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 domingo, 03 de septiembre de 2006  
Se aproxima el 5º aniversario del peor atentado terrorista en EEUU
En un antiguo cementerio de Brooklyn descansan 79 víctimas del 11-S de 2001
Los familiares aún hoy luchan contra el dolor. Visitar las tumbas sumergidas en el verde les trae consuelo

Larry McShane

Nueva York. - Isaac Feliciano, con los ojos humedecidos, divisa la tumba de su esposa y recuerda su sonrisa, su amabilidad, su miedo a los truenos, su amor a sus hijas. Y sobre el césped afelpado del cementerio Green-Wood de Brooklyn, rememora la mañana de hace cinco años cuando dejó a su esposa en una estación de subterráneo para que emprendiera el viaje diario a su trabajo en las Torres Gemelas.

Ahora está comprometido con una brasileña y sus dos hijas -muy chicas cuando su madre murió- crecen a pasos agigantados. Mucho ha cambiado en la vida del viudo y en su mundo circundante. Pero aquí en el cementerio el tiempo parece haberse detenido. Rosa María Feliciano, tronchada a los 30 años, no está sola.

En este vasto e histórico cementerio, en medio de nombres de neoyorquinos famosos, descansan 79 víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, reunidas por el azar de la vida y de la muerte.

Está, por ejemplo, David De Rubbio, el bombero cuya lápida refleja el perfil de la Estatua de la Libertad. A pocos pasos yace Giovanna Galletta Gambale, una trabajadora de la firma Cantor Fitzgerald a quien apodaban Gennie. Un poco más allá descansan otros tres bomberos: Joey "Bells" Agnello, Peter "Big Head" Vega y Vernon "Mo" Cherry. Siguiendo por el cementerio está Uhuru Houston, el policía de la Autoridad Portuaria neoyorquina de eterna sonrisa.


Una fecha en común: 11 de septiembre
Son algunas de las 2.749 víctimas del terrorismo en Manhattan. Ahora, en 193 hectáreas cubiertas de césped en Brooklyn, comparten algo en común: una fecha en sus lápidas, el 11 de septiembre de 2001.

El cementerio de Green-Wood recibió los restos de 17 empleados de Cantor Fitzgerald junto con los de 15 bomberos. Las víctimas de dos de los aviones secuestrados, incluyendo uno de los héroes del vuelo 93 de United, también vinieron aquí. Hay otras tres víctimas del restaurante Windows of the World, dos agentes de la Autoridad Portuaria de Nueva York, un reparador de acondicionadores de aire.

Sus deudos vienen en una procesión constante que desfila entre las lápidas de mármol y granito: viudos y viudas, hijos huérfanos, padres sin hijos. Aquí vienen las familias a recordar y presentar sus respetos, y donde el marido de Rosa Feliciano viene a condolerse, y también a trabajar.

"Regresar aquí me ayudó mucho", dice Isaac Feliciano, capataz del cementerio que trabaja en Green-Wood desde hace una docena de años. "Cada vez que siento la necesidad voy a visitar su tumba", cuenta.

En la mañana del ataque, los empleados del cementerio -emplazado en el punto más alto de Brooklyn- observaron atónitos cómo se desplomaban dos de las torres más altas del mundo, levantando una nube tóxica negra sobre el perfil edilicio de Manhattan.

Feliciano estaba entre ellos. Se había despedido de Rosa apenas una hora antes de que el primer avión hiciera impacto, a las 8,46 de la mañana en la torre norte, donde ella trabajaba en el piso 96. El segundo avión embistió la torre sur 17 minutos después.

Durante varios días el viento arrastró polvo y escombros del lugar del siniestro atravesando el río hacia Brooklyn, donde cayó sobre techos, calles y también sobre el césped cuidado del cementerio de Green-Wood. Feliciano halló papeles de la empresa donde trabajaba su esposa, Marsh & McLennan.

Luego empezaron a llegar las víctimas. Las primeras arribaron seis días después, cuando se fue evidenciando que no había sobrevivientes. De la mayoría sólo quedaban miembros, órganos sueltos, fragmentos óseos y tejidos.

Los restos siguen llegando. Los más recientes, los del corredor de bolsa Carl Peralta, fueron cremados en el cementerio hace dos meses.

En ningún sitio el saldo de los ataques es más evidente que en el breve trecho donde están enterrados siete bomberos. Tres trabajaban en la estación 118 de Brooklyn: "Bells", "Big Head" y "Mo". Cuando encontraron sus restos, sus familias decidieron enterrarlos juntos. Cinco meses después llegó Vernon Cherry al lote contiguo.

Pequeñas banderas de Estados Unidos flamean junto a las lápidas. La de "Big Head" Vega también ostenta la enseña de Puerto Rico.


Mil muertos aún sin identificar
Para las más de mil familias cuyos seres queridos nunca fueron identificados, el 11 de septiembre de 2001 sigue siendo una herida abierta. Otros, que hallaron inicialmente cierto alivio mediante la identificación y los funerales consiguientes, se vieron conmocionados cuando los exámenes de ADN permitieron identificar más restos de sus seres queridos.

Eso ocurrió con seis de las víctimas de Green-Wood. Una de ellas fue Agnello, el bombero. Su familia enterró más de sus restos en agosto de 2005.

Pamela Boyce era vicepresidenta de Carr Futures y la primera víctima en llegar al cementerio, el mismo 11 de septiembre de 2001. El 15 de abril de 2005, el proceso se repitió cuando el forense identificó otros restos de Boyce.

Uno de los compañeros de Rosa Feliciano en Marsh & McLennan, Andrew Bailey, fue enterrado en Green-Wood en mayo de 2002. Y en marzo de 2005 su familia se vio obligada a repetir el penoso procedimiento.

Algunas familias han regresado a la necrópolis con nuevas tragedias. En noviembre de 2002, Thomas Bocchino hizo un panegírico de su hermano mayor Michael en un servicio fúnebre por el bombero de Brooklyn. Tres años después, Thomas Bocchino también murió, seis días antes de cumplir los 44 años. Fue enterrado junto con su hermano.

Isaac Feliciano piensa en el futuro. Se casará en enero en Brasil, la patria de su prometida. Su hija mayor acaba de cumplir los 11 años y la más pequeña cumple ocho el día de Halloween. Los aguarda una nueva vida.

Feliciano evita ver en la televisión las imágenes de esa infausta mañana de hace cinco años. "Trato de no ver eso", dice. "Sólo intento recordar los buenos tiempos". "Feliciano, Rosa M. Amada esposa y madre", reza la inscripción en la tumba. "20 de diciembre de 1970 - 11 de septiembre de 2001". Se ve la imagen de una cruz con una rosa sobreimpuesta.

Al lado crece un ciruelo de 6 metros de alto, plantado por Isaac en su memoria. Feliciano dice que su suegra y sus dos hijas vienen todos los domingos. El lo hace con más frecuencia, a veces inmediatamente después de terminar su turno, todavía con su uniforme verde de empleado del cementerio. "Me da consuelo", asegura. (AP)
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La silueta en piedra del bombero Michael J. Bocchino destaca entre las lápidas.

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