frente a un competidor que ya tiene años de hipótesis, tesis y demostración política, suponer que se puede contender con éxito durmiendo en los laureles es muy poco convincente a la hora de arriesgar resultados.

  La inserción de la imagen y la propuesta, especialmente en Rosario, debió iniciarse, de manera intensiva, hace algunos meses. La falta de unidad demostrada en el peronismo es, además, suicida. A menos que esa falta de unidad, claro, responda a una estrategia tendiente a hundir al justicialismo y al fin repose en el fondo del océano político como el Titanic. No se entiende muy bien por qué tantos candidatos, cuando ya no existe la ley de lemas en la provincia ¿Son sólo pujas internas para lograr puestos a la hora de negociar? ¿Hay entendimientos y estrategias de justicialistas con otros partidos? Es todo raro y confuso.

  Por otra parte, la palabra así como debe ser adecuada, pronunciada en tiempo y forma, también necesita ser producida por un ser confiable y un círculo acorde. La palabra no existe por sí misma, existe por el hombre. La verdad sea dicha, así como el justicialismo tiene nuevas figuras para mostrar, como la vicegobernadora María Eugenia Bielsa; como su propio hermano, el ex canciller Rafael Bielsa, o como el mismo Agustín Rossi, así también hay unos lastres, a veces caracterizados por su deslealtad y capacidad para el acomodo, que enturbian cualquier palabra blanca.

  Así como la expresión debe ser adecuada, pronunciada en el tiempo justo y el espacio apropiado por el hombre confiable, así también el entorno de donde sale la palabra debe contribuir como arco que la impulsa como flecha. Y lo cierto es que el justicialismo no parece renovarse demasiado: Muchas caras de siempre y con pocos proyectos para la comunidad, excesiva permanencia de algunos, poco ayudan.

  Finalmente, dígase que el mensaje del justicialismo —excepto el que permanentemente con gestos, palabras y acciones da Obeid y la vicegobernadora Bielsa— es pobre y no conmueve. Desde afiches en Rosario donde se ven sólo caras con el propósito de mostrar quien es el candidato del norte a los electores del sur, hasta gigantografías en Santa Fe donde se advierten largas y enrevesadas frases del sureño para decir que “somos muchos pero sin vos somos pocos”, se advierte una falta de contenido que muestra la no interpretación del deseo ciudadano. En fin, que en comunicación y política hoy parece que el silencio es salud, al menos para algunos.
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