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 domingo, 01 de octubre de 2006  
El placer de una cita a ciegas

Laura Vilche / La Capital

Me pidieron que escribiera esta columna. Que contara simplemente por qué voy al Cine Club. Acepté, me quedé pensando en esa pregunta, pero la cambié. Decidí que iba intentar contestar esta otra: ¿Por qué no fui antes al Cine Club? Alguna vez me dije que hacerme socia e ir cada martes condicionaría uno de mis más gratos placeres: decidir en minutos entrar a una sala a ver una película, sin importar el día y a cualquier hora. Me equivoqué.

El Cine Club comenzó a enriquecer este rito íntimo de cada semana. Para mí no es una alternativa a las denominadas salas comerciales, es una propuesta que se suma a este apetito voraz de ver cine.

Espero los martes, a veces voy a la función de las 20, salgo, y vuelvo entrar a la de las 22. Me empiezo a preparar para la cita cuando días antes recibo la programación por mail. Aunque también me gusta llegar a la sala sin saber qué van a pasar, porque tengo la sospecha de que siempre veré allí algo valioso. Que me guste más o menos: da igual. Sé que será algún filme que pasaron alguna vez pero no vi, que vi pero quiero volver a ver, que me atrae por sus actores o directores, o algo que no tengo la menor idea de qué se trata.

Sólo un pantallazo de este año: cine asiático, francés, inglés, español, ruso, danés, alemán, un ciclo de Isabel Huppert. Nada me defraudó.

El rito en el Cine Club tiene para mí gratos sabores. Llego unos minutos antes para leer la sinopsis en los volantes que entregan con la entrada. Pero además, para elegir la butaca: me gustan porque son mullidas; prefiero las del medio, ni muy adelante, ni muy atrás. Y me gusta la sala porque está dispuesta en anfiteatro, y nadie que se siente adelante me tapa la pantalla. Y por qué negarlo, una vez sentada, me gusta también mirar a mi alrededor, y encontrarme con caras que se repiten como en esos viajes en colectivo que uno hace a la misma hora de siempre, durante años. Caras que uno conoce, que sólo registra de vista o anónimas.

Siempre me pregunto con quienes comentarán los dueños de esas caras lo que vieron. Si les pasará como a mí que paradójicamente me gusta ir sola al cine pero luego tengo unas ganas irrefrenables de compartir con otros lo que vi. Reconozco que me pongo densa tras cada martes. Y si vi dos películas, más. Pero lo disfruto. El antes, el durante y el después.

Por eso me repregunto: ¿por qué no fui al Cine Club mucho antes?
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