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 sábado, 02 de septiembre de 2006  
Opinión: La vida por un gol

Por Marcelo Mogetta

Noche de viento, granizo y lluvia en La Paternal. Una pinturita para jugar al fútbol, vea. Pedíamos ser locales anoche en Buenos Aires, y con más de 3.000 leprosos en las tribunas lo fuimos. Tengamos en cuenta quien era el rival también, demasiado cemento para tan pocos bichos. Durante toda la semana el técnico de Argentinos pergeñó tácticas, dibujó esquemas y estrategias en pizarras imantadas para ver de qué manera detenía el aluvión rojinegro. Los dirigidos por Domenech habrán escuchado atentamente sus palabras y consejos. "Sistema de juego" le dice una grey periodística en los últimos años, "esquema táctico" utilizan otros como figura para graficar a once jugadores locales metidos dentro de su propia área. Menos mal que el estadio de Argentinos se llama Diego A. Maradona, menos mal. Ni me quiero imaginar como jugarían sus herederos si llevara el nombre de Hrabina, Pasucci o algún otro abanderado del fútbol lírico. Y así se le complica a cualquiera. Pero un detalle se le pasó por alto a Pumpido, no contó con las inclemencias climáticas, aliadas de Argentinos. Domenech habló con San Pedro, seguro. Nos cansamos de ver a nuestros ágiles patinando de aquí para allá, derrapando por momentos y pugnando por alcanzar esa pelota endiablada que cobraba más velocidad a medida que picaba. De ese modo nuestros gloriosos muchachos no pudieron emular a esa naranja mecánica holandesa, que deslumbrara a todos en la Copa del Mundo de Alemania 74. Ni siquiera pudimos desplegar el fútbol vistoso de las primera fechas del torneo. Ni siquiera pudimos gritar un gol..., bah..., ni siquiera en los tres últimos partidos pudimos. Y es lo único que nos falta, porque la hinchada que nunca abandona grita antes, durante y después, solamente nos falta un gol. La vida por un gol.

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