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 miércoles, 20 de septiembre de 2006  
El preso de 88 años que no quería salir piensa en volver a la cárcel
El chileno Oscar Cubillos, de 88 años, vive desde ayer con un hijo en una chacra de Villa Atuel, en el sur de Mendoza

La primera imagen al llegar a la finca es una gran chacra que encierra la casa. De un costado aparece él envuelto en un gorrito para amainar el frío. Camina lentamente custodiado por dos perros flacos y se queda mirando a los visitantes hasta que los reconoce y esboza una sonrisa: se trata de Oscar Cubillos, el preso que no quería irse de la cárcel de San Rafael, en el sur de la provincia de Mendoza, ahora inmerso en su nueva vida en el campo.

  El Chileno, de 88 años, salió el sábado del penal sanrafaelino luego de permanecer allí sin querer irse pese a tener la opción del arresto domiciliario. Ahora vive con su hijo Ramón, su nuera y dos nietos, en una alejada zona rural del distrito de Villa Atuel.

  La historia de este hombre es impactante. Así lo reflejan los recuerdos de Eliana, otra de sus hijas, que cuenta cómo fue cruzar la cordillera -él, su esposa y seis hijos- a pie, en una travesía de ocho días: “No sabés lo que fue, no dábamos más, en un momento yo me cansé y me tiré de espaldas en un peñasco y ellos siguieron. Se ve que no se dieron cuenta de que me habían dejado. Ya casi llegando al puesto donde íbamos él se dio cuenta y se volvió un montón de kilómetros y me tuvo que cargar al hombro de lo cansada que estaba”.

  La sorpresa aumenta en la charla con don Cubillos, pues si bien en momentos dice que se dedicará a plantar cebollas, en otros dice que volverá a la cárcel. Lo mismo le dijo a su hija: “Estuvo acá y me dijo por qué no lo fui a buscar, le dije que Ramón fue porque él tiene camioneta y yo hubiera tenido que ir en colectivo. Me dijo que se quiere volver, que él está acá sólo por unos días”, señala Eliana riendo.

“¿Por qué me voy a ir si la pasé bien?”
“Yo no quería salir de la cárcel, se han portado muy bien conmigo. ¿Por qué me voy a ir si la pasé bien? No me metían nunca al calabozo”, dice Oscar hablando como si aún estuviera preso. Luego se ríe cuando escucha que los guardias lo recuerdan con cariño y que extrañan sus mates lavados: “Sí, los esperaba con mate a todos. Era lavado porque a veces la yerba no me alcanzaba”, responde.

  Producto de los achaques de su edad hay momentos en que pareciera ser como una radio que pierde la onda de la frecuencia sintonizada. Cuando la recupera reflexiona sobre una consecuencia del tiempo que pasó entre rejas, unos 30 años en total. “Ahora ya son todos hombres mis hijos. A algunos ya no los conozco, anoche estuve con los hijos, han cambiado mucho. Dios nos da la fuerza para que seamos más hombres, más fuertes”, dice.   “Si las puertas (de la cárcel) me las abren —agrega— quiero entrar porque como me han tratado es una cosa de locura”, concluye Cubillos no sin antes pedir “que cuiden el jardín” del patio de la cárcel que mantenía en tiempos en los que ser libre para él era estar preso.
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