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domingo,
29 de
octubre de
2006 |
Los blisters disimulados en una caja
Comprar un fármaco de venta libre o no en algún quiosco es apenas un trámite. Basta citar el nombre del remedio y el vendedor sacará de algún lugar poco visible una caja o un tarrito con decenas de blisters de diferentes colores. La acción se maneja con cautela aunque sin demasiada discreción. Con una tijerita que siempre está a mano, el envase se fracciona según pida el cliente. Son ventas de una, dos o a lo sumo tres unidades de medicamentos cuya popularidad pareciera naturalizar su expendio sin resguardo alguno.
Hay algunos detalles que no pasan por alto en estas ventas. En cualquier quiosco los comerciantes pueden citar una lista alternativa al medicamento pedido en el caso en que éste faltara. Una especie de vademécum empírico que a veces va acompañado de algunos consejos y otras de un prudente llamado a silencio: "Mire que no le puedo decir cómo se toma porque no soy médico", se suele decir.
Algunos quiosqueros se preocupan por aclarar que venden "medicamentos comunes" con no mucha más envergadura que una aspirina. Tan grave como el expendio de cualquier fármaco.
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