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domingo,
03 de
septiembre de
2006 |
Tema de la semana
Inseguridad, el reclamo que encarna Blumberg
El reclamo es el mismo. Según pasan los años, en la Argentina la población demanda seguridad para vivir. Se trata de crear las condiciones para que sea posible viajar al trabajo con tranquilidad, lo mismo que cuando los pibes van al colegio o los adolescentes al boliche.
Miles de padres dejaron de suponer que son presa de ataques de paranoia al quedar esperando el regreso de sus hijos que fueron a bailar. Ahora saben, tienen la certeza, que muchos nunca regresan; son ultimados para ser robados. Antes, mucho antes, lo habitual —hablando de violencia física, en especial en pequeñas ciudades— eran los enfrentamientos a golpes de puño. Ahora lo hacen con armas blancas y de fuego.
Desde una perspectiva se analizan tales casos actuales como emergentes de la violencia social, los definen conductas masificadas de esa inmensa cantidad de ciudadanos que aún esperan recibir algo de las tremendas exportaciones...ser beneficiarios del despegue económico que ya se disfruta (con cuentagotas) entre la clase media trabajadora.
Juan Carlos Blumberg reunió otra vez en Buenos Aires a miles de personas que clamaron por seguridad y tal movilización crispó los nervios de autoridades nacionales. “Es un acto de campaña”, se dijo para desacreditar la iniciativa; también se escuchó decir por los medios masivos porteños que el papá de Axel, el joven asesinado, “forja sobre la imagen de su hijo su proyección política”.
Las palabras de crítica brotaron especialmente desde el dirigente piquetero y actual funcionario nacional Luis D Elía. Fuere lo que sea, Blumberg habló y dejó a la multitud citas que movilizan a la reflexión. “Los derechos humanos no son ni de derecha ni de izquierda. Son de todos”, disparó. También criticó al definir que “parece que no podemos exigir que se cumplan las leyes sin que nos insulten y amenacen”. También abonó sus cuestionamientos al precisar que “disfrazan la realidad diciendo que queremos más cárcel y más penas, pero nosotros sólo pedimos que se cumpla la ley”.
Al trazar una línea entre la metodología de convocatoria del acto que condujo y los habituales mitines políticos especificó: “Acá hay miles de trabajadores que se movilizaron por sus medios. No los fueron a buscar con colectivos, no les pagaron y no los compraron con un choripán y una coca. Son los que sufren los delitos, la impunidad y la corrupción. Estas cosas tienen que cambiar, el presidente me lo prometió hace tiempo, pero las soluciones no aparecen”. Una catarata de aplausos cerró cada intervención.
La multitud que acompañó al empresario bonaerense estaba formada por matrimonios de clase media, aparentaban ser profesionales, pequeños comerciantes y empleados. Algunas crónicas desde el lugar dieron cuenta de la presencia de militares en actividad (vestidos de civil) y retirados.
El camino escogido por las autoridades nacionales fue el silencio. Incluso el viernes, cuando Blumberg se acercó hasta la sede del gobierno nacional a entregar copia del petitorio de mayor seguridad —en tal texto sostuvo su discurso— lo recibió un funcionario de muy bajo rango. En el acceso a Casa Rosada lo atendió un asistente del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. El porvenir, como es de esperar desde un razonamiento sostenido en la lógica, es incierto. Imposible saber que pasará.
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