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| sábado,
23 de
septiembre de
2006 |
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Un concejal
que no se la cree
El periodista tomó su celular y a toda velocidad marcó el número del teléfono móvil del edil justicialista Fabio Gentili. Lo necesitaba con urgencia para una consulta. Pero cuando el profesor de historia que ocupa un escaño en el Palacio Vasallo atendió la llamada, el ruido ambiente tornaba casi imposible cualquier diálogo. "¿Dónde estás?", inquirió el hombre de prensa, impaciente. "En el colectivo. Te llamo en media hora", fue la respuesta del concejal, quien dio pruebas sólidas de que no está todo el día sentado frente a un escritorio y recorre la calle como un ciudadano más. Ojalá otros adhirieran al buen ejemplo.
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La herencia está
en buenas manos
La banda de rock que hizo su debut la noche del pasado miércoles en Plaza Jewell tiene calidad y prosapia: es que uno de sus integrantes es vástago nada menos que del legendario Pedro Squillaci, virtuoso batero de la Nueva Trova rosarina. Como buen hijo de tigre, el jovenzuelo se las trae y en compañía de otros rockers precoces armó Se Pudra, un combo que no arruga a la hora de ponerle fuerza a la música. Alentados por un numeroso grupo de fanáticos que como corresponde llevó bandera, los pibes -tienen entre trece y catorce años- dieron pruebas de que ya están para jugar en primera. Entre temas propios y covers, la gente que dio el presente movió las patitas que da gusto. Se nota que el buen ejemplo paterno ha rendido sus frutos.
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Detrás de
las máscaras
La fiesta de disfraces reunió a conocidas figuras del ambiente literario local y desbordó las previsiones más optimistas de sus organizadores. Los participantes que conservan memoria de lo ocurrido esa memorable noche aseguran que la mutación de la identidad habitual de los literatos y literatas liberó de inhibiciones a muchos y muchas, hecho que disparó la diversión a niveles que pocos hubieran sospechado. Fabricio Simeoni jura no recordar nada, pero ciertos personajes de dudosa reputación aseguran que su silla de ruedas supersónica fue el vehículo ideal para iniciar la persecución de una dama cuyo resultado final se desconoce. Pero los mayores comentarios los despertó la calidad de los disfraces que lucieron vates y poetisas: nada tenían que envidiarle a los de un evento hollywoodense. Se destacó especialmente la magnífica personificación de Robin -el ambiguo camarada del Hombre Murciélago- a cargo de un narrador devenido poeta. Santa fiesta, Batman. |
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"Ante aquella famosa pregunta de qué libro te llevarías a una isla desierta, yo contesto que me llevaría un televisor"
Roberto Fontanarrosa
Humorista y escritor
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La Ciudad
Más que mil palabras
