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 sábado, 09 de septiembre de 2006  
Yo creo
"La televisión nos lleva a la incultura"

Marcelo Menichetti / Escenario

Los viejos "long play" traían la inscripción "El disco es cultura". Apoyados en aquella antigua invocación hoy podríamos reclamar que los televisores trajeran pegada la frase "La televisión es incultura". Porque nuestra TV, que se quedó en el tiempo de la copia fiel, nos conduce a la incultura. Esa sensación es la que transmite la estética de la pantalla chica actual. Casi todo remite a estereotipos estadounidenses y la importación de programas como "La niñera", "Casados con hijos" y "Amas de casa desesperadas", patinados a la criolla, son tres claros ejemplos del peligroso transplante de las formas. La publicidad se suma con avisos que muestran mundos ajenos, con tachos de basura de metal (¿quién vio uno así en la Argentina de las bolsas de residuos rotas por los perros o, peor aún, por personas?); jardines con cercos de madera pintados de blanco..., "graneros" con animales adentro cuando en el campo argentino las vacas y los caballos viven sueltos en los potreros y las chacras guardan sus semillas en galpones y silos... El colmo es la recurrencia al chico que reparte diarios enrollados, tirándolos mientras pasa en su bicicleta frente a casas con ireemplazable jardín al frente, cuando aquí sólo conocimos al canillita que inmortalizó Florencio Sánchez. Hay muchos más ejemplos de una idolatría enfermiza por una cultura que no hizo méritos para ser sujeto de imitación. Jaim Etcheverry dice que hoy la escuela es complementaria de la educación porque la que forma a los niños es la TV. Y aunque es duro aceptarlo, es un dato de la realidad. Si Sarmiento viviera, hoy repetiría una de sus palabras más utilizadas para castigar al esnobismo: "¡Tilingos!", tronaría el sanjuanino, como supo decir en una charla con el Perito Moreno, estigmatizando a los que luchaban por brillar en la superficie ignorando la necesidad de trabajar en los fundamentos de la cultura argentina. Y a él no podría tildárselo de xenófobo ya que fue quien trajo a las 65 maestras norteamericanas que impulsaron la educación libre y laica en la Argentina. El secreto no radica en cerrar la puerta a todo lo que viene de afuera sino en dejar entrar, solamente, aquello que sirva para algo.


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