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domingo,
19 de
noviembre de
2006 |
La anarquía, secuestros
y masacres ponen a la
población iraquí en fuga
Bagdad/El Cairo. - "¿Cuánto más nos podemos hundir aún?", se preguntan muchos iraquíes en estos días de anarquía. En Bagdad, donde milicianos armados secuestran a plena luz del día a decenas de funcionarios en sus oficinas o asaltan colectivos arbitrariamente masacrando a sus ocupantes, nada parece ya imposible en la escala de atrocidades.
Cada vez más gente abandona la ciudad. En los llamados barrios calientes, como Al Amiriya, hay calles en las que ya sólo está habitada una de cada dos casas. Los que sí están abarrotados son los depósitos de cadáveres, los cementerios y las cárceles, así como las calles embotelladas diariamente por el tráfico ralentizado por controles callejeros y atentados.
Mientras, en los lugares de estacionamiento de las comisarías y de los grandes estadios deportivos se acumulan los vehículos chamuscados, trasladados allí tras los atentados con coche bomba. De todas formas, si el ataque se produce en una pequeña calle adyacente, entonces a veces se tarda semanas hasta que los servicios de basura retiran los restos. Cuando entre la chatarra se encuentran partes de repuesto todavía utilizables, los policías o los niños las desmontan con rapidez para venderlas.
"Cuando voy a la calle ahora siempre visto ropas sencillas y no llevo cartera, para no despertar la ansiedad de las bandas de ladrones", explica la ingeniera Anahid Mussa, de 50 años, que para evitarse problemas con los fanáticos islamistas cubre su cabeza con el velo desde hace un tiempo. La mayoría de los empresarios y académicos entre sus vecinos, comenta, abandonaron ya Irak.
La enorme medida de la anarquía que reina en Bagdad tres años y medio después de la invasión estadounidense, la muestra no sólo los espectaculares secuestros y asesinatos masivos, sino también los relatos igual de crueles y absurdos sobre las bandas criminales y milicias terroristas que no transcienden en los titulares. A ellos corresponde la historia de un sunita del barrio bagdadí de Hurriya, al que una banda shiíta le robó 20.000 dólares y su automóvil.
"Puedes dar gracias a Dios de que tu mujer es shiíta, sino te habríamos matado", le espetó uno de los ladrones como despedida. Mientras tanto, un segundo miembro de la banda hablaba por teléfono con el "jefe" del grupo, ante el que se disculpaba por que sus hombres hubieran matado poco antes "en la urgencia" de manera equivocada a un shiíta. "Oh, qué hicimos", se reprochó, aunque al final zanjó la llamada de forma lapidaria: "Bueno, en realidad da igual". (DPA)
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La violencia en el país del Golfo sin visos de solución.
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