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 lunes, 21 de agosto de 2006  
El desprecio por la vida

No hace falta decir que el tránsito en Rosario es sinónimo de caos. Basta con detenerse a observar unos segundos la multiplicidad y creatividad que tenemos todos los que transitamos estas calles a la hora de generar infracciones: pasar debajo de las barreras del ferrocarril porque el tren no viene, no anticipar maniobras pues las luces de los vehículos -si las tienen- son decorativas, pasar los semáforos en rojo, peatones cruzando avenidas por la calzada a metros de los puentes peatonales; bicicletas, carros, motos, autos y camiones que fuera del centro abolieron el sentido de circulación de las calles; estacionar en doble fila obstaculizando la circulación; familias enteras viajando sobre motocicletas o bicicletas que apenas conservan el equilibrio; no uso del casco y el cinturón de seguridad, etcétera. Cada una de estas acciones que sabemos realizar son un claro indicio de nuestro desprecio por nuestra propia vida. Si no valoramos y cuidamos nuestra vida, ¿cómo vamos a valorar y cuidar la del otro? Somos el reflejo de una sociedad que destruyó eficazmente el apego al cumplimiento de las normas, base para el funcionamiento de un conjunto social. Es la ley, su conocimiento y cumplimiento lo que diferencia a los países que solemos mirar embobados con admiración del nuestro. Es la ley la que funda y permite la convivencia para que como decía el filósofo Hobbes el hombre no sea el lobo del hombre.

Patricia Aguirre

DNI 16.852.720


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