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sábado,
16 de
septiembre de
2006 |
Efemérides
Un 16 de septiembre
Guillermo Zinni / La Capital
1498: Fray Tomás de Torquemada, el primer inquisidor español Fray Tomás de Torquemada, quien se labró una merecida fama de dogmático, intolerante y despiadado, fue el primero y el más célebre de los inquisidores españoles. Su figura nos ha sido legada más a través de la literatura que de la historia, apareciendo apenas en los manuscritos de la época. Nació en Valladolid o en Torquemada (España) hacia el año 1420 y murió en Avila el 16 de septiembre de 1498. Fue sobrino del cardenal Juan de Torquemada (1388-1468) y tomó tempranamente los hábitos de domínico en el convento de San Pablo de Valladolid, trasladándose pronto a Piedrahita. Jamás quiso aceptar el título de maestro en teología, a pesar de ser presentado y de estar acreditado con todos los requisitos legales para lograrlo. Su gran saber teológico y su austeridad lo hicieron popular en su orden, de tal forma que fue nombrado prior del monasterio de la Santa Cruz de Segovia. Fue confesor de Hernán Núñez Arnalt, secretario y tesorero de los reyes Católicos, y puesto en contacto con la reina Isabel se convirtió también en su confesor. Cuando en Sevilla se fundó una Inquisición ocasional con motivo de las acusaciones formuladas por dos domínicos contra el cardenal de España, Torquemada fue designado por los reyes jefe del Tribunal del Santo Oficio español, nombramiento luego ratificado por una orden del Papa Sixto IV. Acometió entonces la elaboración de diferentes leyes sobre cárceles y tribunales que muchos consideraron sangrientas e inhumanas. Se le han atribuido los más horribles crímenes y castigos, aunque no se conocen las cifras reales de las víctimas debido a la gran pérdida de documentos inquisitoriales. Puede sin embargo deducirse que su celo y afán fueron excesivos por las numerosas epístolas papales que conminaban a vigilar su conducta. Se dice que en los quince años que permaneció en el cargo hizo quemar vivos a 8.800 herejes y castigó a 96.504. También se le atribuyen los incendios de varias mezquitas y sinagogas. Su radicalidad llegó a la plenitud a raíz de la expulsión de los judíos en 1492, cuando su persecución de los conversos fue implacable. Todo esto hace que aún a más de 500 años después de su muerte su nombre siga causando las más adversas pasiones.
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