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lunes,
21 de
agosto de
2006 |
Cholulismo político
En la jerga ciudadana de los últimos tiempos se ha impuesto el término "cholulo" para definir al sujeto opaco que luce con el brillo ajeno que lo embelesa. Esta especie en realidad puede resultar infonsiva cuando se limita a la esfera de las relaciones privadas, pues no pasa de ser un signo de infantilismo caracterológico lo que la identifica. Pero no puede decirse lo mismo cuando se instala el ámbito de los asuntos públicos, porque degrada el virtuoso arte de gobernar con el prurito imitativo de modelos extraños que colisionan con nuestra idiosincrasia en lugar de equilibrar los intereses contrapuestos propios de todo disenso, premisa inexcusable que debe presidir las decisiones normativas de la vida comunitaria. La pretensión de imponer a nuestra sociedad el rigor de las leyes antitabaco que los fundamentalistas pueritanos han instituido en varios Estados de Norteamérica, gracias a su poderío electoral, como ocurriera en la segunda década del siglo pasado con la fracasada Ley Seca de nefasta memoria, está condenada a la desobediencia civil por ser contraria a nuestra naturaleza, como ya ha ocurrido en España ante un intento similar, que obligó al gobierno a habilitar bares y restaurantes aptos para fumadores.
Simón Chemes, LE 3.166.879
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