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domingo,
29 de
octubre de
2006 |
ANALISIS
La agonía de
los partidos y
el Perico K
Mauricio Maronna / La Capital
De las perspectivas electorales globales comenzarán a ocuparse los operadores de la Rosada una vez que se dilucide el trauma misionero, en el que quedó involucrado Néstor Kirchner tras la nacionalización de la campaña, a la que contribuyó cuando concurrió a apoyar a Carlos Rovira.
El gobernador mesopotámico, un personaje que reúne todos los tics de la vieja política, sabe que de no imponerse el "sí" a la reelección indefinida su poder quedará limado, como gastadas las suelas de sus zapatos recorriendo los tribunales.
Si la lista encabeza por el obispo emérito Joaquín Piña logra bloquearle el sueño de eternizarse en el poder, la Argentina habrá pegado un salto de calidad impensable.
Misiones tiene el mismo caudal electoral que varios municipios del conurbano bonaerense, y por eso el clientelismo, las prácticas amañadas y el temor al amo del feudo convierten a la provincia en un botín de guerra para los que quieren dormir el sueño eterno en la alfombra roja del poder.
El resultado de hoy excede al pequeño estado de la tierra colorada: es el Perico con el que alguna vez Carlos Menem, en 1992, quiso alumbrar su deseo de perpetuidad, convirtiéndolo en caso testigo. Pasaron los años, pero la canción es casi la misma.
El capítulo misionero también muestra la crisis cuasi terminal de los partidos políticos. El oficialismo es un conglomerado de agrupaciones cooptadas por la frondosa billetera oficialista y la ausencia de otro horizonte que no sea el del poder.
Pero también la oposición es un rosario de dirigentes, siglas y pertenencias que contrastan como el agua y el aceite. Debió ser un sacerdote quien tome los hábitos de la política y marque el camino a seguir.
Sea cual fuere el resultado, la convocatoria para enmendar la Constitución dejará lecciones para el presidente y la oposición. El santacruceño jamás pensó que hasta el último día debería perder el sueño por Rovira, a quien creía ganador por el 70%.
Pragmático, el jefe del Estado desistió de regresar a Misiones para el cierre de campaña, prefiriendo enviar a Agustín Rossi y Sergio Massa como representantes. Si Rovira gana por escaso margen se acotará el amplísimo margen de maniobra del que goza el presidente para tejer y destejer. Una derrota de su delfín romperá la siesta opositora y la obligará a ensayar una coalición amplia, sin egos ni vanidades.
Un amplísimo triunfo del rovirismo le hará recuperar el pulso y hasta atreverse a sostener que derrotó a la Iglesia, la oposición y los medios de comunicación. Sería un pasaporte sellado hacia su reelección.
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