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 domingo, 20 de agosto de 2006  
Panorama político
La encrucijada radical

Mauricio Maronna / La Capital

Calma, radicales. Si no hay mal que dure cien años, tampoco hay tragedias colectivas que puedan borrarse del inconsciente en, al menos, una década.

La esperpéntica gestión de la Alianza terminó con una imagen que vale más que mil palabras: los videos que muestran a Fernando de la Rúa trepándose a un helicóptero estacionado en los techos de la Casa Rosada y perdiéndose, luego, en un cielo serpenteado por humo y olor a pólvora serán recurrentes toda vez que las campañas políticas elijan como blanco al partido que, hoy por hoy, no se sabe si se rompe, pero muestra signos de doblez.

Desde el 21 de diciembre, la UCR ha perdido el tiempo. El fracaso en la administración del país no impidió que el centenario partido conserve provincias, municipios, concejalías o presidencias comunales. Tampoco que muchas bancas del Congreso nacional sean ocupadas por correligionarios. Ese "plus" debería haber servido para llevar adelante una autocrítica sin límites y limpiar el aroma a rancio que exuda la práctica comiteril.

"Nadie se jubila en política", dicen los manuales latinoamericanos como una forma de resignación. Lo que ese axioma no contempla es que la sociedad, a veces, lo convierte en antigualla y decide el pase a retiro de ciertos dirigentes. El 2% de los votos logrados en las presidenciales de 2003 fue un cachetazo, una confirmación empírica de lo que trazaban los esbozos teóricos y el termómetro de la calle. Parecía que, ahora sí, venía el momento de la depuración. Nada de eso sucedió.

La diáspora que había eyectado a Elisa Carrió y Ricardo López Murphy de la nomenclatura se produjo casi por lógica y con una gran dosis de honestidad intelectual de parte de ambos. No se doblaron, se fueron.

La aparición en escena de Néstor Kirchner desde su magro 22% de los votos puso en el tablero a una pieza dispuesta a comer todos los peones. A medida que el presidente consolidó su poder, logró mayorías en las cámaras legislativas, y fundamentalmente, ensanchó el superávit fiscal enfocó la mira en los referentes territoriales más que en los partidos.

Una vez que logró imantar a los duhaldistas de paladares con policromías variopintas (apenas quedaron al margen algunos contertulios del restaurante El General), la topadora K derribó las tranqueras, desalambró los distritos e hizo a "los radicales que gobiernan" una remake de la cita que Jacobo Winograd (el Isidorito Cañones del patético micromundo de la trasnoche porteña) desparramaba por los talk show de la media tarde: "Billetera mata galán".

Con la aparición en escena de Roberto Lavagna (el único que hace cosquillas en la humanidad del santacruceño), Kirchner decidió apostar por las estructuras de gobierno de la UCR y no por las figuras, figuritas o figurones que componen la dirigencia partidaria. Con cinco de los seis gobernadores seducidos por la chequera oficial (la excepción que confirma la regla es Roy Nikisch, mandatario chaqueño), el jefe del Estado fue hacia los intendentes bonaerenses.

Más allá de las lecturas políticas que se hicieron sobre el acto de los radicales K en Vicente López, hay que reparar que se encontraban en el mitin los intendentes que gobiernan a casi dos millones de ciudadanos-electores bonaerenses, sobre casi un total de 2.500.000 que se cobijan bajo administraciones radicales.

Otro dato es contundente: la totalidad de los intendentes de los conglomerados urbanos de más de cien mil electores del mayor distrito del país (exceptuando a Tandil) están a favor de la concertación estilo K. Consultando los números de las últimas elecciones legislativas, los gobernadores kirchneristas cosecharon casi 900 mil votos. Saque el lector sus propias conclusiones.

El partido radical tendrá el fin de semana próximo la difícil tarea de contrarrestar la imponente instantánea que llegó desde Vicente López. Ahí sí que había transversales atemporales o, si se lo prefiere, caudillos con lealtades intermitentes. Ejemplo: Gustavo Posse, intendente de San Isidro, apoyó en las presidenciales a Adolfo Rodríguez Saá.

