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 domingo, 03 de septiembre de 2006  
Robo frustrado en Liniers al 1200
Balearon a un contratista que se resistió a un asalto en su casa
A pesar de que también fue golpeado, el hombre anoche estaba fuera de peligro

Ariel Etcheverry / La Capital

Un contratista de obras recibió un disparo en la cintura cuando intentó escapar de dos ladrones que habían irrumpido en su casa de barrio Belgrano la mañana de ayer. El hombre primero sufrió varios golpes que le desfiguraron la cara, pero al sospechar que los delincuentes podrían tomar represalias con su familia quiso ganar la calle para pedir ayuda. Ante eso, uno de los maleante no dudó y apretó dos veces el gatillo. Uno de los proyectiles se incrustó unos centímetros arriba de la pierna derecha de la víctima. Tras ello, los asaltantes que habían llegado con intenciones de apoderarse de una importante suma de dinero que supuestamente la víctima tenía en su poder para el pago a sus empleados, tuvieron que huir con las manos vacías.

Todo ocurrió en la casa de Liniers 1255 donde vive Jorge Maristán, un contratista de obra de 49 años, junto a su familia. Eran cerca de las 7.30 cuando el hombre se aprestaba para ir a trabajar junto a dos de sus hijos (Renzo y Gastón) y un sobrino (Alejandro). Mientras el agua del mate se calentaba en la cocina, el resto de la familia (Laura, la mujer de Jorge; su nuera y dos nietos de 8 y 5 años) aún dormían.

Entonces irrumpieron los ladrones. Entraron por la puerta de calle aprovechando que el postigo estaba abierto y destrabaron la llave. Tenían sus rostros cubiertos con cuelleras y gorras, eran delgados y el más alto parecía ser el que llevaba la voz de mando. Renzo, Gastón y Alejandro quedaron inmovilizados frente el cañón del arma. El otro cómplice sacó a Jorge a puñetazos limpios del baño. "Vos sabés de lo que estamos hablando", dijo cuando le pidió al dueño de casa el dinero que tenía guardado. "No de tres mil pesos, vos sabés...", agregó a pesar de que Jorge le explicaba que no tenía dinero guardado.

A todo esto, las voces extrañas hicieron levantar de la cama a Laura y a su nuera. "Escuché voces desconocidas que hablaban casi a los gritos. Por eso me levanté y cuando me asomé enseguida me agarraron de un brazo y me tiraron arriba de uno de los sillones. A esa altura, mi marido y los chicos ya estaban en el piso", narró Laura ante La Capital en la puerta de su casa. Según contó la mujer, los delincuentes se habían empecinado en que en ese lugar Jorge guardaba una importante suma de dinero destinada al pago de sueldos de sus empleados.

"Ayer (por el viernes) era día de pago, pero por alguna razón no se hizo. Pero Jorge no trajo el dinero a casa, lo dejó en la oficina del socio. Estos tipos parece que tenían el dato de que mi marido se vendría a casa con esa cantidad de plata. Por eso insistían tanto", señaló la mujer. De acuerdo a su versión, el momento más dramático del asalto fue cuando los delincuentes redoblaron las amenazas.


Reacción desesperada
"Se lo llevaron a Jorge otra vez al baño y le quisieron atar las manos con alambres. Entonces ahí le dijeron que si no cantaba dónde estaba el dinero iban a empezar a torturar a la familia. Así que Jorge se enfureció y comenzó a pelearse a las piñas con uno de los tipos hasta que en un momento comenzó a correr hacia la calle. Y ahí fue que le dispararon dos veces, aunque el llegó a salir y pedir auxilio. A todo esto, los tipos salieron corriendo atrás de Jorge. Se fueron a pie hacia calle Mendoza y doblaron hacia el oeste", recordó Laura.

"En un primer momento no nos dimos cuenta de que Jorge tenía un balazo. Llamamos rápido a una ambulancia porque tenía la cara ensangrentada por los golpes, pero al rato vimos que tenía una herida en la cintura. Cuando llegaron los médicos comprobaron que el plomo estaba en el cuerpo y por eso lo llevaron al (hospital) Clemente Alvarez. Recién (por ayer a la mañana) nos avisaron que está bien y que por ahora no le van a tocar la bala", añadió la mujer.

Para Laura, los hampones tenían un dato erróneo, pero conocían los movimientos de Jorge y, por la forma en que pudieron abrir la puerta de calle, también los del resto de la familia. "Así y todo no parecían profesionales. Estuvieron muy nerviosos, y por momentos estaban más asustados ellos que nosotros", resumió la mujer.
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Laura no podía reponerse del disgusto de ayer.


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