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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
El adiós a Fernando Chao

Fernando Chao, quien falleció ayer a los 94 años, fue el crítico de cine más destacado que haya dado Rosario. Su pluma -filosa, inteligente y precisa- acompañó durante largo tiempo a los lectores de La Capital, donde sus comentarios de películas se habían convertido en una tradición entrañable. Conocido y valorado por su vasta cultura, el rigor de su opinión y la simpatía de su persona, Chao merece ser recordado como una de los referentes más valiosos del paisaje intelectual de esta ciudad durante el pasado siglo.

Español y republicano hasta la médula, pero rosarino por adopción y vocación, había llegado al puerto de Buenos Aires en un barco proveniente de Francia, país donde debió exiliarse como penosa consecuencia de la Guerra Civil. Rápidamente se sintió atraído por la tranquilidad que se respiraba entonces en Rosario, a la cual supo describir como "encantadora, porque hallé una mentalidad como de pueblo, muy cordial". Y a los pocos meses ya colaboraba en las páginas de este diario, con tal profusión que se vio literalmente obligado a utilizar dos seudónimos.

Y aunque la amplitud de su formación le permitía incurrir en temáticas múltiples, no tardó en encontrar el espacio natural para su talento: la crítica de espectáculos, específicamente el cine. Amante fervoroso del séptimo arte, Chao fue un excepcional impulsor de la actividad a lo largo de décadas doradas, cuando las salas abundaban y grandes directores de todo el mundo estaban en el apogeo de su carrera artística. Su amor por la pantalla grande fue de índole auténticamente pasional y se volcó en páginas luminosas, que coincidiendo o no con la opinión que vertiera eran inevitablemente leídas con placer.

Ajeno a cualquier versión de la solemnidad, su mirada sobre el mundo era implacable y solía cuestionar "el desapego de las formas", de las cuales afirmaba -ácido- que no debían ser confundidas con "las normas". También novelista, en 1945 obtuvo el Premio Municipal Musto por su libro "La luz en el agua". Y dejó inédita una obra de teatro.

Ameno, de humor agudo, campechano pero siempre elegante, Chao probó que la cultura más rica puede crecer de manera horizontal -el terreno de la información- y vertical -el ámbito del concepto- sin perder su relación íntima con la vida de la gente.

Su ejemplo y su talento perdurarán en la memoria de los rosarinos.
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El destacdo crítico de cine murió ayer.


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