Que nadie crea que la atomización radical es un fenómeno inédito. Pacho 0'Donnel recuerda en su flamante libro ("Historias argentinas, de la Conquista al Proceso") que, en 1895, Leandro N. Alem escribió a un amigo: "Los correligionarios conservadores se irán con Bernardo de Irigoyen, otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino Hipólito Irigoyen se irá con Sáenz Peña, y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda".

Una altísima autoridad de la convención adelantó el viernes a La Capital los lineamientos del documento que emitirá la cumbre: "Se fijará el rol opositor, autonómico e independiente del partido frente al gobierno", dijo el hombre, parco en gestos pero sólido en contenidos. "¿Si vamos a proponer a Lavagna como candidato? No, eso no aparecerá en la declaración aunque bien se imagina que los delegados tendrán su nombre a flor de boca", agregó.

Donde todavía no hay unanimidad es en la adjetivación que le corresponderá a Kirchner: "Hay quienes creen que se lo debe caracterizar como un "déspota", pero fue elegido por el pueblo, aunque haya sido el 22 por ciento del electorado". Es casi seguro que el texto refiera al gobierno como proclive al "despotismo electivo", una variante menos flumígera que la de "tirano", acuñada por el presidente ucerreísta, Roberto Iglesias, para enviar a Kirchner a la candelada.

"Nosotros no podemos cometer el error nuevamente de poner el carro por delante de los caballos: primero tenemos que sentar las bases programáticas, tal vez formar una comisión de enlace para acercarnos a potenciales aliados y, al fin, coincidir con Roberto (Lavagna). Pero hay que tener cuidado, algunos mensajes no nos gustan", confía el informante.

Se refiere a un artículo publicado la semana pasada en el diario La Nación, donde un columnista, de excelente llegada al ex jefe de Hacienda, deja trascender que éste no haría una alianza con radicales que se escondan bajo su falda para disfrazar el 2% de los votos que sacaron en las elecciones nacionales.

"Si nosotros decidimos en la convención que Lavagna sea nuestro candidato y después Roberto nos dice adiós quedamos colgados de la palmera más alta. Ahí no nos queda otra que tirarnos de cabeza", refuerza un diputado santafesino que trata de lograr que la convención sea rápida, clara y contundente. "Si no salimos en los diarios del domingo con un documento terminado, ustedes (por los periodistas) nos van a chicanear con que somos lentos hasta para escribir una resolución. Sería bueno que alguna vez digan que el Frepaso también formaba parte del gobierno de De la Rúa...", apura el convencional.

Al tiempo que los radicales K definen cuántos, cómo y de qué manera se posicionarán en la convención, las palabras (o el desafío) del dirigente tienen una lógica que merece ser analizada con detenimiento. Aunque en el helicóptero que se llevó a De la Rúa del poder no viajaba ningún frepasista, los socios en el poder han logrado una capacidad de mímesis con el actual gobierno verdaderamente sorprendente.

Como si se tratara de una exitosa agencia de colocaciones, ex referentes del Frepaso como Carlos Chacho Alvarez, Nilda Garré, Darío Alessandro, Alicia Castro, Diana Conti, Fernando Melillo, Eduardo Sigal, José Octavio Bordón (y seguirán los nombres) marcan horizontes dialécticos y se aferran a cargos sin complejos de culpa.

Tal vez, desde el laboratorio de Olivos, apuestan al barniz progre que muchos creen ver en esos nombres. O como una puesta en práctica en el poder de lo que Jacobo Timerman aplicaba para las secciones de sus diarios: "Cultura para los periodistas de izquierda, economía para los de centroderecha y política para los de centro-centro". Mal no le fue.

En todo caso, los radicales también quieren darse, el viernes, un baño de progresismo: sueñan con que Hermes Binner sea la estrella principal del bautismo de la convención.

Como un hábil volatinero, Raúl Alfonsín no pierde detalles de los preparativos del mitin. Artífice del acercamiento a Lavagna, el ex presidente constituye un caso inédito de supervivencia: lucubró el Pacto de Olivos en el 93, la reforma constitucional del 94, la fundación de la Alianza en el 97 y el llamado a Eduardo Duhalde para que saque las castañas del fuego en el 2002.

Nunca hay que subestimar al pater familiae de la UCR.
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