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 domingo, 20 de agosto de 2006  
Catamarca: invitación a la aventura

Para completar el rompecabezas geográfico de nuestra grande y bella República Argentina sólo nos restaba conocer la provincia de Catamarca. Era una deuda pendiente en nuestros varios itinerarios viajados por los caminos de la patria, ya que por diversas circunstancias había quedado de lado en circuitos anteriormente realizados.

Así fue que para las vacaciones de invierno pasadas cumplimos con la inquietud de conocer dicha provincia y dar satisfacción a esa sensación que nos invadía, parecida a un deber cívico incumplido. De más está decir que gozamos a pleno de cada momento del viaje y más allá de las distancias, de largos caminos y monótonos paisajes siempre encontramos motivos para apreciar y admirar, cómo también para guardar imágenes y recuerdos.

Recorrer Catamarca es adentrarse en una cultura muy profunda. A través del conocimiento y trato tan simple, amable y hospitalario con su gente, nos permitió como viajeros aventurarnos para experimentar a flor de piel esa "otra Argentina", a veces un tanto desconocida. La de las casas de adobe y piedra, la de las manos artesanas; la de las sonrisas espontáneas, la del tiempo que transcurre tan tranquilo y sin prisa, la del pasado que convive con el presente, la de las sorprendentes bellezas naturales y arqueológicas prácticamente ignotas.

Ni bien llegamos, nos alojamos en la ciudad capital, San Fernando del Valle de Catamarca. Era 9 de julio y toda la ciudad estaba viviendo la fiesta patria en tres o cuatro predios distribuidos en distintos sectores de la ciudad en forma completamente folclórica: espectáculos musicales, bailes, doma, juegos y las infaltables comidas criollas. Con gran satisfacción participamos de las mismas y nos deleitamos con empanadas, tamales, vino y, por supuesto nueces catamarqueñas confitadas.

Saliendo de la capital y viajando hacia el este, visitamos quizás la postal más típica de la provincia: la Cuesta del Portezuelo, trepando la Sierra de Ancasti. Es imposible no ir cantando verso a verso la zamba "Paisajes de Catamarca" de don Polo Jiménez, un poco para corroborar la exactitud de su letra y sus "mil distintos tonos de verde" y otro tanto para amedrentar el apunamiento y las sensaciones de inquietud que van en aumento curva tras curva, pero, al detenernos en sus varios balcones tuvimos el premio de disfrutar de una belleza inexplicable para todos los sentidos, de sorprendernos porque constituye esta zona el pulmón verde de la provincia.


Sierra de Ambato
En otro paseo, rumbo al norte recorrimos los caminos de la Sierra de Ambato, con la vigilancia del cerro El Manchao. Es un circuito salpicado de pintorescas villas turísticas, con adecuada infraestructura para los visitantes y terrenos ideales para práctica de enduro, mountain-bike y también parapentismo. Este recorrido finalizó en el dique Las Pirquitas, el más grande de la provincia y apto para todo tipo de deportes náuticos.

Como nuestra intención era adentrarnos de pleno en la provincia, bien temprano salimos rumbo al sudoeste para trasladarnos a Tinogasta. Para ello tuvimos que introducirnos en la limítrofe provincia de La Rioja, luego de pasar por la localidad de Chumbicha, haciendo la impactante Quebrada de la Cébila, de tupida vegetación con alternancia de claroscuros, paredones sombríos y otros plenamente pincelados por el sol. Cuando aparecieron los olivares nos dimos cuenta de que estábamos muy cerca de Aimogasta y nos regalamos un descanso. Al continuar camino a ambas veras aparecen las fincas con sus cultivos de vid, la mayoría en parrales, otros en espaldares.

Por fin arribamos a Tinogasta. No es un lugar poblado solamente. Es un pueblo resultante de años de historia apreciada a través de los resquicios que nos han quedado de las culturas precedentes. En Tinogasta encontramos apacibles caminos, un clima soleado y benigno, gente laboriosa y entrañable.

Continuamos hacia el oeste para descubrir la cordillera atravesando una topografía benigna para vehículos y personas. Entre Tinogasta y Fiambalá, a lo largo de 48 kilómetros existe un trayecto conocido como Ruta del Adobe, compuesto por construcciones que datan de 1770 que forman parte de la interesante historia cultural de la región.

En Fiambalá se encuentra el Complejo Turístico Las Termas, a 17 kilómetros del centro urbano. El camino de ripio que nos condujo fue serpenteando entre terrenos arenosos, voladizos y brillantes por la presencia de mica. De pronto se gesta una pronunciada quebrada y allí, en ese magnífico albergue natural, aprovechando el descenso de las aguas desde el ojo de la vertiente se ha concretado la construcción de 17 piletones.

Luego continuamos en ascenso por la ruta 60, facilitado porque está en excelentes condiciones, ya que forma parte del corredor internacional bioceánico utilizando el Paso de San Francisco. Se llega hasta los 4.700 metros de altitud y en su trayecto se puede apreciar la imponente presencia del Ojos del Salado, con sus 6.885 metros, se aprecian los valles cordilleranos con sus estepas de pastos y arbustos, y también zonas desérticas. Curiosamente esta zona es la segunda más alta del mundo después del Himalaya, y de mayor concentración de volcanes (250 en total). Es asombroso descubrir el deambular de vicuñas, guanacos, suris, águilas y cóndores.

Desde Tinogasta retornando hacia el este se halla en una pequeña localidad denominada Cerro Negro la intersección con la emblemática ruta 40, que atraviesa oblicuamente a la provincia de Catamarca en un circuito denominado "Camino del Inca". Diversos atractivos en sus más de 250 kilómetros invitan a la contemplación. Es así que llegamos a Londres, histórica villa solariega fundada en 1558, primera en territorio catamarqueño y segunda población colonial más antigua del país. Allí se encuentra el "Shincal de Quimivil", un parque arqueológico monumental construido y habitado por los incas, respetando el trazado urbano que caracterizó al Cusco Imperial. Esta ciudadela de 21 hectáreas, enmarcada por un extraordinario paisaje, fue uno de los complejos arquitectónicos más importantes del vasto dominio. Un mágico vestigio de nuestros antepasados que vale la pena visitar.

Liliana Beatriz Morre
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