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 domingo, 20 de agosto de 2006  
Barrio Sarmiento: si la escriben los vecinos, esa sí que es otra historia
Un grupo de estudiantes plasmó una radiografía de la zona a través de su gente y la expone en el parque Alem

Diego Veiga / La Capital

El tipo agarraba un jarro de leche y enfilaba para un velorio. Era infaltable. Si alguien moría, Chamota estaba ahí llorando. Y a fuerza de lágrimas se convirtió en todo un personaje de barrio Sarmiento allá por los años 50. Su historia es una de las tantas que cinco estudiantes de la carrera de comunicación social y una de teatro recopilaron para dar forma a un proyecto que terminó en una muestra y hasta una obra de teatro comunitario en la que intervienen 40 vecinos. "Historias escritas con minúscula" se adentra en esas pequeñas anécdotas que corren de boca en boca y que logran forjar la identidad del barrio Sarmiento, ese reducto de la zona norte enclavado entre Juan B. Justo, Washington, el río Paraná y las vías del ferrocarril.

Las anécdotas son tan variadas como el barrio, al que el bulevar Rondeau divide en dos zonas bien diferenciadas. De un lado, contra el río, tiene un pasado textil vinculado a la fábrica Estexa, donde hoy se levanta Portal Rosario Shopping. Del otro, allá donde las calles se hacen diagonales y es fácil perderse, habitan los ferroviarios.

Carolina Grand, Valeria Forcadell, Cecilia Tosoni, Jimena Albornoz, Yanina Perrone y María Cruz Ciarnello comenzaron a tocar los timbres del barrio hace dos años. Puerta por puerta, empezaron a conocer esas historias que jamás cuentan los libros. La idea terminó disparando la muestra "Miradas en el tiempo", que se exhibe desde ayer en el Centro Cultural Parque Alem: 65 fotografías donadas por los vecinos que repasan desde las primeras casas y la construcción de Estexa, hasta la usina Sorrento y la cancha de Argentino de Rosario.

De acuerdo a los relatos, a fines de los 50 y principios de los 60 tuvo su furor el Crotin Club, una arenera que daba al río y los domingos se convertía en el lugar elegido por los más pobres del barrio para ir a tomar mates y descansar. Como la clientela no era precisamente de alta alcurnia, el mote de Crotin Club fue espontáneo y hoy los que más canas peinan todavía se sonríen al escuchar su nombre.

"¿Personajes? Hubo muchos, pero el más recurrente y del que más nos contaron fue Chamota", asegura Carolina. El relato fue tan preciso que el dibujante Nico Boxaider lo inmortalizó en una caricatura que se exhibe en el Centro Cultural Parque Alem junto a otros dos memorables de la zona: "El Loco Mantel" y el "Lechero".

"Chamota era un tipo querible pero yeta. Tenía algunos problemas mentales y allá por los años 50 deambulaba por el barrio con una jarra en la mano donde los vecinos le servían leche. Era robusto, usaba una vieja chaqueta del ferrocarril y aparecía en todos los velorios. Por eso, muchos que se lo cruzaban en la calle se persignaban porque decían que podía traer mala suerte", explica Valeria.

El Loco Mantel también tuvo su época. Era un indio que por los 50 solía pasear parado sobre el lomo de un caballo en pleno "veredón", el amplio corredor que se extendía en lo que hoy es la parte central de bulevar Rondeau y que estaba enmarcado por grandes árboles.

En cuanto al lechero, su figura fue más tradicional. Los vecinos aún recuerdan como recorría el barrio con su carro y amplios toneles.

Las estudiantes también encontraron quizás uno de los últimos almacenes típicos de principios del siglo XX que aún se mantiene en pie. Si bien ahora está cerrada, en República del Líbano 230, "el almacén de chapa" de Don Pedro Romanenco, aquella en la que alguna vez el azúcar se vendía suelta y existía la libreta de fiado, resiste el paso del tiempo. A unas cuadras, el Portal Rosario Shopping es la cara más nueva del barrio Sarmiento, ese que surgió en medio de otros dos, Arroyito y Alberdi, y que forjó su propia identidad.
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Un grupo de vecinos recrea la historia del barrio en una representación teatral.

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